Por Claudia Ciobanu.- No se nota, pero estos son días ajetreados en la capital de Polonia. Mientras se inauguraba la conferencia de la ONU sobre el cambio climático en el Estadio Nacional, al otro lado del río Vístula se congregaba la extrema derecha polaca para su marcha anual por el Día de la Independencia.
Excepto por un gran cartel colocado en el céntrico Palacio Nacional de la Ciencia y la Cultura, una de las sedes de la reunión, prácticamente no hay señal que indique a los varsovianos que se lleva a cabo en su ciudad la 19 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 19), entre el lunes 11 y el 22 de este mes.
Polonia es anfitriona de la COP 19 porque fue el único país de Europa central y oriental que se mostró interesado cuando llegó el turno a la región para definir la sede de la conferencia.
Sin embargo, está en duda la capacidad de Polonia de desempeñar un rol constructivo en las negociaciones, pues en los últimos tiempos se ha caracterizado por obstaculizar los avances de la Unión Europea (UE) hacia objetivos climáticos más ambiciosos.
En la primavera boreal de 2012, Polonia boicoteó la adopción de una hoja de ruta del bloque hacia 2050, que buscaba imponer un recorte de 40 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030, de 60 por ciento para 2040 y de 80 por ciento para 2050, respecto de los volúmenes de 1990.
Este otoño boreal, Varsovia anunció sus intenciones de impedir asimismo que Europa fije nuevos objetivos climáticos para 2030. Un compromiso mayor de reducción de emisiones de la UE podría resultar positivo para el avance de las negociaciones climáticas.
La postura polaca se explica con una sola palabra: carbón.
Casi 90 por ciento de la electricidad que consume este país se genera en centrales térmicas a carbón, el más sucio de los combustibles fósiles, y la política energética nacional no prevé ningún cambio significativo para reducir el peso de esta fuente.
Nada expresa mejor esta política que la frase que pronunció el primer ministro Donald Tusk en septiembre, en una zona minera de la sureña ciudad de Katowice: “El futuro de la energía polaca es marrón y negro, del carbón y del gas de esquisto. Algunos quieren que dejemos el carbón, pero la independencia energética requiere no solo diversificación, sino también el máximo uso de las fuentes propias”.
En una jugada controvertida, el Ministerio de Economía está organizando, en forma paralela a la COP y junto con la Asociación Mundial del Carbón, la Cumbre Internacional Carbón y Clima.
El Comunicado de Varsovia, un documento de autoría compartida entre el lobby carbonero y el Ministerio, se entregará a los representantes de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) durante la cumbre. Se trata, en esencia, de un llamado a destinar recursos públicos a las tecnologías de “carbón limpio” con el fin de asegurar un gran uso de este combustible fósil en todo el mundo.
Pese a esta tremenda adhesión a la agenda de los intereses carboneros, el gobierno polaco insiste en que no se opone a los avances en las negociaciones climáticas. “No soy escéptico del cambio climático, soy escéptico de algunas propuestas europeas para enfrentarlo”, tuiteó el ministro del Ambiente, Marcin Korolec, poco antes de la COP 19.
Los intentos de Varsovia de impedir que la UE presente propuestas climáticas más ambiciosas son del agrado de la extrema derecha local e internacional, tal como quedó de manifiesto en la “cumbre anticlima” organizada en esta capital por el derechista Movimiento Nacional Polaco (Ruch Narodowy), el sindicato Solidaridad y el estadounidense Comité para un Mañana Constructivo, que niega la existencia del cambio climático.
Según una investigación de Greenpeace, el Comité recibe casi la mitad de su financiación de un Fondo de Donantes que funciona como vehículo secreto de dinero a grupos negacionistas. Entre 2002 y 2011 destinó 146 millones de dólares para estos fines.
Si bien se ignora la identidad de la mayoría de quienes ponen dinero en el Fondo de Donantes, Greenpeace ha logrado establecer que recibió recursos de dos fundaciones vinculadas al barón del petróleo y de la industria química Charles Koch, famoso por tener en su nómina a personalidades escépticas del cambio climático.
En la reunión de Varsovia, Craig Rucker y David Rothbard, representantes del Comité, argumentaron que el cambio climático no es causado por la actividad humana y que las políticas destinadas a hacerle frente pueden causar más penurias a los pobres de todo el mundo.
La extrema derecha vernácula, representada por el Movimiento Nacional Polaco, expuso su visión de las políticas energéticas y climáticas de este país haciendo énfasis en la soberanía, entendida como rechazo a las propuestas de la UE y la ONU, y en la explotación de los yacimientos locales de carbón.
“El gobierno primero firmó el paquete de medidas sobre energía y clima de la UE y ahora quiere evitar que sea más ambicioso. La política de las autoridades polacas ahora es correcta, pero creemos que deben desentenderse de cualquier regulación europea sobre reducción de emisiones”, abundó.
El paquete de medidas sobre energía y clima de la UE estipula que el bloque debe reducir sus emisiones en 20 por ciento para 2020, respecto de los volúmenes de 1990, dar a las fuentes renovables un 20 por ciento de la matriz energética y lograr un ahorro del consumo de 20 por ciento.
Los dos mayores partidos políticos polacos, la gobernante Plataforma Cívica y la conservadora Paz y Justicia, vienen reprochándose mutuamente el haber comprometido al país con ese paquete.
El lunes 11, grupos derechistas que asistían a la conferencia anticlima se sumaron a la Marcha de la Independencia, organizada por dos sectores influyentes, las Juventudes Polacas (Młodzież Wszechpolską) y el Campo Nacional Radical (Obóz Narodowo-Radykalny), que en 2011 unieron fuerzas para crear el Movimiento Nacional Polaco.
Más de 10.000 personas se movilizaron en una manifestación que cada año gana más fuerza. Hubo choques entre algunos de los participantes y la policía. Una sentada en el centro de Varsovia fue atacada por varios manifestantes de la Marcha de la Independencia y se quemó una bandera con el arco iris, que simboliza la diversidad.
“El negacionismo climático se está convirtiendo en un nuevo componente de la identidad y del discurso del extremismo de derecha en Polonia”, dijo a IPS la activista ecologista Michalina Golinczak.
“Así que el movimiento polaco contra el cambio climático debería colaborar no solo con los sindicatos, sino con otros movimientos sociales progresistas, antifascistas, pacifistas, LGBT, feministas, etcétera, para repeler este alarmante ascenso de los extremistas de derecha”, concluyó.