Ingeniería petrolera: cómo se gestó el acuerdo para pagar YPF

Por Diego Cabot | LA NACION

La cumbre empezó a horario. Estaban cara a cara por primera vez el ministro de Industria, Energía y Turismo de España, José Manuel Soria; el director general de Pemex, Emilio Lozoya; el ministro de Economía, Axel Kicillof; el secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini y el embajador en España, Carlos Bettini. Por Repsol se sentó el director de Negocios, Nemesio Fernández Cuesta, además de Isidro Fainé en representación de Caixabank, accionista de la petrolera española. El anfitrión fue el presidente de YPF, Miguel Galuccio.
Zannini abrió la reunión. Dijo que se había estructurado un acuerdo entre los gobiernos de España, México y Argentina. “Ese espíritu de cooperación no existe de parte de Repsol; sí de España, que está representado por un ministro”, dijo el funcionario. Luego hablaron los demás. Hubo cuatro interrupciones; tres para que el representante de Repsol llamara por teléfono a su jefe y presidente de la petrolera, Antonio Brufau; la cuarta fue para almorzar.
A las 15, el acuerdo estaba cerrado. En ese momento fue Soria el que dijo que ya había que comunicarlo a los medios. Esperaron a que cerraran los mercados y luego sí, se despachó el comunicado.
Atrás quedó un año de viajes, reuniones y negociaciones inconclusas. Atrás también quedaron aquellos encendidos discursos -encabezados por la presidenta Cristina Kirchner y Kicillof- que sirvieron de cotillón de artificio de la traumática estatización de la principal empresa argentina.
Atrás también quedó la voluntad del ahora ministro de Economía de cobrar por los daños que Repsol propinó al país y de no pagar por una expropiación ilegal.
Todo cambió. Se terminaba de acordar un pago de 5000 millones de dólares. Aquí, la historia de cómo se gestó un convenio clave para el futuro energético argentino.
Aquel discurso estatizador y casi vengativo de la Presidenta se empezó a amoldar a la realidad hace 11 meses. En ese momento, cuentan que en Olivos hubo una reunión en la que estaban la jefa del Estado, Zannini y Galuccio. Fue el embrión del principio de acuerdo al que se llegó el lunes.
El petrolero sintetizó los problemas que tenía YPF para diseñar una estrategia de negocios a futuro. Con esa etapa irresuelta no se podía avanzar. Zannini fue uno de los impulsores de pagar por la empresa hasta entonces confiscada. Desde Madrid, Bettini también le habló al oído a la Presidenta. Finalmente se optó por habilitar una vía de diálogo.
Entre enero y febrero empezaron las conversaciones. Fue Bettini el que trazó un panorama de cómo se movía el Consejo Directivo de Repsol. Apagado el canal Brufau, la decisión fue intentar con Fainé, presidente de Caixabank, poderosa entidad bancaria catalana que preside el ejecutivo y que es dueña del 12,53% de las acciones de la petrolera.
El lunes 25 de febrero pasado el ejecutivo estuvo en la Casa Rosada y se reunió con Cristina Kirchner. No era el primer viaje del catalán; en enero ya había estado en Buenos Aires, acompañado por Bettini.
Fainé se llevó un borrador en el que se hablaba de 6000 millones de dólares, mayoritariamente pero pagaderos con activos. Los negociadores propusieron crear una sociedad de la que participarían Repsol e YPF para explorar parte del yacimiento no convencional Vaca Muerta. El dinero de la indemnización, según ese acuerdo, se reinvertiría en el desarrollo de la cuenca. De esa manera, aspiraban en YPF, ese activo puesto en valor tendría un valor superior al que se establecía en el acuerdo.
Anteayer, al teléfono desde Madrid, una fuente conocedora de la vida interna de Repsol sostenía que Fainé jamás votó contra Brufau y que más allá de algún enfrentamiento, han hecho una carrera juntos en las principales empresas catalanas. Las acciones de la petrolera están repartidas entre tres empresas y el mercado. Caixabank tiene 12,53%; la constructora Sacyr, 9,73%; Petróleos Mexicanos (Pemex), 9,43%, mientras que en el mercado flota 62,93 por ciento.
Fainé no logró imponer el acuerdo. Desde España, consideraron que los directivos de la petrolera española no estaban de acuerdo con una nueva asociación. Además -contaron el viernes desde Madrid-, había diferencias respecto de la valuación que se entregaba como parte de la compensación. “Hubo un excesivo optimismo argentino y un desconocimiento de cómo funcionan. En los momentos más importantes, Fainé jamás votó contra Brufau”, contó la fuente.
