Cuerpo y territorio en contextos neodesarrollistas
Documento Pos jornada para continuar con el debate
Este documento refleja los intercambios y las conversaciones desarrolladas a lo largo de la Jornada Cuerpo y Territorio en contextos neodesarrollistas, que tuvieron lugar en la Universidad Nacional del Comahue los días 16, 17 y 18 de marzo del corriente año. Esta posibilidad de encuentro entre grupos de investigación -de la Universidad Nacional de La Plata y de la Universidad Nacional del Comahue-, Organizaciones Sociales e integrantes del Pueblo Mapuce, habilitó un espacio de intercambio y circulación de saberes producidos a partir de diferentes concepciones y prácticas culturales y económicas acerca de (y en) los territorios. Los días de la Jornada se buscó articular posiciones entre concepciones críticas provenientes de disciplinas sociales y aquellas gestadas desde experiencias colectivas y conocimientos que no suelen tener espacio en los ámbitos académicos y políticos.
El extractivismo
Uno de los aportes centrales de los debates giró en torno a la caracterización de la actual etapa del capitalismo como extractivismo, etapa identificada como parte de la dinámica neodesarrollista presente en los últimos 50 años en los países latinoamericanos. Dicho proceso se identifica por el agotamiento de los recursos disponibles, por la transición de la etapa keynesiana hacia el neoliberalismo y por la emergencia de luchas sociales no sólo centradas en la lucha de clases, sino por la emergencia de luchas anticoloniales, de mujeres y de pueblos originarios.
Asimismo, en las exposiciones del panel de apertura y cierre se puso de manifiesto la aceleración y profundización del extractivismo como lógica de reproducción del capital, en el que los capitalismos nacionales están visiblemente dominados por las transnacionales, dado que lo que domina al actual capitalismo global son las grandes corporaciones internacionales. Se señala que los estados capitalistas en nuestros países operan en clave transnacional y de manera creciente, a pesar de los discursos en los que se pretenden instalar -desde los llamados gobiernos progresistas en estas últimas décadas-, cierta disputa entre el capital local y el capital transnacional. El Estado, como forma de la relación del capital con el trabajo, se está transformando en un Estado más transnacionalizado y eso es un problema para las luchas que tenemos en frente.
Se observa que el extractivismo se ha exacerbado así como la propia violencia capitalista. Asimismo, como parte de dichos procesos, se visibiliza el desarrollo de luchas vinculadas con el territorio en disputa con el extractivismo: de los movimientos originarios, campesinos, resisten contra el extractivismo de frontera en territorios antes no valorizados por el capital. A estas luchas que se caracterizan por tener una radicalidad novedosa se pliega el movimiento ecologista vinculado a la reproducción de la vida más en general.
Estado, Patriarcado y Racismo
Vivimos en un país presumiblemente blanco, estructurado sobre la negación de nuestra condición de pueblos originarios. La intención, desde la conformación de los Estados, fue la eliminación de estos pueblos; un genocidio que aún continua. El caso del Noroeste argentino, fue probablemente el genocidio perpetrado principalmente por el español, en el sur es el genocidio perpetrado ya por los criollos. Y la elite, la oligarquía criolla fue tanto o más brutal y violenta en sus procesos que el propio invasor español.
El año 1492 marca esa bifurcación trágica, donde empieza una senda de deshumanización. Se impuso una idea de modelo de desarrollo que nada tiene que ver con nuestra concepción de mundo, con nuestra proyección. La brutalidad de esa violencia inconmensurable se ejerce para destruir territorios, culturas, y con eso decimos lenguajes, pueblos, conocimientos, saberes. Cuando el colonialismo se transforma en colonialidad, es que el pueblo colonizado y conquistado empieza a ver el mundo con los esquemas del conquistador. La fantasía colonial del desarrollo, es eso: es una invención de que todos podemos llegar a tener ese modo de vida imperial, del varón, del conquistador. Se nos dice que esa es la cumbre de la humanidad cuando es la expresión más paradigmática de deshumanización.
