Lejos de los pozos, Vaca Muerta sigue creciendo. Ese avance, sin embargo, no ocurre sobre un mapa vacío. Cientos de personas, de las distintas provincias afectadas, se movilizan contra la audiencia pública que busca cumplir con el trámite administrativo para la construcción del oleoducto Vaca Muerta Oil Sur. La postal se parece a otras: movilización y represión, lucha y anuncios de licencia social legitimada por el patoteo. Crónica de una movilización para que Vaca Muerta no toque el mar.
Por Felipe Gutiérrez Ríos / Fotos: Pablo Piovano.- Son las seis de la mañana en una plaza de Las Grutas. El tradicional balneario de la costa patagónica se ha transformado en los últimos tiempos en uno de los epicentros de la lucha contra el avance petrolero. Hay mucho mate y más abrazos. La reunión tan temprano tiene como objetivo llegar a Sierra Grande, 100 kilómetros al sur, donde se realizará una audiencia pública que busca aprobar el oleoducto Vaca Muerta Oil Sur. Todavía está oscuro y comienza a llover en Las Grutas.
Suyhay Quilapan de la Asamblea por la Tierra y el Agua toma la palabra. Da la bienvenida a las delegaciones que vienen del resto de la provincia de Río Negro, y también de Buenos Aires y Neuquén. Dice por primera vez la frase que se repetirá en voces y carteles durante toda la mañana: esta audiencia es un fraude. También sostiene que la idea es no caer en provocaciones y no generar instancias de violencia. Hay que hacer un hito político, y ese hito es demostrar que el proyecto tiene una oposición masiva.
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Vaca Muerta no es un pozo, no es un área petrolera, ni siquiera es un lugar. Es una piedra que atraviesa el subsuelo del norte de la provincia de Neuquén y las provincias aledañas. Ahí se sitúa un megaproyecto que es casi un experimento masivo: la primera aplicación a escala del fracking por fuera de Norteamérica.
También Vaca Muerta es como un pulpo que crece, y lejos de quedarse reducido a unos cientos de pozos, sus tentáculos se expanden por vías férreas, extracciones de arenas, puertos y ductos, a los que les decimos “caños”, que trasladan el gas y el petróleo del subsuelo de la tierra. Hoy Vaca Muerta busca tocar el mar en Sierra Grande, a 600 kilómetros de los pozos.
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Si esta crónica fuera un celular, para seguir su trayectoria habría que alejarse y volver a acercarse más abajo con el pulgar y el índice. Ahora estamos en Sierra Grande, ya casi en la provincia de Chubut. La misma lluvia recibe a la movilización antioleoducto, que en medio de las calles de barro comienza a marchar hacia el gimnasio Vuta Mahuida donde se realizará la audiencia.
En la entrada del gimnasio, unas diez personas esperan a la columna que avanza en medio del barro. Son trabajadores municipales arengados por José María Clemant, Secretario de Gobierno de Renzo Tamburrini, del PJ, que picantean a la multitud y se ríen de la gente empapada. La movilización, por su parte, salta sobre los charcos cantando que va a defender el golfo y que el petróleo en la Argentina es saqueo y dependencia.
Hay personas de las asambleas que están anotadas para hablar, pero la puerta es un caos y no se puede pasar. Un container educativo de YPF y unos cuantos pasacalles idénticos, con nombres de distintos barrios y agrupaciones que dicen “sí al oleoducto”, son la postal del trabajo previo que dejó la petrolera y el gobierno provincial y municipal. En una ciudad empobrecida y con pocos puestos de trabajo, fueron a prometer progreso, empleo y un futuro mejor. No son palabras elegidas al azar, es lo que dicen los carteles de las personas que encaran a la movilización antioleoducto que se acerca al gimnasio.
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Vaca Muerta Oil Sur es un proyecto comandado por YPF que busca instalar un puerto petrolero con dos monoboyas en Punta Colorada, en el Golfo San Matías. Comprende también un oleoducto para transportar el petróleo no convencional extraído en Vaca Muerta. Aunque está encabezado por la empresa parcialmente reestatizada, contempla bocas de ingreso para cinco de las principales empresas del sector, Shell, Pan American Energy, Vista, Pluspetrol y Pampa Energía. Vaca Muerta alcanza para todos: el objetivo es incrementar dos veces y media la capacidad de evacuación de petróleo de la cuenca Neuquina
El proyecto necesitó de la modificación de la Ley provincial 3308 que desde el año 1999 impedía las actividades hidrocarburíferas en el Golfo San Matías. Con la institucionalidad estatal soplando a su favor, el proyecto avanzó rápido a pesar de los recursos impulsados por asambleas socioambientales para frenarlo. Finalmente, la Secretaria de Ambiente de la provincia, Dina Migani, convocó la audiencia pública, uno de los últimos trámites administrativos requeridos para aprobar el proyecto.
