“Galuccio está cambiando la política petrolera del Gobierno”

El economista y ex técnico de YPF y Repsol analiza el presente y los desafíos futuros del mercado petrolero argentino, en una charla con LPO. “Hay que fusionar Enarsa con YPF, que podría gestionar mejor sus recursos”, advierte.
Diego Genoud.- En un tiempo gobernado por el corto plazo, Nicolás Gadano elige mirar el presente desde la historia. Después de haber pasado por YPF y Repsol, este economista de 47 años está comenzando a trabajar en el segundo tomo de un libro, “Historia del petróleo en la Argentina”, que se convirtió en referencia para los que buscan discutir el rumbo de la empresa que fundó Enrique Mosconi y hoy conduce Miguel Galuccio.
 
 
 
Dos obstáculos demoran el estudio con el que Gadano pretende llegar hasta la actualidad: el tiempo que no tiene para dedicarse a escribir y la coyuntura cambiante que va corriendo desde atrás. “La historia avanza más rápido de lo que puedo contar”, dice. Fugaz funcionario del ensayo fallido de la Alianza e investigador del CIPPEC, hoy atiende en el cuarto piso del Banco Ciudad, aunque –aclara- no forma parte del PRO. Su enfoque puede sonar provocador para muchos: afirma que YPF fue una creación de la Argentina oligárquica, sostiene que van a pasar varias generaciones antes de ver los resultados de Vaca Muerta y dice que hoy hay que discutir una nueva ley de hidrocarburos con los ambientalistas en el Congreso.
 
 
 
¿El acuerdo del gobierno con Chevrón es comparable al de Perón con la Standard Oil?
 
 
 
Cada circunstancia histórica es distinta, pero acá hay varios puntos en común, que son interesantes. Uno es el contexto, que es una situación macroeconómica en la que el país está en una especie de trampa de estrangulamiento externo y, si crece, demanda muchas importaciones de combustible cuando cuenta con pocas divisas para importar.
 
 
 
La segunda similitud es cierto giro pragmático de un gobierno –tanto aquel como este- que advierte que sin el concurso de la inversión extranjera, que antes había desalentado, no va a poder revertir esa situación. Hay un potencial y una dificultad para liberar ese potencial: en aquellos años eran los descubrimientos de reservas convencionales en las cuencas de Salta. Hoy pasa algo similar con Vaca Muerta: el esfuerzo de inversión, de tecnología y de equipamiento es muy grande.
 
 
 
Además, se da el detalle histórico, que es como la frutillita del postre, de que Chevron es la Standard Oil of California: cambió de nombre, después sumó los activos de Texaco pero es la misma compañía. Básicamente, Argentina siempre ha estado en el mismo dilema, primero si permitir o no la inversión extranjera directa y después cómo administrarla.
 
 
 
¿Qué le criticaría al gobierno en esta etapa?
 
 
 
Más que crítica, tengo una reflexión. La historia nos muestra que para hacer un desarrollo, un programa petrolero que incorpore la inversión privada –extranjera y local- e incluya la problemática de los recursos no convencionales hace falta que el diseño institucional, la discusión política y la construcción de consensos sean mucho más sólidos que lo que permite la urgencia macroeconómica.
 
 
 
Argentina necesita una nueva ley de hidrocarburos. La actual es vieja, no está adaptada a la realidad de que el dominio es provincial, ni a las nuevas tecnologías, ni a los nuevos contratos. Se requiere una ley marco de la cual se desprendan las legislaciones provinciales. Hoy el dominio es de las provincias, pero la política de hidrocarburos y de abastecimiento energético son responsabilidad del gobierno federal.
 
 
 
¿No tendría que volver el dominio a la Nación con una nueva ley?
 
 
 
El dominio provincial se incluyó en la Constitución de 1994. Mi visión es que lo mejor hubiera sido mantenerlo bajo el dominio de la Nación pero hoy las provincias son las que otorgan las concesiones, los permisos de explotación y determinan cuánto se paga. Ahora, si cada provincia hace lo que quiere, eso va a ir en contra de la inversión. Además, las cuencas no respetan las fronteras provinciales, sino que las exceden. Necesitás un programa muy articulado entre Nación y provincia, que la inversión vea que no hay disputas y las reglas del juego son claras. Todo eso lleva mucho tiempo y mucha discusión política, en la cual uno tiene que negociar.

 
 
 
Por eso, las decisiones trascendentales terminan saliendo siempre por decreto.
 
 
 
Un decreto presidencial es pan para hoy y hambre para mañana. Hay varias experiencias, la de Perón, la de Frondizi, la de Menem, que en el marco de estas urgencias económicas, salieron rápido pero sin consenso. Y fueron experiencias fallidas que duran un período de tiempo, cinco, diez años y después se revierten.
 