En esa bifurcación histórica geológica, el sujeto moderno ya como científico, ya como burócrata estatal, se arrogó la disposición de los cuerpos y los territorios. Este varón conquistador se concibe como conquistador y no como cuidador. Es el productor de una relación de extractivismo con los territorios y con los cuerpos de los/as otros/as, los cuerpos de la población que vive en esos territorios otros. Con su habitus conquistador, cree que se hace más humano con la explotación de eso que llama naturaleza incluida la tierra, incluidas las mujeres, incluidos los pueblos originarios.
Hoy los conflictos ambientales constituyen grandes nudos de reproducción de estas desigualdades. Los cuerpos y los territorios no son una temática descubierta, creada, producida primero y principalmente por el mundo académico, ni siquiera el mundo académico crítico. Cuerpo y territorio son temas puestos en la agenda por sujetos históricamente expropiados de su condición de ser, son sujetos negados históricamente u originariamente como sujetos y sujetas.
El tema de los cuerpos es claramente puesto en la agenda por el movimiento de mujeres y por el movimiento feminista. En los últimos años en estos procesos las mujeres han tenido un lugar desigual, y los costos también son desiguales. A eso le sumamos toda la carga de trabajo reproductivo no remunerado y las externalidades que recaen sobre las mujeres, también en las tareas de cuidados, en la posibilidad de permanencia o no en los territorios. Desde la academia, no estamos produciendo conocimientos de o sobre los cuerpos y territorios, estamos sistematizando conocimientos de la experiencia histórica y política de lucha de los sujetos que ya están en existencia hace ya a 500 años. Porque ellos y ellas son las principales víctimas de una agresión colonial que no ha concluido. En ese sentido, el lugar de la academia es de disputa.
Llevamos más de 500 años de extractivismo, en el cual, todos los dispositivos institucionales que se crearon en esa cultura, en esa sociedad, fueron y son pensados por y para la depredación. Incluso los aparatos estatales están pensados por y para la depredación. Si nos preguntamos: por qué persiste tanta barbarie del capitalismo, del colonialismo y del patriarcado, la respuesta tiene que ver no con un falla de la razón sino con cómo el capital ha colonizado nuestros deseos, nuestras emociones, nuestras formas de percibir y sentir el mundo. Por eso somos incapaces de sentir la devastación que está aconteciendo. Los vínculos entre los cuerpos y los territorios hoy están mediados por la lógica del capital; y la lógica del capital implica un proceso de alienación de nuestro modo de vida, de nuestro sentido de la vida.
Las vidas en el territorio
La imposición del capitalismo y del sistema estatal sobre los territorios de los Pueblos Originarios, y en particular del Pueblo Mapuce, se hizo sobre la base del genocidio y la violencia hacia sus sistemas de vida, lo que implicó la ruptura de sus modos de relación con el territorio, a través de la imposición de un sistema ajeno y destructivo de desarrollo, situación que continúa y se profundiza en el momento actual. Es una agresión colonial que no ha concluido.
Para la cosmovisión mapuce, así como para otros pueblos originarios y preexistentes, la tierra no es un recurso, no es mercancía, una propiedad del que la usa. El territorio/ wajmapu lo es todo: es el espacio para la producción del alimento, para la revitalización, para la comunicación con todas las otras vidas/ ixofijmogen que lo conforman y se hayan organizadas y equilibradas en él. En este sentido, hablar de biodiversidad y de una utilización sostenible de lo que nos rodea, no es algo nuevo para el Pueblo Mapuce, sino que es su concepción de mundo entender que pu ce/personas son parte de ese conjunto de vidas y tienen la gran responsabilidad de proyectarse junto con y no a expensas de ellas. Por eso se habla de la puesta en práctica del kvme felen/ estar bien, como proyección, más allá de reconocer que “el territorio, nuestros cuerpos, el cuerpo de cada uno de los newen/ vidas está afectado, atravesado y violentado por un sistema capitalista, racista, colonial, y patriarcal”, por ello es fundamental la lucha por el territorio. De esta forma el tema de los territorios es claramente puesto en la agenda política y epistémica, por los pueblos originarios. El territorio es la base, la protección, los pueblos indígenas claman que no pueden ser pueblo sin territorio, pero no pueden vivir como pueblo sino ejercemos la libre determinación en los espacios. La base de la relación con el otro no mapuce es el respeto. En él, mientras tanto se llega al estado plurinacional, mientras se llega al ejercicio de la autonomía y control territorial, para ello se expresan varias respuestas: el comanejo en área de parques, la educación intercultural, el ejercicio cotidiano de la identidad.
