El crecimiento de YPF y el shale no alcanza: la producción de crudo y gas sigue cayendo. YPF se hace grande mientras el resto se achica. En los diez primeros meses del 2014, la petrolera estatal incrementó su producción de crudo un 8,9% y de gas un 12,2%. A la vez, los privados la redujeron un 7,4% y 5% respectivamente.
Desde que en abril del 2012 el gobierno nacional determinó expropiar YPF, hasta ese momento en manos de la española Repsol, mucha agua ha pasado bajo el puente en materia petrolera. Sin embargo, una mirada panorámica sobre los principales números del sector permite ver que poco ha cambiado desde ese entonces. Más bien, todo lo contrario: la tendencia a la caída en el nivel de producción de hidrocarburos y al crecimiento en la importación de energía continúa intacta.
A fines de septiembre último publicamos una nota titulada “Relatos salvajes”, en la que dábamos cuenta de algunas de las inconsistencias del discurso oficial respecto de la producción petrolera. Contradicciones puestas a la vista por los datos de los propios organismos del Estado, que se confirman y acentúan llegando el fin de año.
Así, mientras en Neuquén se sigue escuchando a los funcionarios provinciales hablar del “boom petrolero”, de las “quince familias que llegan por día” a establecerse en la zona o de la tremenda reactivación económica que significará Vaca Muerta para la provincia y la nación, los números indican que en el 2014 poco y nada se ha modificado y que el próspero futuro anunciado sigue siendo aún una expresión de deseos más que una realidad concreta.
Importaciones en alza
Contener el crecimiento de las importaciones de energía es, actualmente, una de las mayores preocupaciones del equipo económico. En lo que va del año, mientras que el general de las importaciones se redujo un 11% en volumen, las de energía crecieron un 10%. Todo un síntoma que demuestra las dificultades que ha tenido el gobierno para lograr el añorado “autoabastecimiento”.
El mismo era uno de los pilares sobre los que se fundamentó la decisión política de recuperar YPF. Pero al observar la evolución de las compras de energía en el exterior durante los últimos cinco años, se advierte que el volumen importado en los diez primeros meses del 2014 es 3,4 veces más grande que el registrado en todo el 2010 y 1,25 veces el registrado en todo el 2012.
Ciertamente, los cambios estructurales en la dinámica productiva de todo un sector de la economía no se producen de la noche a la mañana. Pero habiendo transcurrido dos años y medio desde la estatización de YPF, la tendencia al alza en las compras de energía no ha logrado revertirse.
Al analizar los montos que la Nación ya ha erogado en concepto de importaciones energéticas, se comprende el motivo de la preocupación en el Ministerio de Economía. Sólo entre enero y octubre de este año, las compras de gas al exterior se llevaron 5.273 millones de dólares, un 2,7% más que en el mismo período del 2013. El monto sería suficiente para solucionar definitivamente y de una sola vez el conflicto pendiente con los holdouts.
Si en cambio se estima lo abonado al exterior por compras de gas desde el 2010, la suma asciende a 19.639 millones de dólares.
Los especialistas estiman que las importaciones energéticas (gas, petróleo y derivados) alcanzarán los 12.000 millones de dólares en el 2014. La cifra es el 41% de las reservas que actualmente posee el Banco Central (BCRA).
En ese marco, hay dos factores que mitigan la tendencia y permiten que la situación no sea peor aún, de cara al año que viene.
El primero de ellos es endógeno y tiene que ver con la caída en el nivel de actividad. Lejos de ser un logro, se trata de un triste mérito del actual equipo económico, que sin embargo terminará aliviando en parte las cuentas externas. Los analistas privados estiman la caída del producto para el 2014 en un 2%.
Pero aun las estimaciones del Indec dan cuenta de la desaceleración económica durante el presente año. Menor actividad significa menor demanda energética, y menor demanda significa menos importaciones. Muy distinto sería el panorama si la economía registrara los niveles de expansión de años recientes.
El segundo factor es totalmente exógeno y se trata de la caída en el precio del petróleo crudo. A sabiendas de que el monto total por las importaciones surge de multiplicar precio por cantidad, y dado que la tendencia a la baja en el precio del crudo parece haber llegado para quedarse, es muy probable que en el 2015 el monto abonado por importaciones sea menor.
El exsecretario de Energía de la Nación, Daniel Montamat, estimó la última semana que los montos pagados por importación de energía podían ser en el 2015 un 20% menores.
Inversiones demoradas
El potencial de explotación de la formación Vaca Muerta es indiscutible. No caben dudas de que las rocas neuquinas esconden en sus entrañas una riqueza incalculable que es garantía de desarrollo futuro. Se estima que Neuquén posee la segunda reserva de gas no convencional a nivel global y la cuarta en petróleo.
