Un estudio de la sociedad de bolsa Puente señala que, con una inversión de u$s 25 mil millones por año, para 2019 el país podría recuperar el superávit energético. Sin embargo, de no llegar los fondos, pronostica que el déficit del sector será de u$s 90 mil millones en los próximos cinco años.
Si bien todavía parece una de las historias de ciencia ficción de Philip Dick o Kurt Vonnegut Jr., el escenario de profunda caída que viene atravesando la producción de hidrocarburos, con el creciente déficit de la balanza de energía, podría revertirse en 2019 gracias a Vaca Muerta y pasar al superávit y las exportaciones. Claro que para ello se deberían desembolsar u$s 25.000 millones por año en inversiones.
En un análisis sobre las perspectivas del sector realizado por la sociedad de bolsa Puente se trazaron dos posibles escenarios extremos para los hidrocarburos. Uno de ellos, optimista, pronostica que se recibirán suficientes inversiones extranjeras para que Argentina alcance un balance energético equilibrado en 2017.
En el informe, elaborado por Agostina Nieves y Gaston Sempere, analistas de Research en Puente, explican que, “de acuerdo al INTI, se necesitarían inversiones por u$s 25.000 millones por año para duplicar la producción de gas y petróleo en 10 años. Suponiendo un crecimiento lineal de la producción el déficit energético sería revertido en 2018, luego de gastar u$s 125.000 millones. A partir de 2019, los incrementos de producción impulsarían las exportaciones de energía lo suficiente como para que continúen las inversiones hasta el décimo año. Más adelante, el superávit acumulado sería suficiente como para repagar la inversión total y duplicar la producción de hidrocarburos en Vaca Muerta, y a partir de entonces cada incremento de exportaciones representaría ganancias para los inversores y para Argentina. No obstante, las altas inversiones requeridas (45% del PBI), la incertidumbre respecto a la producción esperada y el horizonte de inversión serían los principales desafíos”.
Proyección negativa
El otro escenario extremo que plantearon en Puente es el del déficit total sin el aporte de Vaca Muerta, algo irreal ya que la producción no convencional en la formación avanza de forma creciente. De todas formas, para el escenario negativo “se tuvo en cuenta una caída de producción de gas y petróleo durante los próximos cinco años (de acuerdo a las estimaciones de la Secretaría de Energía), con precios de la energía que siguen los precios futuros del gas y el petróleo, y proyectando un déficit energético de u$s 7.400 millones para 2013 y de u$s 2.500 el año pasado.
Suponiendo una función de producción de Leontieff, con la energía representando 1,9% de la actividad económica, de modo que el consumo evolucione al mismo ritmo que la actividad económica (alrededor de 3% por año para los próximos cinco años), “creemos que el déficit energético podría duplicarse en 2015 y triplicarse en 2017. Si la actual tendencia de mayor consumo y caída de la producción no es revertida, Argentina gastaría alrededor u$s 90.000 millones durante los próximos cinco años en importaciones energéticas para sostener el crecimiento económico. Este desahorro podría alcanzar 5% del PBI en cinco años, desde el 2% estimado para 2013”, calcularon. Bajo este escenario extremo, los especialistas de Puente entienden que para que las importaciones de energía no impacten negativamente en el PBI, serían necesarios ingresos de capitales por aproximadamente u$s10.000 millones por año (o unos u$s50.000 millones en cinco años). También sería necesaria una combinación de mayores exportaciones o menores reservas monetarias (ahorro local), y mayor inversión extranjera (ahorro externo) para financiar el déficit energético. Estos ahorros no serían imposibles de alcanzar (sólo representan 2% del PBI) pero “dependerán en parte de factores externos, como términos de intercambio favorables, bajas tasas de interés globales y elevada liquidez global para atraer inversiones extranjeras. Además, si Argentina decide financiar sólo una parte del déficit energético, por ejemplo manteniendo las importaciones de energía constantes en términos del PBI, se provocaría una contracción de -4% en la actividad económica”.
Suponiendo este escenario negativo, Nieves explicó a E&E que “en 2018 el déficit energético podría llegar a crecer un 1000% con respecto al del 2012. Hasta los u$s 22.000 millones”. Nieves también aclaró que para hacer el ejercicio de los escenarios trazaron un cálculo usando los precios de los mercados de futuros que están actualmente altos. También los del GNL que importa Argentina y que se regasifica en cuatro plantas, proceso que es muy caro.
