Es normal que todo tema social – aún temas críticos como la estructura energética – los discutamos en escenarios parciales, mirando facetas que los medios de comunicación han seleccionado previamente. El resultado no puede ser otro que la acentuación de nuestra ignorancia, dejando una y otra vez la iniciativa a algún pequeño grupo de quienes creemos especialistas, o de quienes tienen mejor acceso a bombardearnos con algún esquema de simple comprensión que no podremos discernir si es veraz o no.
Todos los ciudadanos comunes cometemos este error, todo el tiempo. No podemos dedicarnos a ser especialistas del universo de cosas y además nos resulta seductor navegar por la cresta de la ola y opinar desde espacios apenas un poco menos superficiales que el promedio. Así, es frecuente que nos encontremos discutiendo sobre cosas que otro define, sin detenernos a pensar si se ha cumplido con una regla básica que es entender el marco en que la discusión se inscribe.
Con el contrato YPF- Chevron pasa eso. YPF sacó una información reducida. La damos por buena y pasamos a discutir de un lado y de otro si eso es lo posible, lo necesario, lo mejor, que se yo…
Se puede hacer eso, manejándose sobre el amplio espacio de implícitos de la política; las conclusiones no necesariamente deben ser erróneas, pero por una vez tratemos de ser más metódico. Vamos de lo general a lo particular.
EN QUE CONSISTE EL PROBLEMA
Argentina satisface sus necesidades energéticas globales, utilizando las siguientes fuentes:
%
Gas natural 51
Petróleo 39
Hidroelectricidad 5
Nuclear 3
Carbón 1
Varias renovables 1
Teniendo en cuenta que el gas y el petróleo representan el 90% de la oferta, resulta crítico que entre 2003 y 2012 la producción del primero se haya reducido 20% y del segundo 26%. La máxima producción de gas se dio en 2004 y la de petróleo en 2003.
Eso ha llevado a que desde 2011 el saldo entre las exportaciones de energía y sus importaciones se haya hecho negativo, debido a las compras de gas, después de más de 15 años de saldos positivos,. Como ambas producciones – gas y petróleo – siguen cayendo, los valores a importar se hacen mayores y algunos saldos exportables van desapareciendo. Cabe acotar que su incidencia como problema en la balanza comercial es, sin embargo, todavía menor que las importaciones de bienes de capital, o del sector automotriz o de bienes de consumo, en este último caso por el enorme incremento de importaciones de componentes electrónicos.
Para tener una referencia de la relación entre comercio externo y consumo, anotemos que en 2011:
El 13% del consumo nacional de gas natural se importó, mientras el 10% de la producción nacional de petróleo se exportó.
A la fecha el primer número debe ser algo mayor y el segundo algo menor.
LA EXPLICACIÓN MÁS POPULAR
Los críticos al gobierno por supuesto sostienen que se ha desatendido el problema y no se ha puesto suficiente presión sobre los más de 40 concesionarios para que realicen las necesarias tareas de exploración.
La prédica oficial, aunque elude la autocrítica, coincide sobre esa necesidad y de allí la toma de control de YPF, empresa de alto simbolismo nacional, que hoy representa solo el 27% de la producción de gas y el 36% de la producción de petróleo.
Ninguna de las dos miradas pone sobre la mesa que la producción mundial del petróleo ha aumentado solo el 2% en el período 2005/12 y que nada más que 7 de los países con producción relevante de petróleo y gas están aumentando su producción, mientras que ha habido caídas muy significativas en ámbitos tales como Méjico o Arabia Saudita.
La explotación del petróleo y el gas convencionales, o sea aquella en que la presión del yacimiento es suficiente para llevar los fluidos a la superficie una vez concretada la perforación, parece estar llegando a un máximo histórico en el mundo.
Confirmando esto, las nuevas reservas declaradas desde 2009 han sido inferiores a la producción, a pesar que en esta última ya se aplican técnicas de recuperación secundaria que casi duplican los rendimientos por pozo.
O sea: Seguramente los concesionarios no han hecho todos los esfuerzos necesarios. Además, se cometió un grueso error al incentivar las exportaciones durante buena parte de la década del 90 y los primeros años de este siglo. Pero además de eso, la explotación en la Argentina está transitando por una etapa de maduración y decaimiento que no escapa a lo que sucede en buena parte del planeta.