El verdadero problema consiste entonces en encontrar la mejor forma de extraer dicha riqueza y disponer de la misma manera efectiva.
La única forma de lograrlo en las actuales condiciones macroeconómicas es mediante inversiones extranjeras. Pero a la vez, la situación por la que atraviesa el país en los mercados financieros globales, con la resolución de affaire buitre de por medio, hace que las anunciadas “megainversiones” tarden en llegar.
La mayoría de las petroleras grandes a nivel global “pasó a preguntar” por Vaca Muerta. Por las vitrinas pasearon la estadounidense Exxon, la china Sinopec o la rusa Gezprom. Pero lo real y concreto es que sólo Chevron concretó un acuerdo de inversión con YPF, que implicó 1.200 millones de dólares, una suma que no es despreciable pero dista del nivel de inversión necesaria para que se produzca el verdadero “boom” del shale oil.
El anuncio la última semana del acuerdo con Petronas, la petrolera malaya, por la cual la empresa asiática desembarcará en Neuquén con inversiones por 550 millones de dólares, se enmarca en la misma lógica: se trata de recursos que sin duda se traducirán en el desarrollo de nuevas perforaciones, pero que no logran mover la aguja de la producción a los niveles que se espera de Vaca Muerta de acuerdo con el potencial que se sabe tiene la formación.
De hecho, pese a ser hasta el momento la única socia de YPF en la aventura del shale, lo que en los papeles debiera significar al menos un incremento marginal en los niveles de producción, Chevron ha declinado sistemáticamente las cantidades producidas en los últimos cinco años.
Pasamanos estratégico
Otro de los argumentos esgrimidos a la hora de reestatizar YPF rezaba acerca de la necesidad de contar con un actor nacional en el mercado de hidrocarburos capaz de velar por los intereses de la nación en materia energética, en lugar de regirse como el resto de los operadores del mercado, por la mera obtención de utilidades. El planteo no sonaba para nada descabellado. En primer lugar por lo que significa que sea el Estado nacional quien regule e intervenga en el desarrollo del petróleo no convencional en los próximos treinta años, más allá de los colores políticos de turno.
En segundo lugar, porque la Argentina fue el único país productor de hidrocarburos en toda la región que dejó en manos ajenas, en los años noventa, el manejo de uno de los recursos rectores de la actividad económica. Ni Brasil, ni Venezuela, ni México tuvieron semejante arrojo.
Por ello, no sorprende que desde abril del 2012 a esta parte, la petrolera estatal argentina haya incrementado tanto su nivel de producción como su participación relativa en el mercado. La participación de la empresa del Estado en la producción de crudo pasó del 35% en el 2012 al 40% en el 2014. En gas, subió del 23% al 28%.
El problema es que el crecimiento de YPF no ha significado un incremento en el total de hidrocarburos producidos por la Argentina, dado que mientras la petrolera estatal sube, el resto de los operadores del mercado, la mayoría de ellos de capital extranjero, retrocede cada vez más.
Los gráficos adjuntos muestran con claridad lo antedicho. Se observa cómo el nivel de producción continúa su tendencia a la baja, mientras al mismo tiempo YPF incrementa su producción y el resto de los operadores la reduce. La dinámica es la misma tanto para el crudo como para el gas.
Analizando un poco más en detalle, algunos números llaman la atención. YPF ha incrementado su producción de petróleo, gas y derivados cada año desde el 2012. Entre enero y octubre del 2014, el alza en la producción de crudo es del 8,9% respecto del mismo período del año anterior. En gas, el aumento fue del 12,26% en el mismo lapso.
Mientras tanto Chevron, principal socio de YPF en la aventura del shale oil, redujo en los diez primeros meses del año un 20,3% su producción interanual de crudo.
Aun mayor es la baja en la producción de Petrobras Argentina. Al mirar los números, alguien que no conociera los pormenores del mercado petrolero vernáculo podría aventurar que la petrolera del principal socio comercial argentino está en franca retirada. Entre enero y octubre, la producción interanual de crudo de la empresa de capital brasileño cayó un 32,5%, mientras que la de gas se redujo un 6,28%.
A estas alturas, hay algo que está claro. La recuperación de YPF fue una buena jugada estratégica en el contexto regional y global, con vistas al mediano y largo plazos. Sin embargo, hasta el momento sólo se trata de un pasamanos que le permite al Estado ocupar los lugares que las empresas privadas van dejando vacíos, en cuanto a participación en el mercado se refiere.
Lejos está aún de ser una decisión que haya modificado el mapa del mercado de hidrocarburos en el país, y más lejos aún de lograr el anunciado autoabastecimiento.