El proyecto de ley presentado por el senador nacional Ernesto Sanz (UCR-Mendoza) para reglamentar el Fracking, manifestando una intencionalidad de equilibrio con la protección del ambiente y el agua dulce, es simplemente una burla grosera. Además, devela una escala de ignorancia sobre la legislación vigente de protección del ambiente y el agua dulce en particular, tanto en presupuestos mínimos nacionales como en el marco de las autonomías provinciales por la titularidad de los bienes naturales en cabeza de las propias provincias. Lo que en el fondo pretende el proyecto impulsado es legitimar la herramienta de explotación de los combustibles no convencionales, con un lavado de cara verde tramposo, impune y gravemente irresponsable.
Por Jorge Daneri
Pretender modificar o derogar las Leyes Ambientales Nacionales aplicables en todo el territorio nacional, a partir de una ley con foco en la reglamentación del Fracking es de una técnica legislativa impresentable, de una escala de alevosía política intolerable.
La iniciativa que impulsa el senador nacional, porque no quiero denominarla radical, es una legitimación legal y política de un cuasi líder de oposición a un gigantesco negocio corrupto y violento. De ese negocio, definitivamente él es parte o cómplice con convicción o idiotez.
Ahora, el partido centenario ingresa en un debate que debía ser urgente, y este señor lo impulsa. Bienvenido sea el debate, aunque da lástima desde qué lugar y con qué iniciativa.
La misma estrategia tenía Carlos Menem cuando decía ‘vamos a construir la represa hidroeléctrica Paraná Medio en el gran río, lo vamos a realizar con la mejor tecnología de los EEUU y también Europea, pero con los mayores cuidados ambientales y sus estudios hechos por los mismos constructores’.
Es decir, se genera el hecho consumado desde un poder gigante y entonces solo podemos intentar con supuesta buena fe legislativa, con trampa y escondida vergüenza, los menores impactos sociales y ambientales posibles.
Seguir el camino hacia el abismo, que las multinacionales del petróleo de los países del norte lideran con total voracidad y sin límites de nada ni nadie, es de una pobreza política y cívica, de un tamaño y un daño que todo el pueblo argentino, ojalá más temprano que tarde, sabrá castigar, si aún la democracia como sistema tolera toda estas traiciones o cobardías a su propia esencia, independencia, soberanía y dignidad.
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