Por Alejandro Bercovich
La descolorida inauguración del Mundial bajó ayer el telón de la temporada de rosca político–empresarial por el próximo mes, pero el último acto antes del intervalo fue a toda orquesta. Una convocatoria de Héctor Magnetto a “pensar el país” catalizó el estallido de la pelea latente entre sciolistas y kirchneristas, mientras Amado Boudou aprovechaba su propia indagatoria por el escándalo Ciccone para pasar factura pública a sus enemigos internos. Aunque salpicado por haber quedado procesado en otra causa, Mauricio Macri sacó pecho ante el G–6 y ante Miguel Galuccio por encuestas que lo muestran en alza y abandonó Bolívar 1 para viajar a ver a la Selección en Brasil. El tope a las tasas que cobran los bancos puso fin a la fiesta premundialista de la Bolsa, pese a que en la City daban por descontado anoche que la Corte Suprema estadounidense finalmente dará aire al Gobierno hasta fin de año en el juicio buitre. Con la mira en un plazo mayor, Cristina Kirchner debió jugar toda la autoridad de la caja para disciplinar a los gobernadores petroleros y evitar una faena de Vaca Muerta antes de que termine de engordar. El talón de Aquiles de la pax mundialista es la conflictividad sindical: mientras disfruten los garabatos de Messi en el área rival, en Olivos seguirán con el rabillo del ojo la paritaria de Camioneros, que ayer volvió a trabarse, y el reclamo de los gremios mejor pagos por la actualización del tope de Ganancias.
El lunes, Axel Kicillof recibió una extraña visita en su casa frente a Agronomía. Por la mirilla de la puerta vio a un hombre de unos 60 años le ofrecía amablemente un libro. Era un ejemplar de Camino a la estabilidad, que acaba de publicar Domingo Cavallo, y el sexagenario era el secretario privado del padre de la convertibilidad. El ministro aceptó el obsequio y la carta adjunta –elogiosa hacia él, para su desagrado– y agradeció parcamente. Todo podría haber terminado en un amable cruce de saludos si el emisario no le hubiese pedido al jefe de Economía que “haga algo por el futuro de nuestros hijos”. Kicillof terminó cerrándole la ventana a los gritos, tras recordarle que ese futuro era “mucho peor cuando Cavallo era ministro”.
Mucho más cordial que ese encontronazo fue la tenida del martes en el Malba, donde el grupo Clarín convocó a la primera jornada de su ciclo de debates Democracia y Desarrollo, una demostración de poder que tuvo como anfitrión al CEO del grupo, Héctor Magnetto. Curiosamente, el Némesis del kirchnerismo no apareció retratado en ninguna de las extensas crónicas que hicieron del acto los medios del holding. La foto que ilustra esta página, tomada con el celular por uno de los asistentes, es uno de los pocos registros que quedará de la cita que hizo estallar la endeble alianza entre el sciolismo y los kirchneristas de paladar negro.
–¡Ah, al final nos juntamos todos acá! ¡Yo que soy el jefe de los narcos y vos que sos el dueño de la capital del narco!
La broma, pesada, la soltó un exultante Sergio Massa cuando apareció en el cine del Malba su dueño, Eduardo Costantini, a la vez desarrollador de Nordelta y uno de los hombres más ricos del país. Ambos se fundieron en un abrazo ante Magnetto; Héctor Aranda (también de Clarín); los radicales Ernesto Sanz y Ricardo Alfonsín; el jefe de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), Jaime Campos; la plana mayor del ruralismo y el líbero duhaldista Carlos “Tato” Brown. De lejos relojeaba la escena el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey, un ¿kirchnerista? que –a diferencia de Scioli– no sufrió el embate del ala dura K por haber asistido al cónclave maldito.
Lo amplio de la convocatoria y la asistencia de los presidenciables con mejores chances le dibujó una sonrisa de oreja a oreja a Magnetto, quien saludó en el hall a todos los que ingresaban, a la usanza de los embajadores. En el Gobierno hicieron dos lecturas: la obvia, pesimista, por al desafío abierto que lanzó allí el empresario al advertir que “ésta es la nueva Argentina”. La otra, algo más rebuscada, apuntó en otra dirección: si tiene que hacerlo en público y ostentar, especularon, es porque perdió el poder que detentaba cuando lo iban a ver en secreto y le daban lo que pedía. Hay un punto a favor de esa interpretación: el seminario de Clarín, convocado a la luz pública, tuvo una convocatoria semejante (por peso y por pluralidad) que eventos como el 50mo aniversario del Grupo Crónica el año pasado, por donde también desfilaron Scioli, Massa y Alfonsín.
