Por Eduardo Anguita
El venezolano Hugo Chávez tiene la vista puesta en las elecciones presidenciales de su país. El próximo 7 de octubre se juega su continuidad al frente del Palacio de Miraflores. Por eso, mañana, lunes, el jefe de la Revolución Bolivariana subirá a un avión con destino a Brasilia, donde el martes se formalizará la inclusión de Venezuela al Mercosur, tal como se acordó hace 30 días en la reunión del organismo en Mendoza. La desgracia del golpe de Estado a Fernando Lugo en Paraguay abrió una puerta impensada. En efecto, era el Senado paraguayo el que se negaba a sumar a Venezuela al Mercosur. El mismo Senado que echó a Lugo y se alineó con lo peor de la oligarquía de ese país más algunas empresas multinacionales como Monsanto que se pusieron en la primera línea para el golpe suave institucional. Suspendido Paraguay como miembro del Mercosur, se concretó la incorporación de Venezuela.
Esto abre un sinnúmero de oportunidades para la Argentina, que vio crecer su integración con Venezuela en los últimos años. Uno de los rubros clave de esa relación, quizás el principal, se llama petróleo. Prueba de ello es la visita que, en la semana que termina, realizó el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, a Caracas. Algo sabe Chávez de la relación entre el oro negro, las multinacionales y los golpes de Estado. Cabe recordar que en abril de 2002, merced a la gran movilización popular, fracasó el golpe de Estado cuyo mascarón de proa era el empresario Pedro Carmona, presidente de Fedecámaras. Chávez volvió al gobierno después de haber sido secuestrado por los golpistas y avanzó en la nacionalización plena de Petróleos de Venezuela (Pdvsa). Pese al fracaso del complot, el sabotaje de las multinacionales y la derecha no se detuvo. En diciembre de ese año, iniciaron el llamado paro cívico nacional, un atentado a Pdvsa que se iniciaba con la sublevación de los tripulantes del buque tanque Pilín León, que dejó al barco estacionado en la laguna de Maracaibo durante 17 días. De inmediato se sumaron otros 17 buques. La acción fue promovida no sólo por Fedecámaras, sino por la Central de Trabajadores de Venezuela, el principal nucleamiento de trabajadores de ese país. Venezuela, país petrolero por excelencia, estuvo varios días sin combustible y sufrió un golpe tremendo: la petrolera estatal dejó de vender 15 mil millones de dólares. Chávez supo capear el temporal y, desde entonces, Pdvsa es la locomotora del crecimiento económico y de la distribución del ingreso en ese país.
No debe extrañar, tomando la perspectiva de la relación entre política y petróleo en cualquier país del mundo, que ayer La Nación haya titulado “Intervienen el sector petrolero: fijarán precios e inversiones”. Efectivamente, según el decreto 1.277, publicado el viernes en el Boletín Oficial, la Comisión de Planificación y Coordinación Estratégica del Plan Nacional de Inversiones del Gobierno Nacional terminará con las ventajas de las empresas privadas para negociar sólo con las provincias y también para establecer los precios. Es un paso serio en dirección de terminar con la ola neoliberal que particularmente en el sector energético permitió grandes negocios para las multinacionales. Es curioso que La Nación –y otros medios– hablen de “intervención del mercado petrolero” cuando no hay país en el mundo que deje los recursos hidrocarburíferos fuera de la responsabilidad estatal. Es cierto que este decreto pone en cuestión aquellos artículos de la Constitución de 1994 que transfirieron a manos de las provincias los derechos sobre el subsuelo. Si bien era lo que querían las multinacionales del petróleo, se quejaban de que cada provincia fijaba criterios distintos para la operación de un mismo yacimiento que se extiende bajo tierra en varios estados federales.
