La larga cuesta abajo del petróleo en América

América como continente bajó drásticamente su producción de petróleo en 2016. Magros beneficios de producciones no convencionales se suman al agotamiento natural de los pozos.

Demián Morassi

A veces nos olvidamos que el continente americano es uno. El Abya Yala, como proponen los pueblos originarios para nombrarlo, es casi ininteligible. Las diferencias culturales y asimetrías entre los dos países del norte y el resto del continente crean un muro simbólico más alto que el que Trump puede tener en la cabeza.

Sin embargo, podemos proyectarnos un fin de siglo XXI sin combustibles fósiles (y una segunda mitad de baja productividad y consumo) y darnos cuenta que las relaciones e intercambios que ahora son globales se podrán transformar a regionales muy rápidamente. Además, hay que tener en cuenta que las generaciones de norteamericanos de este siglo estarán tan influenciadas por la cultura latinoamericana como la nuestra lo está por los desarrollos tecnológicos y las formas de consumo diseñadas en Estados Unidos.

Este texto pretende acercarnos al principal recurso que tiene y utiliza nuestro continente, el que le da la principal fuente de energía y el que se requiere para mantener los intercambios con el otro lado de los océanos: el petróleo [1].


 

Argentina fue uno de los países productores de Latinoamérica que más rápido llegó a su cenit de producción de petróleo: su máximo de 1998 fue el inicio de un declive que ni los altos precios ni la “reestatización” de YPF pudieron revertir. Venezuela le siguió en 1999, México en 2005 y, al no poderse nivelar con el desarrollo de los otros países, para 2006, hace ya diez años, teníamos el punto de inflexión petrolero en Latinoamérica. El consumo, sin embargo, seguiría creciendo hasta 2014.

 

El caso de EEUU fue distinto. Luego de ser por décadas el principal productor y consumidor del mundo de petróleo y, gracias a ello, convertirse en la superpotencia del siglo XX, llegó en 1970 a su pico y desde ahí su dominio económico y militar le permitió irse abasteciendo de los países que por la fuerza o la necesidad pasaron a ser los grandes proveedores del imperio, en especial los países de Medio Oriente pero también el resto de nuestro continente (incluyendo Canadá).

La demanda de petróleo y el crecimiento económico global permitieron subir el precio del insumo más deseado durante la primer década del Siglo XXI y esto permitió una ola de inversiones en producciones no convencionales (léase más contaminantes y con mayor gasto energético). No convencionales por sus técnicas como el fracking estadounidense a la cabeza o las arenas bituminosas canadienses o por el tipo de yacimiento: el presal brasilero o los extrapesados del Orinoco. Por otro lado también se ganó en eficiencia para extraer más rápido el declinante crudo convencional.

El hecho es que en este siglo EEUU pegó un giro en su producción y volvió a los niveles de 1970 y hasta los superó.

Producción de petróleo en EEUU en millones de Barriles diarios (B/d). Crudo remanente de descubrimientos anteriores (azul), explotación de petróleo en Alaska (rojo) y petróleo ligero extraído mediante el fracking (verde).

Esto dio esperanzas en otros países como Argentina o Venezuela de revertir sus declives. Sin embargo, no hay capacidad de poder pagar cualquier precio por el oro negro: la demanda industrial tiró nuevamente los precios a niveles no tan agradables para los productores y el futuro comenzó a verse más borroso. La caída de precios se convirtió en una caída de las inversiones: principalmente menos plataformas de perforación activas, quedándose solamente las de cuencas realmente rentables.

Estos pozos donde se quedaron los productores se volvieron más eficientes y con esa eficiencia la velocidad de declive por pozo se está acelerando (para una mejor ilustración: ShaleProfile).

El tight oil o shale oil, el petróleo que se pudo sacar por medio del fracking, llegó a su máximo en EEUU en abril de 2015 y para septiembre de 2016 había perdido casi un millón de barriles diarios.

Producción de petróleo de esquistos en B/d. Fuente: Peak Oil Barrel (13/12/2016)

La principal razón es que no ha sido rentable en la mayoría de cuencas y se sostuvo principalmente gracias a la especulación financiera, que genera por un lado una lluvia de inversiones y por otro enormes nubes negras de deuda. La otra razón es que al haber habido una oferta global mayor que la demanda los precios no pueden subir para volver a explorar y explotar nuevas zonas a la vez que pagar las deudas. Las compañías prefieren recomprarse las acciones para darse valor en la bolsa que invertir en el mediano o largo plazo, sin embargo una centena de empresas han entrado en bancarrota.