Divide y encuestarás
Daniel Scioli estudia sus pasos: primero hizo relanzar su candidatura a Claudio Marangoni (Bapro) ante el periodismo; después exhibió a Mario Blejer y Miguel Bein como sus espadas económicas sin ahorrar dardos hacia el equipo de Kicillof, y al día siguiente fue al Malba de Magnetto. Pocas horas después, la consultora Poliarquía publicó que aventaja a Massa por segundo mes consecutivo en la intención de voto a Presidente, con un 22% frente a un 20% del tigrense.
Poliarquía, que cimentó su prestigio en sus aciertos en las legislativas de 2009 y las porteñas de 2011 pero que en 2013 sirvió como oráculo apenas correcto, eyectó sorpresivamente el mes pasado a su director, Sergio Berensztein. Los socios de la consultora –Alejandro Catterberg, Eduardo Fidanza, Alan Clutterbuck y Fabián Perechodnik– lo hicieron público mediante un escueto comunicado, y el propio Berensztein habló de “desgaste en la relación”. Omitió contar que el conflicto estalló por un fax descompuesto. Cuando el aparato se arregló, según las fuentes consultadas por BAE Negocios, empezó a imprimir facturas que no todos los socios conocían y que derivaron en el exilio de Berensztein.
Massa descalifica esos sondeos y el martes en el Malba sacó a relucir los suyos propios, que lo siguen mostrando a la cabeza. Tuvo el decoro de esperar a que se fuera Scioli, a esa altura ya consciente de que caería sobre él la ira de Olivos. Los empresarios que charlaron allí con el exmotonauta se llevaron la impresión de que todo fue planeado. Quienes auspician su desembarco en la Rosada, de hecho, no se cansan de decirle que sus chances son inversamente proporcionales a su alineamiento público con Cristina.
Vaca Atada
“El 20% de cero es cero, y lo que necesitamos ustedes y nosotros es que esto funcione”. Los gobernadores de las diez provincias con pozos petroleros llegaron envalentonados el lunes a Olivos con la idea de defender el negocio del “carry” que permite a las empresas provinciales captar una mayor porción de la renta hidrocarburífera, pero se dejaron convencer por esa frase de Galuccio y aceptaron a regañadientes que la ley que regulará el reparto de Vaca Muerta restrinja esa modalidad. No los sedujo sólo la labia del CEO de YPF. Muchos de esos caciques no quisieran enfrentarse a la Rosada antes de pagar los aguinaldos, en un contexto donde la inflación castigó duro el poder adquisitivo de los empleados públicos.
Lejos de los avatares de la industria petrolera y en la semana de la indagatoria que lo puede empujar a un procesamiento inédito para un vicepresidente, Amado Boudou consiguió instalar un nuevo apodo en el mundillo de la política y los negocios. Ayer, en un almuerzo de empresarios transportistas, los hombres de negocios directamente se referían al ministro de Transporte –Florencio Randazzo, otro presidenciable– como “el macho del off”. Aunque Boudou lo dijo en plural, y no se refería sólo a él, la alusión fue inequívoca al menos para el establishment camioneril. La preocupación del sector, de todos modos, es otra: Hugo Moyano se mantiene firme en su reclamo del 40% de recomposición salarial y resiste las suspensiones que sí aceptan otros gremios como SMATA, pese a que la facturación de los fleteros cayó un 25% en lo que va del año, según la cámara que los agrupa.
Randazzo se llamó a silencio pero saboreó el recrudecimiento de la tensión con Scioli, que lo deja compitiendo por la candidatura K sólo con Julián Domínguez y Sergio Urribarri, que no despegan en las mediciones. Sabe que le quedan trenes por inaugurar y que el camino aún es largo. Entre quienes lo resisten no sólo milita el complicado Boudou, sino también Julio De Vido y Jorge Capitanich.