Es posible que la decisión de avanzar con criterios de mayor presencia del Estado haya sido tardía. El déficit de la balanza comercial energética argentina fue creciendo hasta llegar a una importación en 2011 de 11 mil millones de dólares en gas y petróleo. Una cifra altísima para un país que supo tener empresas pioneras como YPF y Gas del Estado. También es cierto que los pozos de las diferentes cuencas, según los especialistas, “están maduros” y las inversiones en petróleo tradicional no garantizan la aparición de nuevos recursos. Sin embargo, todos coinciden en que si llegan los recursos financieros no sólo se puede mejorar la extracción para bajar la importación, sino que se podrá hacer operativo –en plazos no aptos para ansiosos– el yacimiento de Vaca Muerta, en Neuquén (cabe recordar, considerado uno de los más importantes del mundo). Pero, claro, se requieren inversiones de otro calibre. Y ahí apunta buena parte de la estrategia hidrocarburífera del Gobierno. Ahora, Vaca Muerta está en Neuquén. ¿Alguien puede pensar que Neuquén pierda su carácter de Estado federal? No parece sensato en la Argentina pensar una Constitución unitaria. Al mismo tiempo, ¿alguien cree que la Constitución del ’94 debe seguir vigente en los artículos que se hicieron con la mirada de las multinacionales energéticas?
Es posible que en poco tiempo se llegue a un debate sobre la reforma de la Carta Magna. No sólo por energía, sino por los criterios fiscales e impositivos, incluyendo la coparticipación federal. Sin perjuicio de ello, resulta conveniente que el Estado nacional ponga todo lo necesario. Durante la visita de De Vido a Chávez se habló mucho de YPF. El venezolano lo dijo sin vueltas en la conferencia de prensa: “Estamos felices de recibirlos a ustedes, acá, en el negocio petrolero. No sólo en la exploración y producción de petróleo, sino también aguas abajo (el llamado off shore), hasta donde ambos acordemos”.
Pdvsa en manos del Estado bolivariano les permite hoy a los venezolanos haber crecido de modo exponencial. Chávez creó siete polos petroquímicos y logró que la producción de gas creciera de modo formidable. Todo con inversión pública. Claro, en un país que tiene el privilegio de recursos inmensos. Pero, no es claro para todos, que tuvo la determinación, una década atrás, de formular planes propios y no a la medida de las multinacionales. Ahora, Venezuela en el Mercosur es una gran oportunidad para la Argentina. De Vido recordó en su encuentro con Chávez que el intercambio comercial en 2003 era de 156 millones de dólares mientras que las proyecciones para 2012 son de 2.200 millones. Ocho veces más. Chávez mostró cómo se deben complementar ambas naciones: “Argentina tiene un gran avance tecnológico que a nosotros nos hace falta. A ellos les falta petróleo, por ahora, a nosotros nos falta tecnología, inversión, desarrollo industrial, para ir fortaleciendo la economía venezolana y seguir cumpliendo uno de nuestros objetivos históricos. Así lo decimos nosotros, con modestia pero lo decimos; convertir a Venezuela en un país potencia dentro de la gran potencia que es Sudamérica”.
En YPF las cosas están bien, según quienes están cerca de la nueva conducción de la empresa. Las operaciones sobre los supuestos disgustos o vacilaciones de su presidente, Miguel Galuccio, no hicieron mella. Son falsas. Y también confían en la llegada de otros fondos y no sólo de la asociación con Pdvsa. Parte de ellos llegarán de México, y en eso mucho tiene que ver la presencia de Carlos Slim en el nuevo esquema accionario de YPF. Por otra parte, Galuccio colocó dos hombres de su confianza y que vienen del mundo petrolero privado, lo cual indica que pueden convivir distintas miradas y distintos intereses en la misma estrategia, siempre y cuando estén guiados por el Estado nacional. En el área financiera, Galuccio puso a Daniel González, un ex Merrill Lynch, que seguramente ayudará a la recuperación del valor de la acción de YPF y a la búsqueda de inversiones de la banca de los países centrales. A su vez, en Calidad, Salud y Medio Ambiente, Galuccio colocó a Jesús Grande, un ex Schumberguer, la empresa petrolera de la que provenía el actual titular de YPF hasta ser convocado por la Presidenta.
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