La burbuja del shale gas

Han sido publicados dos informes sobre la especulación del gas, en este enlace podéis acceder de forma más directa al primero: http://shalebubble.org/wall-street/. Por otra parte hay otro estudio que acaba de sacar el Post Carbon Institute, denominado “Drill, baby, drill” (perfora, cariño, perfora) que podéis encontrar aquí: http://shalebubble.org/drill-baby-drill/ y que compara la burbuja especulativa del gas de esquisto con el de la burbuja inmobiliaria.
Samuel Martín-Sosa (Ecologistas en Acción)  ha realizado la traducción de un artículo que hace un repaso de los dos informes:
Se avecina una burbuja de gas de esquisto con la ayuda de Wall Street
Ambos informes llegan a la conclusión de que el auge de la fracturación hidráulica (“fracking”) podría llevarnos a una situación similar a la del estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008.
Aunque casi toda la atención que los medios han prestado al fracking se ha centrado en los riesgos que supone para el agua potable y la salud en comunidades de Norteamérica, se cierne sobre nosotros una amenaza aún mayor. La industria del fracking, al igual que el estallido de la burbuja inmobiliaria que precedió a la crisis económica de 2008, tiene capacidad para hundir la economía global.
Emulando a la profetisa Casandra, los informes concluyen que “la llamada revolución del esquisto no es más que una burbuja generada por un número desorbitado de perforaciones, contratos de arrendamiento especulativos y prácticas engañosas a cargo de las empresas que explotan este tipo de energía, propaganda costeada por los mismos bancos de inversiones que
fomentaron la burbuja inmobiliaria…”. “Las limitaciones geológicas y económicas –por no hablar del impacto de las perforaciones sobre el medioambiente y la salud- demuestran que el gas de esquisto y el petróleo de esquistos bituminosos (petróleo de formaciones compactas) no son la solución a nuestras tribulaciones energéticas”.
El informe del PCI se titula “Drill Baby, Drill” (Perfora, cariño, perfora) y lo ha elaborado J. Dave Hughes, miembro del PCI y antiguo geólogo de la industria petrolífera y gasística, mientras que el informe de la EPF, “Shale Gas and Wall Street” (Wall Street y el gas de esquisto), lo ha llevado a cabo Deborah Rogers, directora de EPF y antigua analista financiera en Wall Street.
“¿100 años de gas natural?” Bueno…
En el discurso sobre el estado de la Unión de 2012, el presidente Barack Obama repitió el mantra favorito de la industria del fracking: Tenemos ante nosotros “cien años” de gas natural. “Tenemos un suministro de gas natural  que puede durarle a América casi cien años y mi administración hará todo lo posible para desarrollar este tipo de energía de manera segura”, afirmó.
Según Hughes, el tropo de los “cien años” funciona como una pantalla de humo de desinformación y, al ritmo actual de producción, quedan, en el mejor de los casos, 25 años por explotar bajo nuestros pies.
Cuando los defensores de la industria hablan del potencial de las cuencas de esquisto, se apoyan en las cifras de las llamadas “reservas técnicamente recuperables”. Sin embargo, la cifra verdaderamente importante es el ritmo de producción, lo que se extrae de las reservas a través de los pozos una vez que se ha llevado a cabo el fracking.
En el caso del gas de esquisto de Estados Unidos, las reservas están funcionado en lo que Hughes ha denominado una “rutina de perforación”, sufriendo los efectos de la ley de los “rendimientos decrecientes”. Hughes analizó los datos de producción de la industria relativos a 65.000 pozos de 31 cuencas de esquisto de todo el país, utilizando los datos de DI Desktop/HPDI database, base de datos ampliamente utilizada tanto por la industria como por el gobierno estadounidense.
Así resume el lío con el que se topó: los pozos se están agotando a una gran velocidad. La gran velocidad a la que se agotan exige un ritmo de perforación frenético para compensar la disminución de producción. Cada año se necesita perforar unos 7.200 nuevos pozos de gas de esquisto, con un coste superior a 42.000 millones de dólares, simplemente para mantener los niveles de producción actuales. Y, como se perfora primero en las localizaciones más productivas, es probable que el coste y el ritmo de las perforaciones siga aumentando con el paso del tiempo.