Este pico de producción de tight oil se convirtió en un nuevo pico de producción de petróleo en EEUU y, a estas alturas, el pico de producción de todo el continente americano.

El gráfico se ve impresionante pero esconde algo importante: en 1996 el continente consumía poco más de 25 millones de barriles diarios y para 2015 superó los 30 millones debido, en parte, al crecimiento económico en Latinoamérica.

El continente es sobre todo un importador de petróleo. EEUU tiene una dieta de casi 20 millones de barriles diarios (consume todo lo que produce, importa casi el total de excedentes de Canadá y México y, además, depende de los países de la OPEP). A su favor, muchos de nuestros países del sur les compramos sus productos refinados (incluido México) por lo que la cuestión es bastante compleja pero se genera una interdependencia difícil de romper.

El declive de la producción de EEUU puede ser poco pronunciado si el corte de producción de la OPEP da resultado y los precios suben, lo que incentivaría a los “frackers” a volver a taladrar, sin embargo esto tiraría los precios abajo y se cortaría la producción poco después. En el tira y afloje la OPEP aún es más fuerte.

Tenemos a Canadá y Brasil que están aumentando su producción pero este año no podrán balancear ni siquiera el gran declive de Venezuela, que se suma al de Colombia (que parece haber llegado al cenit en 2014), México y Argentina. En resumen:

Variación 2015-2016 en barriles diarios [2]:

Brasil +80.000
México -130.000
Venezuela -180.000
Colombia -120.000
Argentina -20.000
Canadá +20.000
EEUU -470.000

Total (sin Ecuador, Trinidad y Tobago y Bolivia, entre otros): -820.000 B/d

Por otro lado hay que comparar los niveles de consumo y las leves variaciones del mix energético de este año como base para sacar nuevas conclusiones. El efecto Trump (si es que lo tiene en términos energéticos) lo empezaremos a ver seguramente al correr el 2017. Lo cierto es que este presidente semi-independiente por derecha nos da también la pauta que en otra marejada puede venir un semi-independiente por izquierda más amigable con Latinoamérica. Tener un panorama de la energía en el continente es indispensable para proyectar ideas, políticas y una visión continental que entre en debate con la aún vigente visión globalista.

Cualquier declive de producción complica la capacidad de consumo energético y esto tiene como correlato la caída de la actividad económica. El decrecimiento ya lo estamos viendo en algunos de nuestros países y esto dejará de ser lo excepcional para comenzar a ser la norma.

Desde la izquierda aún está a la espera aceptarlo y hacerlo parte de los debates y planes de desarrollo con interesantes aristas ambientales y de poder comunitario. Para los trabajadores, el mal manejo de esta realidad puede traer aparejado en un extremo un aumento de suicidios como en Canadá [3], o en otro que el Estado, al creer que esto se revertirá, mantenga los sueldos de trabajadores esperando que el precio suba mientras las empresas dejan de perforar o explorar como en la Patagonia. Por el lado de los consumidores, el mal manejo lo estamos viendo en México, en donde el gobierno no pudo con su promesa de mantener el precio del combustible (que cada vez será más costoso y escaso) pero si no lo pagan los consumidores lo debe pagar la industria o ambos. Peña Nieto eligió y comenzó el “gasolinazo”.

* El autor es docente y colaborador de The Oil Crash, Rebelión y la Revista 15/15\15.

[1] Gráficos 1, 6 y 7 elaboración propria a partir de datos del BP Statistical Review of World Energy 2016 Gráfico 2 extraído de ¿El pico de la energía en Latinoamérica? (Calzadilla, Hernández y Morassi, 2016). The Oil Crash. Gráfico 4: elaboración propia a partir de los datos de Baker Hughes. Rig Count Overview & Sumary Count

[2] Datos aproximados a partir de las siguientes fuentes: IEA Oil Market Report December 2016 OPEC – MOMR December 2016

[3] Suicide rate in Canada’s Alberta up 30% amid oil industry layoffs. Fuente: RT (Russia Today).

La Izquierda Diario.