Las discrepancias por la valuación pasaron a ser el motivo de desacuerdo. En febrero pasado, técnicos de Repsol y de YPF, incluido Galuccio, se encontraron en una importante capital europea. El propósito era ponerse de acuerdo sobre el precio y las bondades de ese subsuelo petrolero.
En Buenos Aires ya no había dudas de la necesidad de acordar. Los pocos hombres que sabían de las negociaciones tomaron un término del más común lunfardo porteño para referirse internamente a la operación.
Pese a ese encuentro en Europa, la propuesta quedó trunca. Fainé llegó a España y se mantuvo dentro de los andariveles que marcaba Brufau. “Previsible”, resume ahora una fuente desde Madrid. Otra que participó en alguna de las reuniones dijo que Fainé, hombre del mundo financiero, no tenía conocimientos petroleros suficientes como para defender el acuerdo. Todo quedó ahí.
Galuccio y Bettini -“un optimista del acuerdo”, como lo definió uno de los negociadores- iniciaron el camino de los mexicanos de Pemex. El CEO de YPF tenía el camino allanado con la petrolera. Sucede que en su época de gerente general de Operaciones de Schlumberger para México y América Central, el entrerriano convirtió a Pemex en uno de los principales clientes del mundo de la empresa alemana. Los contactos eran inmejorables.
NUEVO INTENTO
Una comitiva de cinco técnicos de Pemex llegó a Buenos Aires. En la torre de Puerto Madero se les habilitó un dataroom, una sala a la que se llevaría toda la información que solicitaran los mexicanos. En julio, ingenieros de Repsol cruzaron el océano Atlántico. El punto de reunión entre profesionales del petróleo de las dos petroleras fue en el Distrito Federal.
Además de los datos que se llevaron de Buenos Aires, los ejecutivos de Pemex, lideraros por el presidente de la empresa, Emilio Lozoya, habían contratado a dos consultoras internacionales para valuar y evaluar los yacimientos ofrecidos por YPF. Un ejecutivo que conoció esos informes elaborados por Ryders Scott y De Goyler & McNaugthon sostuvo que los activos tenían un valor suficiente como para compensar a Repsol. En Madrid, en cambio, dijeron que el precio era demasiado alto.
Finalmente surgió otra propuesta compleja. Entre Galuccio y la Casa Rosada se convocó a varias provincias, pero en especial a Neuquén. Sucede que los yacimientos corresponden a las provincias. Para salvar este impedimento, la Nación iba a comprar a los distritos ciertos yacimientos a cambio de bonos. Inmediatamente se daba vuelta y los entregaba a Repsol como compensación.
Según pudo saber LA NACION, con esos activos se capitalizaba 46% de la nueva sociedad. Como la intención era que tanto Repsol como YPF tuvieran 50% de la nueva empresa, los mexicanos de Pemex se comprometieron a entregar a sus socios españoles el restante 4% en instrumentos líquidos. El nuevo borrador llegó al Consejo Directivo hace no más de dos meses. En Madrid, la asociación indemnizatoria fracasó.
Mientras el acercamiento se producía, la estrategia de Brufau de minar de reclamos y juicios a los que intentaran una asociación con YPF se intensificaba. En Alemania, los principales ejecutivos de la poderosa petrolera Wintershall analizaron un principio de asociación con YPF en Vaca Muerta. “Imposible avanzar hasta que no se resuelva el tema Repsol”, fue la respuesta que llegó desde Kassel, sede de la compañía.
La paradoja se había instalado en la petrolera estatizada. Con sus razones, Repsol socio con 12% de las acciones, había elaborado una estrategia de tomar de rehén a YPF con sus reclamos. Y lo lograba.
El 1° de octubre, Galuccio expuso en Londres en la Oil&Money Conference. Había tomado una decisión: ir a Madrid y hablar con la prensa. “Antes de fin de año habrá una solución”, dijo el 3 de octubre en Madrid. Además del contacto con los periodistas, se reunió con Soria, ministro de Industria español. El encuentro, que debía ser secreto, se hizo en un hotel del Paseo de la Castellana, minutos después de que el CEO de YPF se reuniera con la prensa. Inmediatamente, la reunión trascendió. El viaje fue acordado con los mexicanos de Pemex para dar una señal pública de que la Argentina estaba dispuesta a negociar.
El 19 de octubre, el presidente de México, Enrique Peña Nieto plantea por primera vez el tema al máximo nivel político, en una reunión en Panamá con su par Español, Mariano Rajoy. El mandatario llevaba una carpeta preparada por la empresa en la que explicaba por qué se descartaron las anteriores ofertas.
