Las burbujas del shale gas

Nuevas fuentes energéticas
Sudamérica, y sobre todo Argentina, está en camino de convertirse en la Arabia Saudita de los hidrocarburos no convencionales. Sin embargo, esta fuente energética sufre una moratoria en varios estados estadounidenses y países europeos por su enorme impacto ambiental. Brecha habló con el grupo de estudio Observatorio Petróleo Sur, una ong que puntualiza cómo esta tercera oleada extractiva –luego de la soja y la megaminería– está financiada por el Departamento de Estado por una cuestión muy simple: las reservas de shale gas no concuerdan, por primera vez en mucho tiempo, con la cartografía de su eje del mal.
En el recomendable documental estadounidense Gasland (2010) –lo difunde la cadena hbo– aparece un testimonio visual increíble: un vecino de un estado rural abre la canilla de su cocina, luego prende un fósforo y, como si fuera un pase de magia, una pequeña llamarada alumbra su hogar. El filme recurre a esa situación tragicómica para evidenciar cómo la utilización de compuestos químicos durante el proceso de fractura hidráulica (fracking) en la extracción del shale gas implicó en algunos distritos la irreversible contaminación de las napas subterráneas de agua.
Por otra parte, en América Latina –particularmente en Argentina a partir del descubrimiento de las enormes reservas de Vaca Muerta– producciones como Gasland tienen, por el momento, poca sintonía en la opinión pública y aun menos receptividad en los gobiernos nacionales.
En esa materia, la Casa Rosada y la nueva conducción estatal de la petrolera ypf comienzan a explorar en la provincia de Neuquén con la compañía Chevron lo que se supone será el yacimiento estrella de este recurso en el Cono Sur. Paralelamente, muchas organizaciones ambientales y asambleas ciudadanas se movilizan –incluso, a raíz de la protesta social, el Concejo Deliberante del pueblo rionegrino de Cinco Saltos prohibió el fracking por sus “emisiones contaminantes”– para alertar sobre el enorme riesgo ecológico que implica la perforación de lo que se conoce como roca madre en la extracción del shale gas o shale oil. En este contexto, la ong y grupo de estudio Observatorio Petróleo Sur de Buenos Aires acaba de publicar un documento, tan interesante como riguroso, titulado Fractura Expuesta –la conquista de la nueva frontera extractiva, donde explican por qué el Departamento de Estado estadounidense está tan interesado en financiar y publicitar esta nueva matriz energética. A continuación, los ejes más interesantes de la charla de Brecha con el especialista Diego di Risio.
—¿Por qué consideran que la extracción de hidrocarburos no convencionales es perjudicial al ambiente?
—Por un lado está la contaminación de acuíferos y también la de aguas superficiales por la cantidad de químicos que se utilizan en la extracción del recurso. También influye, por supuesto, la falta de control y de regulación que usualmente hay en este tipo de emprendimientos. Por otra parte está la contaminación del aire por emanación de gases tóxicos y su impacto en las poblaciones cercanas. Por último, la cuestión territorial siempre es un conflicto porque las reservas suelen concordar con espacios habitados por pueblos originarios que tienen otra cultura productiva de la tierra. Acá hay que tener en cuenta, si miramos el antecedente norteamericano, de que la industria de los hidrocarburos no convencionales acarrea una presencia mucho mayor de maquinarias y grúas. Es decir, con el shale gas, comparando con el petróleo convencional, la frontera extractiva avanza mucho más sobre las economías regionales y, por lo tanto, se profundiza la matriz monoproductora.
—Los técnicos de YPF aducen que en el yacimiento de Vaca Muerta la extracción será a mayor profundidad y, por lo tanto, menos proclive a contaminar las napas de agua. Además, sostienen que las nuevas metodologías del fracking ya han procesado los errores ambientales cometidos en los países centrales. ¿Qué contestan a esta línea argumentativa?
—Quizás un geólogo podría dar una respuesta más técnica a tu pregunta. Sin embargo, nos preocupa que se tome con tanta liviandad los pasivos ambientales que ya tienen larga data en Argentina, así como que se pase por alto lo sucedido en Estados Unidos, que es el país con más pozos de shale gas, donde varios distritos declararon una moratoria a este tipo de extracción. Pero más allá de lo ambiental, nosotros planteamos también el peligro de la reconversión productiva de la Patagonia norte que implicaría la extracción compulsiva de los hidrocarburos no convencionales. Por eso no es sólo un debate de técnicas y de profundidad de los pozos, sino de cómo se decide apuntalar una determinada matriz productiva, económica y cultural.
—YPF busca asociarse con Chevron para explorar los yacimientos neuquinos. Sin embargo, los activos de la firma estadounidense están embargados en nuestro país por el ecocidio cometido en la selva ecuatoriana. ¿Cómo piensan que se resolverá este nudo? 
—El acuerdo de YPF con Chevron se realizó antes del fallo judicial contra la compañía estadounidense. Lo que es muy claro en Chevron y en Exxon es su búsqueda global del recurso shale gas. Europa del este es un gran ejemplo de esto último. En estas exploraciones esas firmas trabajan codo a codo con el Departamento de Estado tanto en la promoción de reformas jurídicas nacionales como en el lobby diplomático. Ellos están buscando incrementar la oferta de hidrocarburos no convencionales porque consideran que el precio del crudo está muy alto, y por otro lado apuestan a que con este recurso se pueda solucionar la autonomía energética de Estados Unidos.
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