El ‘desarrollo’ tal cual es entendido en términos del extractivismo capitalista, es un sistema estructurado sobre un régimen que se alimenta de la depredación de las energías vitales: se apropia del trabajo, que es energía social; se apropia de las energías primarias, ya sea que estemos hablando de recursos energéticos como los hidrocarburos, o de los cultivos, los bienes forestales, etc., y en vez de reconducirlos hacia la vida, los transforma en mercancía y los somete al valor abstracto de la lógica de la ganancia.
‘Cuando me corrieron de mi tierra yo sentí que me habían cortado una parte de mi cuerpo’: ésa es la vivencia que realmente tienen esos otros pueblos, esos grupos, esas culturas, esas territorialidades reexistentes. Por el contrario, la gran mayoría de la gente que vive en las ciudades está alienada de los vínculos materiales y espirituales que lo unen al territorio.
La exacerbación del modelo extractivista a través formas de explotación como el fracking, la megaminería, la industria del turismo, profundiza actualmente las heridas sobre los territorios y sobre los cuerpos. Esta situación ha aportado al desarrollo de luchas llevadas adelante por los pueblos originarios y otros colectivos, quienes colocaron la temática de los territorios en la agenda política y epistémica. Es imprescindible que la academia reconozca los conocimientos y la experiencia histórica y política de lucha de los sujetos que ya están en existencia hace 500 años, que habilite un debate y diálogo de saberes.
La construcción de hegemonía y resistencias
En los intercambios se reconocen una multiplicidad de luchas y resistencias que tanto por el volumen territorial, como por la cantidad de conflictos y organizaciones involucradas, llegan a poner en el centro cuestiones que estaban invisibilizadas.
Hoy las principales luchas emergentes contra el extractivismo son protagonizadas por aquellos sujetos que históricamente fueron expropiados de su condición, movimientos originarios, mujeres, campesinos, sujetos que reaccionan resistiendo al modelo civilizatorio impuesto. Son luchas trazadas con una radicalidad novedosa en tanto sostienen críticas de fondo al propio sistema capitalista.
Además, se conversó en torno al desafío descolonizador de construir un horizonte emancipatorio otro con una agenda distinta. Esto implica recuperar conciencia territorial y conectar condiciones materiales y simbólicas de autonomía, que incluye la producción comunal y autogestionaria de la soberanía alimentaria, hídrica y energética, como así también el movimiento de desterritorialización y reterritorialización para lograr salir de la territorialidad capitalista, colonial y patriarcal que genera un entorno inhóspito, deshumanizante e injusto.
Esta agenda significa buscar otras epistemes desde una profunda rebeldía que nos lleve a caminar hacia una “migración civilizatoria” para poder volver a sentir en nuestra propia piel las formas de agresión a la madre tierra. Las categorías del ecofeminismo aportan a los procesos de lucha y prácticas militantes a partir de un reposicionamiento sobre diferencias y desigualdades, y de poner en el centro la imperiosa necesidad de defender la vida, a partir de la centralidad de los conflictos socioambientales, como disputa de sentidos que movilizan estrategias de resistencia o lucha.
Como reflexión final se consideró a la lucha como una tarea colectiva, no de sujetos individuales ni de un sector particular. Lucha en la cual estamos tratando de aprender de la experiencia política, histórica de los/las sujetos/as expropiados de su propia condición. Tenemos mucho que aprender y tenemos poco tiempo. “Ojalá sigamos teniendo el coraje porque no nos queda otra.”