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Cuando llueve mucho y el suelo está húmedo es como si lloviera dos veces. El agua que escurre de los paraguas y las camperas de las y los manifestantes se junta por capilaridad con la que sube por los pantalones. Ya casi nada está seco, y los pies flotan dentro de los zapatos. El clima y el tiempo se parecen al lugar donde se realiza la audiencia. El oleoducto tiene 600 kilómetros, atraviesa Río Negro y genera afectación en Neuquén y Chubut. La audiencia podría ser cualquier día, en muchas partes, pero es hoy. Un día de lluvia en Sierra Grande, un territorio donde vinieron a prometer lo que dicen los carteles.
“Acá hay un grupo de trabajadores que estamos luchando por el ambiente, por nuestros territorios. Y del otro lado, trabajadores que luchan por puestos de trabajo”, comentará más tarde Mauro Istueta, militante de Marabunta y la Asamblea Socioambiental de Fiske Menvko. “¿Cómo no vamos a entender la situación de empobrecimiento que se vive en Sierra Grande y muchas otras localidades de la provincia? Pero no hay contradicción entre proponer otra salida productiva para estos territorios y defender el ambiente, de la misma manera que nadie puede prometer que el oleoducto y el puerto van a traer progreso.”
En un momento aparece por una esquina un grupo de hombres con banderas verde fluor. Cuesta contarlos, capaz son cincuenta o cien. Saltan, encaran y gritan, parecen un montón. La historia repetida, a veces, también es trágica. Desde hace algunas décadas el gobierno nacional y algunos provinciales, para evitar usar sus policías, tercerizan la represión con patotas sindicales. Casi siempre son columnas de la UOCRA, como la que esta mañana viene en rumbo directo de colisión contra quienes se manifiestan.
Los momentos críticos requieren nombrar con precisión. Lo que irrumpió esta mañana se llama patota. La manifestación no tiene nombre, pero acá le llamamos antioleoducto. El gimnasio sí tiene nombre, se llama Vvta Mahuida. Significa Sierra Grande en mapuzungun, el idioma mapuche.
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Antes no existían las movilizaciones contra el petróleo. Durante casi un siglo parecía que la convivencia entre la industria y las comunidades no tenía conflicto, o que estos eran expresiones aisladas. Lo mismo parecía ocurrir con los trabajadores petroleros. Sin embargo el petróleo desplazaba comunidades, contaminaba territorios y engendraba desigualdad. La privatización de los noventa hizo estallar los conflictos aquí y allá en la Norpatagonia, tanto para las comunidades mapuche, como para las personas despedidas de las empresas petroleras. La salud, y la afectación al territorio, se juntaron con luchas como la recuperación de los puestos de trabajo.
Cuando llegó Vaca Muerta ya todo era distinto. El 28 de agosto del 2013, en la jornada en que la provincia de Neuquén aprobó el acuerdo entre YPF y Chevron, reprimieron durante horas a miles de personas que protestaban contra el desembarco del fracking. Casi una década después, el 4 de enero de 2022 miles de personas, esta vez en Mar del Plata y la costa bonaerense, se movilizaron contra la explotación petrolera offshore en el proceso que se conoció como Atlanticazo. Había crecido y madurado un movimiento diverso, que incluía comunidades, asambleas, sindicatos, partidos y organizaciones políticas, y que se iría ramificando.
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Después de un repliegue ordenado, ya es la hora del almuerzo y la movilización está en Las Grutas otra vez. Más de cien personas que volvieron en caravana desde Sierra Grande se encuentran apretadas dentro del centro cultural Les Mirones. Suyhay Quilapán vuelve a tomar la palabra. Dice que en Sierra Grande se encontraron con cosas que no esperaban y con otras que sí. Comenta que la movilización era pacífica y fue sorpresiva la aparición de la patota de la UOCRA, así como innecesaria la violencia con la que fueron corridos. Sin embargo, también se encontraron ante un panorama esperado:
“Para entrar a la audiencia nos sacaron las banderas, nos revisaron todo y adentro era una fiesta por el sí. Teníamos claro para qué era la audiencia, para hacer creer que este proyecto tiene un consenso que no es tal. Cuando nos imaginamos esta acción, pensamos que teníamos que hacer un hecho político. Siempre se mandan cagadas y hoy se mandaron otra. Hay mucha tela para cortar y hay mucha lucha por delante y se la vamos a ganar. El oleoducto por acá no va a pasar”, dice a modo de arenga que termina con un aplauso cerrado de todo el centro cultural.
Hay sanguchitos de milanesa y un ambiente emotivo en Las Grutas. Quienes están ahí saben que se enfrentan a Vaca Muerta, el megaproyecto presentado como la única salida energética y económica del país. Vaca Muerta, casi la única política de Estado en un país que rumbea para la derecha, aunque a quienes están ahí ese rumbo no les toma por sorpresa.
No tenían forma de saber qué sucedería esas comunidades mapuche, esos movimientos de desocupados que empezaron a luchar contra el modelo petrolero hace tres décadas, y sin embargo abrieron una cuña como un parteaguas que agrietó el territorio. Por esos surcos caminan estas luchas.