 
 
Noruega es un ejemplo no sólo por su empresa estatal de petróleo State Oil, que es reconocida internacionalmente sino también por cómo han manejado sus recursos. Hay una política petrolera sostenida a lo largo del tiempo y no depende de un Presidente. Ese es un modelo. Pero hoy Argentina de nuevo está en una urgencia energética y macroeconómica y el que está en el poder dice “Necesito las inversiones ya. No me puedo dar el lujo de estar dos años en el Congreso con las discusiones”. Hasta los empresarios petroleros te dicen, en una posición que considero errónea: “Si vas al Congreso, te sale cualquier cosa”. Pero los atajos de un decreto duran poco. Ya lo vimos eso.
 
 
 
El futuro de YPF y el falso nacionalismo
 
 
 
¿Qué va a hacer la oposición con YPF?
 
 
 
No sé. Muchos nos opusimos a la expropiación aunque queríamos tener una empresa estatal de Energía. Las circunstancias están demostrando que el problema no era puntualmente YPF. Necesitamos que así como YPF está dando vuelta la curva de producción, también lo hagan las demás empresas. Y para eso, hay que armar un esquema que resulte atractivo. Argentina le va a tener que pagar a Repsol y no creo que nadie en la oposición hoy esté pensando que hay que volver a privatizar.
 
 
 
¿Y hacia adelante?
 
 
 
Lo que yo estudiaría o haría es fusionar Enarsa con YPF porque Enarsa nunca cumplió el objetivo para el que fue creada. Está con proyectos muy pequeños y con una carga enorme que ha sido importar combustibles. Tiene un activo valioso, que es todo el dominio del off shore y que no ha sido explotado como corresponde y que YPF lo manejaría mucho mejor. Y me parece que YPF de acá en adelante va a ser una herramienta muy importante para la política energética nacional.
 
 
 
¿Cómo ve la gestión de Miguel Galuccio?
 
 
 
Tiene las condiciones para ser un buen presidente de YPF. Experiencia en los campos de la Argentina, un equipo muy profesional y formación en upstream, que es el eje del problema, exploración y producción. El diseño que se hizo es muy adecuado y reproduce el modelo que ha funcionado muy bien en otros países, como Brasil. Falta reducir subsidios y que el precio al consumidor todavía suba –lo que va a ser traumático- para estar más cerca de lo que hay que pagarle al productor. Recién cuando desembarcó en YPF, el gobierno creyó los argumentos que le daba la industria. La conducción de YPF está contribuyendo a que el gobierno modifique su política hacia la industria. También lo hizo para cerrar el diferendo con Repsol antes de llegar a un juicio complicado.
 
¿Por qué discute en su libro con las ideas principales del llamado nacionalismo petrolero?
 
 
 
Lo que discuto es que el nacionalismo petrolero construye una historia de mitos que no se condice con la realidad. Intenta ajustar la historia petrolera a una versión bastante vulgar y estándar de la historia política argentina, que dice que los buenos fueron Yrigoyen y Perón y los malos, el resto. Y la historia petrolera es mucho más compleja. YPF no es una creación de Yrigoyen: es una creación de la Argentina oligárquica y se consolida en la Argentina de los 30, que es mala palabra. Alvear, el radicalismo que no le gusta al nacionalismo, y Justo, en la década infame. Es paradójico cómo Perón termina en el 55 con los contratos y cae derrocado cuando se denunciaba que estaba entregando el país a la Standard Oil. Y la Revolución Libertadora, asociada al liberalismo, reacciona con una política ultranacionalista, que dura muy poco.
 
Entonces, yo creo que el nacionalismo petrolero, que pone mucho énfasis en la explotación estatal, no ha dado respuesta al verdadero desafío, que es darle a la Argentina abastecimiento energético seguro. En todo el mundo hay ejemplos de que se puede trabajar con un adecuado reparto de la renta, con una adecuada protección ambiental y con inversión privada.
 
 
 
¿Eso lo puede hacer Galuccio?
 
 
 
Lo puede hacer el gobierno argentino. Galuccio tiene esa visión también. El problema de YPF no es la conducción de la empresa, sino el entorno con el que se enfrenta. Tiene que pagar una tasa de 8,5 % en dólares porque Argentina abandonó su crédito público durante años.
 
 
 
¿Y qué le criticaría a la visión liberal clásica que se contrapone a ese nacionalismo petrolero?
 
 
 
Que el problema de la Argentina ha sido la falta de planificación energética porque la energía no es una mercancía como los caramelos. Lo estamos viendo: cuando hay problemas de abastecimiento energético, el problema es general. Se puede combinar con participación privada pero el único que está en condiciones de planificar y decirles a los privados cuál es su rol y hacia dónde vamos es el Estado. En los noventa, eso se dejó de lado y lo hemos padecido.
 
