La empresa creada en 2004 recibió aportes del Tesoro en 2012 por $ 19.000 millones; el dinero se usa para pagar el gas importado.
La Argentina del déficit fiscal se da algunos lujos: tiene cuatro compañías aéreas y dos petroleras. Aerolíneas y Austral son las hermanas mayores, LADE (Líneas Aéreas del Estado) es la prima pobre y Lafsa, la desvalida. Con las petroleras pasa lo mismo. A la sombra de YPF se esconde una empresa con objetivos similares: Enarsa, la petrolera estatal que alumbró en 2004 el entonces presidente Néstor Kirchner para lograr el autoabastecimiento, se ha convertido en un híbrido energético que no cumplió prácticamente ninguno de los objetivos que se trazaron cuando el Congreso la creó por ley.
Los números del Instituto Argentino del Petróleo y Gas (IAPG) hablan por sí solos. De los 44.123 millones de metros cúbicos de gas natural que se produjeron en 2012 en la Argentina, Enarsa aportó uno, con una participación que no llega al 0,1%, muy lejos de los 10.327 millones que extrajo YPF. En petróleo sucede algo similar. De los 77.121 miles de metros cúbicos de petróleo que se produjeron en 2012, sólo 0,04% perteneció a Enarsa. En el otro extremo de la lista está YPF, con 21.910 miles de metros cúbicos.
De aquellas 600 estaciones de servicio de la unión de Enarsa y Petróleos de Venezuela (Pdvsa) que prometió un eufórico Hugo Chávez en febrero de 2005, sólo se inauguraron dos. Estuvieron abiertas hasta noviembre de 2010, cuando fueron cerradas sin pena ni gloria. Desde entonces, las naftas Eco Tango, Tango 95, Tango 97, Tango Común y el Tango Diésel, tal las denominaciones que tenían, se convirtieron en un folklórico recuerdo de epopeyas energéticas latinoamericanas.
Aportes millonarios
Pese a lo poco que contribuye a la generación de energía, la otra petrolera estatal maneja fondos millonarios. El año pasado, recibió partidas del Tesoro por 19.209 millones de pesos, once veces más que el programa Seguridad Alimentaria que maneja el Ministerio de Desarrollo Social, que dispuso de 1761 millones en el mismo período.
Según datos de la consultora Idesa, desde 2005, primer año que tuvo presupuesto, la firma recibió del Tesoro $ 42.789 millones para funcionar. Para dimensionar esa cifra, con ese dinero se podrían pagar 8289 vagones de tren como los que comprará el ministro Florencio Randazzo para renovar los ramales del Mitre y el Sarmiento.
Otro dato: se calcula que desarrollar Vaca Muerta, el yacimiento no convencional que podría encaminar el futuro energético argentino, cuesta US$ 25.000 millones. Enarsa dispuso de la mitad de todo ese dinero desde que se creó y el resultado es, apenas, un pozo petrolero.
En realidad, el grueso del dinero se destina a pagar las abultadas facturas por el gas que importa el país, ante la falta de producción local.
De todas las unidades de negocios, el área petrolera es donde la empresa estatal que maneja Exequiel Espinoza -un patagónico que fue nombrado por el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido- tiene las peores notas.
En materia eléctrica, hay varias centrales, chicas y de mediana potencia, que fueron licitadas por Enarsa, siempre con fondos públicos y no propios. No son pocos los que se preguntan por qué licita y paga la petrolera cuando podría hacerlo la Secretaría de Energía. Las respuestas nunca son claras.
En lo que a exploración off shore se refiere, la firma tiene uno de los reprobados más importantes. La ley le otorgó la titularidad de los permisos de exploración y concesiones de explotación de todos los bloques ubicados en la plataforma continental marítima que no estuvieran adjudicados a la fecha de su creación. Hubo dos licitaciones para explorar y explotar las más de 70 áreas petroleras y se firmaron, con su debido anuncio, muchos memorándum de entendimiento. Pero aún no salió una gota de petróleo de allí bajo la gestión de Enarsa.
“No me va a hacer retroceder en mi pensamiento ninguna presión, ningún lobby . No estoy dispuesto a consentir cualquier funcionamiento. Voy a tomar todas las medidas que sean necesarias para que la Argentina tenga autoabastecimiento de gas”, dijo un Kirchner enfurecido en mayo de 2004 contra las petroleras, a las que les achacaba la situación energética argentina. A casi nueve años de aquel momento, Enarsa está lejos de incrementar el parque instalado, y se convirtió en un reducto de la administración pública mediante el que es más fácil importar gas, ya que puede contratar por invitación y no por licitación.
Ni siquiera la promesa de provincialización de sus acciones se cumplió. Al momento de crearse, el estatuto estableció que el 53% de las tenencias serían del Estado nacional, un 12% se repartiría entre las provincias y el 35 restante saldría a la Bolsa.
El economista Nicolás Gadano, autor del libro Historia del petróleo 1907-1955 , no encuentra demasiado sentido en mantener a Enarsa. “Debiera ser fusionada por absorción con YPF, no tiene sentido mantenerla. Además, considero que YPF manejaría mucho mejor el off shore “, opina.
Sebastián Scheimberg, especialista en Energía de la Fundación Pensar y miembro del Estudio Montamat, resume la performance de Enarsa en pocas palabras: “Lo único que puedo decir es que a lo largo de su historia perforó un único pozo, como lo revelan las estadísticas. Eso fue en 2011. Al año siguiente, le transfirió el área a otra empresa”.
El misterio de los balances
Según datos de la consultora Idesa, Enarsa representa casi el 1% del PBI. Pese a semejante relevancia, los balances de la firma son un misterio. LA NACION se comunicó con el Ministerio de Planificación y con la empresa para pedir los estados contables. En la cartera que maneja Julio De Vido optaron por el silencio; en la petrolera se excusaron por vacaciones. La Auditoría General de la Nación ya advirtió en un informe que la sociedad anónima no cumple con la obligación que establece la ley 19.550 de presentar balances. Enarsa dijo que el retraso se debía a la cantidad de tareas que llevaba adelante. “Sin embargo, la compañía ha adoptado prácticas de buen gobierno”, admite.
El listado de puntos oscuros que dejó hasta ahora la actuación de la empresa podría seguir. Alguna vez el presidente de Ecuador, Rafael Correa, le entregó una licitación para construir la represa más importante de ese país. Pero el gobierno ecuatoriano, más temprano que tarde, desistió de la ayuda cuando advirtió que era poco lo que la empresa argentina podía aportar.