Punto intermedio
Pero lo más probable es que la realidad se ubique en un punto intermedio entre estos dos escenarios. De hecho, la semana pasada en el evento organizado por la Legislatura para analizar el desafío ambiental del shale oil Jorge Lapeña, ex secretario de Energía, opinó que el desabastecimiento debería ser combatido sobre todo a partir de la diversificación energética.
En diálogo con este suplemento, Lapeña explicó que “la producción de gas y petróleo está bajando con una declinación crónica de los yacimientos junto a un incremento sostenido de la demanda, lo que terminó precipitando que desde el 2010 hubiera una importación masiva de combustibles líquidos y gaseosos. Para revertir esa declinación no se debe basar sólo en una estrategia unidireccional de apostar a los hidrocarburos no convencionales, sino que también hay que hacerlo con los hidrocarburos convencionales. El 70% de todas nuestras cuencas sedimentarias están todavía inexploradas. Es decir, Argentina tiene más de un millón de kilómetros cuadrados todavía sin explorar. Y esto nos debe obligar a que no bajemos la guardia en nuevos yacimientos convencionales para ponerlos en producción”.
Con respecto a los yacimientos no convencionales de Vaca Muerta, Lapeña entiende que no constituyen reservas comprobadas sino que son recursos potenciales aunque “todo indica que estos tienen una cuantía muy importante que nos permitiría en el plazo mediato revertir la declinación productiva. Pero para esto tenemos que tener una legislación adecuada que no la tenemos, un Estado fuerte que haga un seguimiento de los contratos que se firman y atraer una corriente inversora muy importante hacia la Argentina que algunos calculan entre u$s 70.000 y u$s 80.000 millones en los próximos 15 o 20 años que vendrán en la medida que Argentina sea previsible y confiable.
Además, Lapeña entiende que “Argentina debe construir una matriz energética menos dependiente de los hidrocarburos aprovechando la energía hidroeléctrica, solar y eólica, entre otras”.
El ex secretario de Energía de Raúl Alfonsín se muestra crítico de la forma en que se expropió YPF a Repsol. “Si la empresa española no invertía, se debió haber expropiado el yacimiento de Vaca Muerta y no las destilerías de YPF. Creo que la medida de la expropiación no fue acertada”. De todas formas, Lapeña aclaró: “Yo estoy de acuerdo con la institución de la expropiación pública, y cuando fui funcionario de Alfonsín tuve que aplicarla con el gasoducto Centro Oeste en Neuquén. No estoy en contra de la expropiación sino de cómo se hizo. Para que se haga, debe ser pagada al precio justo al expropiado. Y esto no ha ocurrido hasta ahora, lo que pone en mora al Estado Nacional y complica la posibilidad de que haya inversiones en el sector para revertir el déficit energético”.
Recuperación terciaria
Por su parte, Nicolas Di Sbroiavacca, especialista en energía de la Fundación Bariloche, entiende que la solución para revertir el déficit “va a depender de una batería de acciones”. “Mi visión es que Vaca Muerta va a necesitar un plazo prolongado no inferior a cinco años. Entonces, en el medio hay que conseguir llegar a mayor producción con recuperación secundaria y terciaria. También se debería avanzar en la zona de frontera en el talud marítimo que se encuentra dentro de las 200 millas marinas. En general, el off shore se desarrolló en la Argentina en la parte menos profunda. Pero hay indicios de que a partir de 1.000 metros podría haber resultados interesantes”. En su visión también tampoco se deben descuidar alianzas con empresas y oros países con YPF como actor primordial hasta que Vaca Muerta empieza a generar una producción considerable.
La recuperación terciaria permite obtener en producción convencional niveles de recuperación del 70%, cuando generalmente ya están declinando su producción. Para ello se utilizan unos polímeros que se inyectan en los pozos, pero se trata de una técnica muy costosa. Obviamente que para avanzar por ese camino se les debería reconocer a los operadores mayores costos.
Di Sbroiavacca también cree que para avanzar en la recuperación de la producción sería clave implementar economías de escala y generar asociaciones entre los concesionarios. “Hay que ser novedosos. Si encontramos un área que está divida en distintos concesionarios pensar en trabajar en conjunto permite compartir soluciones bajando costos”.