Los especialistas coinciden en que, más allá de la crisis que vino después con las políticas del kirchnerismo, las autorizaciones de exportación de gas natural de los noventa se basaban en una idea de excedente que no tenía respaldo en la realidad de los yacimientos, sobre todo Loma de la Lata, que ya estaba en declinación. Hubiera sido difícil cumplir con todos esos compromisos y con el abastecimiento interno justamente porque no había una planificación.
 
 
 
El grupo de los ex secretarios de Energía enfatiza sobre todo en garantizarle al sector privado una alfombra roja para que invierta. ¿Es lo único que hace falta?
 
 
 
Eso pasa con quien ya estuvo en funciones, que está muy atado a lo que dijo o hizo en su momento. Yo no comparto y me parece que en cualquier país del mundo la industria de la energía se regula mucho. Y además acá hay una discusión que es la renta, la plata. El recurso es del Estado, eso no se discute. Puede discutirse si es provincial o federal, pero nunca de los privados. A mí me preocupa mucho el dominio provincial, y mucho más con la experiencia histórica. Porque sin desmerecer a las provincias, uno ha visto que los permisos de exploración que primero se dan son para empresas sin experiencia petrolera previa.
 
 
 
En el libro, cuento como cuando –en los años veinte- se produce el primer boom de empresas que querían venir a la Argentina (la Standard Oil, la Shell, la Anglo Persian), los empresarios argentinos, con esa cosa tan especuladora, desertora del rol de empresario, lo que hacían era buscar sus contactos y conseguir sus permisos de exploración colindantes a dónde el Estado había descubierto petróleo, tanto en Comodoro Rivadavia como en Plaza Huincul. Y después, en lugar de decir ahora me voy a convertir en petrolero, esperaban y le vendían esos mismos permisos por millones de dólares a las grandes empresas internacionales. La única excepción fue una compañía que se llamó Astra. No sería bueno que lo mismo pase ahora en un nuevo ciclo de empresarios, que uno los conoce de otros sectores y de repente se convierten en petroleros. Como pasó en una provincia del Sur.

 
 
 
Lázaro Báez, Cristóbal López, Manzano…
 
 
 
No quiero hacer nombres pero temo que la vocación petrolera de esos empresarios sea muy efímera y que terminen vendiendo a las grandes empresas. Para una explotación a gran escala de una tecnología nueva, YPF no necesita socios de menor escala, sino grandes que traigan divisas y tecnología.
 
 
 
La generación Vaca Muerta
 
 
 
El autoabastecimiento energético del que tanto se habla ¿fue una constante o una excepción en la historia argentina?
 
 
 
Creo que no fue una excepción. Por supuesto que hay un patrón de volatilidad importante pero también es cierto que la producción petrolera hasta 1998 fue creciendo. Frondizi la multiplica por 3, Argentina se gasifica con grandes yacimientos y sobre el final de la década del 80 se acerca al equilibrio y se consolida con el boom de producción de los 90. Pasar rápidamente a ser un exportador fue un gran error porque no teníamos base productiva para tanto.
 
Me parece que autoabastecimiento no fue accidental ni anecdótico. Pero tampoco es una cosa consolidada, de hecho ya lo perdimos. Va a llevar unos cuantos años y un esfuerzo, la Argentina va a tener que pagar mucho más de lo que está pagando por la energía. Ahora y después.
 
 
 
¿Quién va a ver los resultados de Vaca Muerta?
 
 
 
Van a pasar varias generaciones de argentinos antes de verlos. Si logramos hacer una explotación que surge de un consenso articulado en el Congreso, con las provincias, con las empresas, los consumidores, los grupos ambientalistas que son muy importantes, las comunidades mapuches en el caso de Neuquén, los trabajadores… Ese esfuerzo de construcción política va a llevar un tiempo pero puede funcionar. Cuando se habla de las proyecciones para explotar no convencionales, se piensa en 20 años hacia adelante. Es una explotación a largo plazo, en donde habrá que cuidar mucho el tema del agua, de las explosiones, de todo lo que tiene que ver con el fracking. Si alguien cree que eso traerá resultados en el corto plazo, se equivoca. Es algo grande que va a dar resultados, si se encara en forma inteligente, en el largo plazo. Por eso creo que lo de Chevron estuvo bien, pero la forma en que se hizo es muy pobre.
 
 
Pareciera que nadie está pensando en incluir a las comunidades afectadas y a los grupos ambientalistas.
 
 
 
Es que es algo inevitable. Están incluidos de hecho. Los que piensan que no hay que llevar a los ambientalistas al Congreso para evitar el quilombo, se equivocan. No llevarlos es peor porque después vas a tener a gran parte de la sociedad que está preocupada legítimamente -y que reconoce en esas organizaciones legitimidad- en contra del fracking. Entonces, hacé el esfuerzo de explicar todas las veces que tengas que explicar, de ceder, tendrás que invertir un poquito más, irás más despacio pero vas a avanzar.
 