LA SOLUCIÓN EN CURSO
En ese escenario es que aparecen el gas y el petróleo no convencionales.
Se trata de varias – no una – formas de aparición de ambos combustibles, que permanecen ocluidos o adheridos a sólidos, en diversas formaciones geológicas. Alquitranes en arenas a algunos centenares de metros de profundidad; gas o petróleo dentro de rocas con poca porosidad, a varios miles de metros de profundidad; formaciones a 200 metros o a 2000 metros de diferencia de profundidad respecto de las napas de agua. La diversidad es grande.
En cualquier caso, la lógica de la nueva tecnología es la misma: romper los obstáculos y fluidificar los combustibles, para que puedan emerger por presión a la superficie.
Es una técnica conocida hace tiempo, aplicada hace algo más de una década, con resultados no totalmente extrapolables – por lo dicho recién – y con muy baja experiencia acumulada sobre la forma en que evoluciona la producción; esto es: cual es la velocidad con que disminuye el caudal de un pozo a medida que pasa el tiempo.
Tratando de conseguir la información más confiable en este aspecto, además de analizar todo lo informado por YPF, me he apoyado en el libro:
Snake Oil – How fracking´s false promise of plenty imperils our future (El cuento del petróleo – Cómo la falsa promesa de abundancia por la fractura pone en peligro nuestro futuro) – Richard Heinberg (2013).
El autor es un experto reconocido en el sector, miembro de un comité que sostiene la proximidad del pico de producción de petróleo y la necesidad de ir hacia fuentes renovables.
Asimismo, he revisado varias de las numerosas citas del libro, para entender mejor el origen de algunas cifras y conceptos.
Las principales conclusiones del libro, a los efectos de entender nuestro problema, son:
. Las estimaciones de reservas en cualquier yacimiento no convencional son altamente cuestionables, porque se debe computar solo los montos extraíbles, que en algunos casos son inferiores al 10% de aquello que se encuentra en el subsuelo.
. Las variaciones de productividad en el mismo territorio son grandes. Siempre hay una zona más rica, que se detecta geológicamente, que asegura ganancias. Pero ya en Estados Unidos, quienes perforan en la periferia están perdiendo plata.
. La velocidad de caída de producción es tal que un pozo gasífero rinde un 20% de la producción inicial, al cabo de 36 meses. Eso ha hecho que la densidad de perforación sea mucho mayor que la histórica, para mantener la producción.
. La dimensión que se le ha dado al tema en Estados Unidos ha sido incentivada por el sistema financiero – para prestar dinero a inversores – y por las compañías petroleras – para convocar socios -, pero el resultado es más cualitativo que cuantitativo. En efecto, se revirtió la tendencia declinante histórica de la producción norteamericana, pero a pesar del gran ritmo de perforación la extracción gasífera aumentó 25% desde su piso y el país aún es importador. Con el petróleo la perspectiva es aún más confusa.
Las afirmaciones sobre disponer de 100 años de reserva de gas no tienen asidero en lo que hasta ahora se ha alcanzado.
. David Hughes, en su libro “Drill, baby, drill” ( Perfora, cariño, perfora) sostiene que las nuevas reservas utilizadas en Estados Unidos representan unos 4 años de consumo actual de petróleo de ese país y unos 10 años de consumo de gas. Son muy importantes, pero mirado en largo, solo tiran hacia adelante el problema de la caída de oferta.
. El rendimiento energético –energía utilizada para extraer dividido la energía extraída – en un pozo convencional es de 20 a 15. En un pozo no convencional será de 5 para el petróleo y algo menos para el gas. Por lo tanto cuando se habla de reservas no convencionales hay que reducirlas en un 20/25% para considerarlas netas.
. Los eventuales problemas ambientales son eso: eventuales. Hay experiencias muy negativas y otras aceptables. Los grandes consumos de agua; la necesidad de procesar el agua luego de utilizarla; la posibilidad de contaminar las napas de agua o de emitir metano a la atmósfera; son todas cuestiones reales, no meramente sobredimensionadas por activistas anti industriales. Deben ser evaluadas una por una, en términos de participación comunitaria y con decisiones transparentes y controles públicos. Ni YPF ni ningún ámbito oficial deben considerar este tema como movilizado por quienes no comprenden la importancia del desarrollo. Por el contrario, deben considerar su tratamiento como parte del desarrollo.
