Repsol y Telefónica han espantado con una larga cambiada las tentaciones, más o menos aviesas, que desde el otro lado del Atlántico amenazaban la estabilidad de sus respectivos proyectos industriales. Las grandes multinacionales no financieras del Ibex 35 son lo más granado que tiene España para limpiar su imagen de marca a poco que los datos macroeconómicos sentencien el final de la recesión. Las últimas joyas de la corona deben actuar como portadores de la recuperación y por eso dentro del Gobierno todavía se están preguntando quién y con qué intenciones se produce ahora este doble marcaje sobre los dos principales arietes empresariales del país.
En el improvisado gabinete de crisis que de vez en cuando reúne a los ministros de Economía, Exteriores e Industria no están por la labor de forzar una caza de brujas en busca de una hipotética conspiración. El Gobierno prefiere entender que las amenazas son mucho más directas y responden a un denominador común fácilmente deducible a partir de la relación que une los intereses de Pemex en Repsol con los de ATT en Telefónica.
Elemental, querido Slim. Esa es la respuesta sabuesa que se escucha por los aledaños de Moncloa, donde ahora se plantea muy en serio la conveniencia de lanzar una estrategia de contraataque que rebaje los humos del magnate. La solución natural y directa pasa por buscar la intermediación de La Caixa a través de Isidro Fainé, el aliado preferente de Carlos Slim en España y, con permiso de Felipe González, quien más rendimiento ha generado de la llamada conexión mexicana.
En la entidad catalana aseguran que el único interés de su ilustre socio es el que se deriva de la participación que ostenta en YPF. El hombre que estaba considerado hasta hace poco como el más rico del mundo por la revista Forbes no tuvo reparos, sino más bien todo lo contrario, en salir en socorro de Cristina Kirchner comprando el 8,4% de la petrolera argentina pocas semanas después de perpetrarse la expropiación a Repsol. Una operación sorprendente y que en medios del país fue atribuida a la brillante mediación de Juan Manuel Abal Medina, jefe de gabinete presidencial con mando en plaza dentro de la Casa Rosada y cuyo padre es precisamente el principal asesor de Slim para América Latina.
Con estos antecedentes parece lógico que el Gobierno español se tiente la ropa ante el afán con que Pemex ha intentado forzar un acuerdo con Antonio Brufau para resolver el conflicto con Argentina. La multinacional petrolera es una prolongación del Estado mexicano y no es de recibo que el Gobierno reformista de Enrique Peña Nieto vaya a jugarle también una mala pasada a Slim en el mercado energético después de haberle trastocado el monopolio en su feudo tradicional de las telecomunicaciones.
Chevron ultima su alianza con YPF en Vaca Muerta
Si Pemex y Slim van de la mano con Argentina para hacer frente a la posición negociadora de Repsol es algo que se irá viendo con el tiempo, pero lo que está claro es que ambos actúan de mariachis en la oferta orquestada por Miguel Galuccio en su calidad de primer ejecutivo de YPF.La Caixa ha tratado de nadar y guardar la ropa porque además de cuidar su referencia como primer accionista de Repsol no puede olvidar lo bien que le ha ido en su alianza estratégica con Inbursa, tanto cuando compró el 20% del grupo financiero de Slim hace cinco años como ahora que ha tenido que vender un 10% para ajustar su posición de capital a las nuevas exigencias regulatorias.
El gran hermano de La Caixa no quiere perder su condición de primer grupo industrial del país, pero eso obliga también a determinados esfuerzos políticos para preservar las conquistas empresariales que el viento de la crisis amenaza con llevarse por delante. Fainé ha actuado como puente de enlace para resolver el conflicto con Argentina, pero el Gobierno español es el primero que no está dispuesto a firmar un armisticio vergonzoso para la imagen de marca que España tiene que recuperar en los mercados internacionales.
Pemex y La Caixa, con Slim o sin él, están obligados a pasar el testigo de las negociaciones a Brufau para así defender el papel de Repsol como víctima propiciatoria de una expropiación que sólo podrá ser legitimada con su oportuno justiprecio. La posibilidad de que Chevron se una ahora a YPF para explotar una porción de Vaca Muerta puede ser entendida como una afrenta para los intereses de España dificultando el camino de un acuerdo.
La multinacional estadounidense tiene previsto suscribir el próximo días 16 un pacto con el Gobierno de Cristina Kirchner en señal de agradecimiento por el apoyo de los tribunales argentinos en otros conflictos de mayor cuantía padecidos en Ecuador. Además, Chevron podrá liberar de esta forma 300 millones de dólares que no ha conseguido repatriar para sus arcas en Estados Unidos y que ahora serán destinados al yacimiento que fuera descubierto en su día por Repsol.
La empresa española demandará a su homóloga norteamericana y no estaría de más que el resto de accionistas de la petrolera acudieran en apoyo de la reivindicación de Brufau. Solo desde una posición unánime de fuerza se podrá abortar el pleito en los tribunales y saldar la definitiva salida de YPF con un acuerdo amistoso. Al menos ésta es la posición que mueve al Gobierno para reconducir el papel de La Caixa y asegurar que todas las voluntades se aglutinan y dinamizan a favor de una solución digna para Repsol y también para España.
La conexión mexicana de ATT
En Telefónica el disparo ha sido desviado mucho antes de tocar la diana porque el Ministerio de Economía ha hecho ver a los pretendientes de ATT que su intención de cortejar a la compañía que preside César Alierta es algo que honra mucho a España pero no gusta nada a Rajoy. Menos después de conocer que el mismo Carlos Slim cuenta con una posición accionarial indirecta de casi el 3% en la multinacional americana al tiempo que hace negocios con ella en México.
Una vez más Isidro Fainé, como vicepresidente a la vez que decano en el actual consejo de administración de Telefónica, se perfila como el ‘hombre bueno’ para frenar en seco la hipotética carrera del latin tycoon por excelencia y evitar que la relación con el cuate mexicano se convierta en una amistad peligrosa para los intereses patrios. El Gobierno está convencido de que los mejores negocios son los que no dejan daños colaterales y el que evita la ocasión evita el peligro