 
 
Los optimistas dicen que Vaca Muerta es como tener soja a mil dólares por 30 años…
 
 
 
El exceso de optimismo sobre Vaca Muerta es contraproducente. La sociedad argentina va a caer en la esquizofrenia porque tenemos una realidad donde se corta la energía todo el tiempo y se le dice que estamos frente a una especie de milagro que nos va a salvar a todos. Aunque hay algo de verdad en esa frase, hay que explicarlo con mucho más cuidado. El recurso no convencional es como llevar la soja a la Patagonia, es ir a extraer recursos menos productivos que los convencionales, más caros, de resultados más inciertos. Vaca Muerta tiene un potencial enorme, pero la Argentina ha tendido a sobreestimar la riqueza. Esa idea paranoica-nacionalista de que nosotros, siempre, estamos sentados sobre algo que quiere todo el mundo. Nos lo quieren robar. Hay dirigentes de la oposición que contribuyen mucho con esa idea. Así, cualquier contrato con extranjeros nos va a parecer una estafa.
 
 
 

YPF sufre porque la usan
 
 
 
En su libro, usted dice que YPF era un elefante herido, incapaz y sin rumbo.
 
 
 
Si, me refiero al final. Me pregunto cómo puede ser que YPF, que era casi la novia de los argentinos, haya sido privatizada prácticamente sin protestas. Hubo, pero sobre todo de sus trabajadores. Es la sociedad la que aprobó eso.
 
Y se explica porque YPF venía de un maltrato de los sucesivos gobiernos que la había dejado nocaut y con una presencia sindical inmanejable. Un sindicato corrupto, que tenía mucho más poder que las gestiones.
 
 
 
¿Es distinto ahora?
 
 
 
Si, ahora es completamente distinto. YPF le compraba el crudo a la patria contratista y por política se la tenía que vender a la Shell y a la Esso muchísimo más barato. Cada vez que hacía esa operación, perdía plata.
 
 
 
¿Cómo definiría hoy a YPF?
 
 
 
Trabajé en YPF y reivindico la época de Estenssoro, de inicios de los noventa, porque tuvo virtudes excepcionales. Y la más importante fue que no se hizo en el contexto de la urgencia macro, 89/90. La empresa se reestructuró, el Estado preservó el 20 por ciento, cotizaba en Bolsa. No era controlada por ningún grupo internacional y la política se decidía en Argentina. Era un modelo de empresa parecido al actual, que se empezó a expandir al mundo y a Latinoamérica. Competía y se asociaba. Hoy diría que YPF es un caballo ágil, que arrastra un carro pesado y va transitando por un lodazal. Empuja, transpira y avanza. En otro terreno, galoparía a gran velocidad. En este, no.
 
 
 
 
También de la era Estenssoro surgieron después los piqueteros.
 
 
 
Sí, está bien, pero la verdad es que YPF con 50 mil empleados no podía funcionar. La plata de las indemnizaciones se podría haber utilizado mejor en lugares como Tartagal y Plaza Huincul. Pero no hubo planificación. Muchas veces YPF fue utilizada para resolver objetivos de corto plazo de otro tipo. Los combustibles como ancla antiinflacionaria, algo ridículo e insostenible, que ahora ya no está sucediendo. En la dictadura YPF fue usada como herramienta de endeudamiento para sostener una política, la de la tablita cambiaria, que no aguantaba más. Y se endeuda por 6.000 millones dólares. Cuando la urgencia domina, YPF sufre y se descapitaliza el sector.
 
 
 
 
 
El segundo tomo de tu libro, ¿también arroja un balance de luces y sombras?
 
 
 
Si, también. Si en la primera mitad del siglo fuimos hacia el monopolio estatal y el dominio federal, en la segunda mitad fuimos hacia una participación mayor del sector privado y el domino provincial. La etapa de Frondizi es central y está muy vigente.
 
 
 
¿Quién entiende dentro de la dirigencia la complejidad que usted ve en el desafío de Vaca Muerta?
 
 
 
Hay bastante gente, incluso en el gobierno, claramente en YPF. Kicillof dijo hace poco algo que explica en alguna medida lo que pasó. El dice que en estos diez años se puso al sector energético al servicio del crecimiento industrial y de la distribución del ingreso. Y creo que efectivamente fue puesta al servicio del crecimiento pero no de la distribución porque sabemos que los subsidios benefician a todos por igual. Energía barata, puesta al servicio de otra cosa. Mucha gente del sector energético sabía que esto no iba a terminar bien pero no quiso o no supo hacer nada para evitarlo.
LPO