A principios de noviembre la presión mexicana se empezó a sentir. Del otro lado del océano llegaban versiones de paralizar todas sus inversiones en España.
El 14 de noviembre Soria viajó a México. Llevó una carpeta de 50 páginas que le entregó Brufau. Los términos eran los mismos que repetían hacía meses: US$ 5000 millones en activos líquidos, nada de activos o nuevas asociaciones con YPF. En México hubo novedades: la Argentina estaba dispuesta a negociar con la emisión de un bono. En la reunión de Soria con Lozoya, también participó el secretario de Energía, Pedro Coldwell, el español escuchó fuertes críticas a Brufau y lo acusó de ser intransigente con la Argentina.
MÁS PRESIÓN MEXICANA
Pemex subió la presión sobre el presidente de Repsol. Mientras hablaba a diario con la Casa Rosada, Lozoya lo denunció ante el Congreso mexicano por su “alta remuneración” y por el mal manejo de la firma.
El jueves 21 de noviembre, un hombre de máxima confianza de Rajoy le dijo a Sergio Massa en Madrid que estaban cerca de un arreglo. “Estamos a un 30% del precio con el que llegaríamos a un acuerdo”, le dijo. Cuentan que Rajoy no lo recibió para no interferir en la negociación. El diputado electo intentó traer información de primera mano. Hay quienes dicen haberlo visto el sábado 23 de noviembre por el Paseo de la Castellana, cerca de donde se levantan varios de los edificios corporativos más importantes de Madrid, entre ellos, el de Repsol.
En Buenos Aires, Kicillof había cambiado de opinión. De los retos a Repsol y las amenazas de juicios por daños ambientales pasó, en silencio, a diseñar un bono para pagarles a los españoles 5000 millones de dólares. Pragmatismo kirchnerista puro.
El sábado 23, la Presidenta dio el consentimiento para pagar esos 5000 millones de dólares en bonos que cancelará, seguramente, otra administración. Galuccio y Zannini delegaron el diseño del bono en Kicillof, que, a su vez, se lo entregó a dos personas de confianza, una de YPF y otra del Ministerio de Economía.
Esa misma tarde, la noticia llegó a Madrid. El domingo pasado todos organizaron el viaje a Buenos Aires. Desde España venían el embajador Bettini, el ministro Soria, Fainé y Nemesio Fernández Cuesta, un hombre de estrecha confianza de Brufau. Solloza armó las valijas en México mientras que Galuccio, Zannini y Kicillof esperaban acá.
A las 11, todos llegaron puntuales y subieron directo de la cochera al piso 33. Ya no había tanta tensión; todo estaba prácticamente acordado. Fainé, el hombre de los acuerdos truncos, permaneció muy callado; Kicillof habló con un tono más cauto que el que exhibió en abril de 2012; Zannini era la voz oficial del Gobierno. Fernández Cuesta se paró tres veces a hablar con Brufau, que desde Madrid repetía las mismas instrucciones. Al mediodía almorzaron ahí, en plena torre vidriada. Ensaladas y lomo argentino fue el plato que ofrecieron los anfitriones. A las 15, el acuerdo estaba firmado. No se escribió nada, apenas un comunicado en el que se expresaba la voluntad de acuerdo. Aún no hay letra grande, menos chica.
“Está la música, falta la letra”, dijeron en Madrid. Por lo pronto, en la Argentina bailan de contentos al ritmo de esa melodía.
ENTRE FALTAZOS Y UN VOCERO QUE HABLÓ
El martes sesionó el Consejo Directivo de Repsol, en Madrid. Se trataba de una de las reuniones más importantes de los últimos años. La sorpresa fue cuando se pasó lista. El gran ausente fue Isidro Fainé, representante de la CaixaBank y principal impulsor del acuerdo con YPF. El hombre, que según decían en la Argentina estaba enfrentado con Antonio Brufau, se tomó un avión y partió rumbo a Hong Kong. Pero había más sorpresas: dejó un poder para que Brufau votara por él. Así enterró todas las especulaciones que corrían en la Argentina sobre el enfrentamiento entre ambos.
El lunes, un día antes de la junta directiva, los teléfonos de la petrolera estallaron. Sucede que esa mañana estaba agendado un acto oficial al que había comprometido la presencia del ministro de Industria español, José Manuel Soria. Pero el funcionario no llegó. Un periodista quiso saber dónde estaba y un vocero de palabra fácil respondió: “El ministro está en Buenos Aires, en una reunión por el acuerdo con YPF”. El vocero se quedó solo; los periodistas corrieron a llamar a Repsol.
Con la colaboración de Martín Rodríguez Yebra
La Nación