El artículo publicado el pasado 17 de septiembre en la página de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), bajo el título “Análisis del acuerdo YPF – Chevron” (http://www.perio.unlp.edu.ar/node/3624), nos despertó algunas inquietudes que queremos compartir.
No solemos hacer desde nuestro colectivo este tipo de comunicados o declaraciones, pero como periodistas egresadas de dicha Facultad, en cuyas aulas y pasillos nos formamos académica y políticamente, y en donde aprendimos la importancia de la ética y la necesidad de un periodismo comprometido, creemos importante expresar nuestro desacuerdo con las posturas manifestadas en la nota previamente citada.
En primer lugar, nos resulta preocupante que el análisis sobre el acuerdo entre el Gobierno Nacional, YPF y la corporación petrolera de capitales norteamericanos Chevron, esté centrado en el binomio “soberanía” energética vs. entreguismo, cuando el tema es mucho más complejo e involucra varias dimensiones más.
En la nota, se señala que la historia de la soberanía energética en Argentina osciló entre “políticas entreguistas, y vagas evocaciones a un chauvinismo sin sustento”. En ese sentido, el primer punto en cuestión desde esa óptica, es que este convenio resulta notablemente contradictorio con la estatización del 51 % de las acciones de YPF, además de que se está avalando un acuerdo con una empresa altamente cuestionada.
Así como en su momento nos alineamos y confluimos con los miles de estudiantes y docentes de universidades públicas del país en un “rechazo ético” a los fondos para las universidades provenientes de Minera La Alumbrera -cuyo prontuario en la provincia de Catamarca y demás provincias del NOA no hace falta recordar-, hoy creemos necesario dar este debate, ya que seguimos pensando que la universidad pública debe estar al servicio y bregar por los intereses de la comunidad.
Que desde una Facultad de Comunicación Social se hable de “ventajas comparativas” y de soberanía energética, cuando se firma un convenio con una multinacional condenada por la justicia ecuatoriana y socialmente repudiada por el gran daño social y ambiental que ocasionó en ese país, es preocupante. Sobre todo, teniendo en cuenta que el respaldo a este acuerdo por parte de la provincia de Neuquén se consiguió a costa de la represión de miles de personas que se manifestaron para repudiarlo. ¿O eso también es una construcción mediática?
Comunicar es una responsabilidad y nos resulta contradictorio que desde la Facultad se diga que “al Estado no le han faltado agallas para intervenir en los momentos en que la voracidad empresaria intentó menoscabar los intereses del pueblo”, cuando eso es justamente lo que está sucediendo en este momento con Chevron.
También es sorprendente que en el artículo la explicación sobre qué es el fracking o fractura hidráulica se haga en una nota al pie, quitándole la importancia y la gravedad que tiene. Aquí no se trata de “hacerle el juego a la derecha”, se trata del territorio y de la soberanía de los pueblos de decidir sobre él. O el territorio para el capital o el territorio para los pueblos.
En Neuquén se exigió un plebiscito, la población pide tener voz y voto ante tamaño acuerdo, que fue objeto de masivas movilizaciones. Estamos hablando de que se está desplazando a comunidades originarias para extraer hidrocarburos no convencionales mediante una técnica de extracción prohibida en numerosos países por las implicancias que conlleva.
Sabemos que muchos compañeros, incluso que apoyan y acompañan el proyecto nacional, están en contra de este acuerdo impuesto por sobre la voluntad de las mayorías, y no creemos suficientes las “claves en las que debe leerse el acuerdo YPF – Chevron”, según esta nota.
Así como en el artículo exigen honestidad intelectual a quienes “han dedicado varios litros de tinta denunciando el acuerdo”, y reducen esa denuncia a objetivos electoralistas que “se esconden tras los slogans vacíos e irresponsables de enarbolados desde la liviandad de la no gestión”, nosotras decimos que esta lectura dista notablemente de la realidad de los pueblos; en Neuquén la comunidad toda se movilizó para repudiar este convenio: vecinos, docentes, estudiantes, organizaciones, comunidades mapuches, y no sólo partidos políticos.
Y hablando de honestidad intelectual, ¿Por qué se oculta el cuestionamiento a la contaminación y la ocupación territorial? La gestión no es un valor en sí mismo, no es neutral, no es instrumental. Se gestiona para el pueblo o para las corporaciones. Y las corporaciones, además de Clarín, se llaman Barrick, Monsanto, Chevron.
“Los pregoneros del desánimo”, como nos califican en el artículo en cuestión, no queremos que se pase por encima del pueblo. Queremos consulta popular, queremos proyectos a largo plazo que diversifiquen la matriz energética y queremos un debate profundo y serio sobre qué energía queremos, para quién y para qué.
Colectivo Tinta Verde
Periodismo Socioambiental
Integrante de la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC)
tintaverdeperiodismo@hotmail.com
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