Lo cierto es que actualmente cinco cuencas de gas de esquisto producen el 80% de la producción total de Estados Unidos y las cinco están sufriendo un acusado descenso en su ritmo de producción.
¿Y el petróleo de esquistos bituminosos? Más de lo mismo. Más del 80% del petróleo producido y comercializado proviene de dos cuencas: Texas’ Eagle Ford Shale y North Dakota’s Bakken Shale, que pueden verse desde satélites del espacio exterior.
“En conjunto, el gas de esquisto y el petróleo de formaciones compactas exigen unos 8.600 pozos al año con un coste de más de 48.000 millones de dólares para compensar los descensos”, escribe Hughes. “Está previsto que la  Producción de petróleo de formaciones compactas alcance su punto máximo en 2.017 a un ritmo de 2,3 millones de barriles al día [y también que haya sido explotada para 2.025 aproximadamente]… En definitiva, la producción de petróleo de formaciones compactas procedente de estas extensiones productivas será una burbuja que durará unos diez años”.
Al actual ritmo de producción, concluye Hughes, hay 5.000 millones de barriles de petróleo de esquistos bituminosos bajo Bakken y Eagle Ford. Esta cifra iguala el exiguo valor de diez meses de petróleo si se mantiene el ritmo de consumo de petróleo actual en Estados Unidos, ritmo desenfrenado y causante del cambio climático.
El PCI publicó el informe de Hughes junto con 43 gráficos y un mapa digital de Estados Unidos con los datos de producción de los 65.000 pozos de fracking en los estados continentales (a excepción de Alaska).
La complicidad de Wall Street
Hace aproximadamente 17 meses, activistas de todo el país acamparon alrededor de Wall Street, autodenominándose Occupy Wall Street. Como demuestra el informe de Rogers, estaban apuntando a la diana correcta. El informe de Rogers comienza en un tono desafiante. “El reciente exceso de oferta en el mercado del gas se llevó a cabo en gran parte a través de la superproducción de gas natural con el fin de alcanzar los objetivos de producción de los analistas financieros”, escribió. “Además, se apañaron contratos de arrendamiento de yacimientos de esquisto aún no probados de la misma manera que se apañaron y vendieron valores respaldados por hipotecas sobre activos hipotecarios subyacentes cuestionables antes de la crisis económica de 2007”.
En sus inicios en Estados Unidos, la industria quiso presentarse como una empresa familiar de nueva creación.
Rogers descubrió la realidad que se escondía tras esa trampa retórica al escribir que las empresas de Wall Street están “intrincadamente relacionadas con [las empresas de gas de esquisto y petróleo de esquistos bituminosos]… Con la ayuda de los analistas de Wall Street, que fueron los principales defensores de este tipo de energías, los mercados se volvieron locos”.
En otras palabras, se desarrollan dos esferas económicas: la economía cotidiana sobre el terreno de la producción de gas de esquisto y petróleo de esquistos bituminosos y las altas finanzas de Wall Street. Estamos ante la insensata actividad económica de los inversores de Wall Street alimentando las decisiones económicas de los que trabajan sobre el terreno, fenómeno que Rogers describe como “codependencia financiera”. Faulkner: “El pasado no está muerto ni enterrado. De hecho, ni siquiera es
pasado.”
¿Estamos ante un nuevo Inside Job como el que reflejó Charles Ferguson en su documental, ganador de un premio Oscar?
En su obra de 1951, “Réquiem para una mujer”, William Faulkner escribió: “El pasado no está muerto ni enterrado. De hecho, ni siquiera es pasado”. Son las palabras de un sabio, sobre todo teniendo en cuenta la “Gran máquina de burbujas americana” (artículo The Great American Bubble Machine), ya que el periodista de investigación de Rolling Stone, Matt Taibbi ha documentado el comportamiento de Wall Street financiando esferas económicas múltiples que nos han llevado hacia el colapso casi total del sistema.
Así que, si todo se viene abajo, por lo menos no podremos decir que no nos lo avisaron.
Fractura Hidráulica No