Mi mirada sobre las cuestiones específicas de la modalidad del contrato YPF-Chevron, en cuanto a la conveniencia de mayor control nacional de las inversiones y a la disponibilidad de la tecnología, en el contexto de lo expuesto, se mantienen y no las reitero, porque las he detallado en otro documento (Por qué no es conveniente…). El hecho nuevo, que aparece el informarse mejor, es que el riesgo es mayor del que suponía. Esta cuestión puede mejorar la probabilidad de sumar socios externos al proyecto.
HAY ALGÚN CAMINO DISTINTO?
El panorama de abastecimiento de petróleo y gas a mediano y largo plazo es al menos gris, por lo que es imperioso alejarse de la explicación única que imputa el problema a la morosidad de decisiones de algún funcionario o a la avaricia de las compañías concesionarias. Ambas cosas seguramente se dieron, pero sobre eso está la maduración y declinación de nuestros yacimientos y nuestra demanda energética cargada encima del gas y el petróleo de manera demasiado sesgada.
Agreguemos algunos datos más.
Para qué usamos la energía
%
34 Residencias, comercio y sector público
32 Transporte
27 Usos industriales
7 Producción agropecuaria
En qué forma se usa la energía. Las principales maneras son:
%
35 Gas por redes
20 Electricidad
17 Gas oil y diesel oil
13 Nafta
Para generar esa electricidad se utilizan varias fuentes. El gas natural utilizado con ese destino, permite producir el 20% de la electricidad nacional, representando a su vez más del 25% del total de consumo de gas en el país y por lo tanto más del doble del gas importado.
Resulta bastante claro concluir que el país ha armado una estructura de satisfacción de necesidades domiciliarias, además de la generación de energía eléctrica, con el adicional del gas para transporte automotor, insólitamente promovido durante muchos años con bajos precios, sobre un insumo – EL GAS – que debe importar de modo creciente.
Hay dos opciones:
a) Admitir que ese déficit comercial existirá y deberá ser cubierto con reducción de otras importaciones o expansión de otras exportaciones. Entre numerosos ejemplos, podríamos mencionar que Japón no tiene una gota de petróleo y eso no provoca suicidios en masa.
b) Definir un perfil de usos prioritarios del gas – para industria, para algunas formas de transporte – y diseñar un camino de reemplazo del gas en la generación de electricidad, por fuentes renovables, que permita luego también reemplazar parte el uso del gas domiciliario por mayor oferta de electricidad.
La decisión entre una y otra vía supera lo que se pretende en este modesto aporte. Simplemente, para poder comparar el esfuerzo con el actual plan de YPF, agrego alguna información sobre la posibilidad de generación de energía eólica en el país.
. Una primera estimación de posibilidades de generación de energía eléctrica de origen eólico prevé que se pueden instalar 5000 MW ( 16% de la capacidad total). Teniendo en cuenta que un sistema eólico nunca funciona al 100% de su capacidad, se ha estimado que con prudencia podría aportar al menos 2000 MW a la red.
Comparado con la energía generada usando gas natural, esa presencia eólica eliminaría casi totalmente la necesidad de importar gas. No quiero agregar datos sobre energía de origen solar; energía a partir de biomasa y otras, porque ya bastante tedioso es acumular tantos porcentajes. Solo se han presentado porque resulta necesario escapar a los análisis puramente cualitativos.
. En cuanto al costo de un proyecto eólico de tal magnitud, tengamos en cuenta:
. Chile tiene en ejecución un programa para llegar a 1700 MW de generación, un 15% de sus necesidades globales.
. Con los datos de estudios chilenos, que tienen mucha información, 5000 MW requieren una inversión de unos 7000 Millones de dólares, cifra bastante menor que la prevista en el plan de inversiones de YPF, con rentabilidad claramente más segura y al alcance una corporación nacional – que hasta podría ser una división de YPF – que se fondee en el país. No hay que explorar, no hay que asociar inversores externos, solo hay que comprar algunos componentes, que también pueden planificarse de ejecución nacional.
No quise presentar, ni está a mi alcance, un plan energético alternativo. Solo mostrar que hay dudas serias sobre el camino que se está implementando y que hay variantes importantes a sumar, que le darían incluso más solvencia a lo que está en marcha.