Por Maristella Svampa.- El gobierno kirchnerista es un gran productor de relatos mistificadores, que buscan hacer de la “necesidad” una “virtud”. Ha venido haciéndolo durante estos once años, sobre todo a partir de 2008, en todos los campos: económico, político, social, comunicacional. La cuestión de la expropiación parcial de YPF y el avance del fracking o la explotación del gas no convencional no son una excepción en ello. Todo lo contrario: hoy son el centro de una estrategia comunicacional intensa, dirigida a eliminar cualquier duda o interrogante acerca de las grandes controversias e incertidumbres que despierta –aquí y en otras latitudes- la utilización de la fractura hidráulica o fracking.
A fines de agosto de 2013, en un escenario de represión, la legislatura neuquina aprobó el bochornoso convenio entre YPF y Chevron. A partir de ahí, asistimos a una fuerte ofensiva comunicacional, cuya primera etapa incluyó la publicidad gubernamental y la solicitada del Instituto Argentino de Gas y Petróleo (IAPG), sobre los mitos del fracking. Cabe mencionar que el IAPG, lejos de ser un organismo meramente técnico o neutral, representa a las grandes empresas del sector, desde Chevron, Panamerican Energy, Petrobras y Apache, entre otras. A este primer momento, le siguió una nueva ofensiva comunicacional que apunta a instalar la idea del “buen fracking”, identificando deliberadamente empresa nacional (YPF), soberanía energética y defensa de los hidrocarburos no convencionales (shale gas). Enumeremos algunos hitos de esta estrategia comunicacional:
A fines de 2013 YPF financió un número completo de la revista National Geographic, con el título de “Viaje al centro de Vaca muerta”. “Vaca Muerta es el nombre-utopía realizable de los que ven en su exploración la posibilidad de recuperar el autoabastecimiento energetico”, dice la revista, describiendo las etapas del fracking, el porvenir venturoso de Añelo, junto a un entusiasta reportaje a Galuccio, CEO de YPF, además de magníficas fotografías. También hay una entrevista editada a la comunidad Kaxipayin (que tiene un largo juicio con Repsol por contaminación, en Neuquén), que es muy ambigua, pues se señala que “se oponen al fracking apelando al sentido común” (o sea, no es científico), y que llegaron en 1885, provenientes de Azul, y que sus tierras fueron entregadas por el gobierno nacional por su participación junto al ejercito en la campaña del desierto (según consigna un libro publicado por Repsol en 2004). Esta edición especial de National Geographic fue distribuida entre los diputados y senadores nacionales y, suponemos, sus homónimos de las diferentes provincias (por caso, la recibieron los diputados de la ciudad de Buenos Aires), acompañada de una carta firmada de puño y letra por Galuccio. Asimismo, como ya sucedió con la megaminería en 2012, la campaña incluyó invitaciones y visitas de periodistas a diferentes yacimientos.
Pero además, la campaña está orientada a convencer a la sociedad. Por ejemplo, este verano YPF colocó un simulador del fracking en Pinamar “de última generación” con el objeto, según dice un sitio oficialista, de “desmitificar algunas de las ideas que giran en torno al procedimiento de estimulación hidráulica, como que se ponen en riesgo las napas de agua y se utilizan químicos peligrosos”. Por último, hay una vasta propaganda televisiva (que incluyó un personaje en una telenovela), en la cual constantemente aparecen trabajadores de YPF –hombres y mujeres- con la imagen de un pozo en Vaca Muerta detrás, asegurando que lo de ellos es una tarea profesional, trasmitiendo la idea de trabajo, eficiencia, seguridad, certezas, soberanía…
Resulta difícil desmontar tamaña ofensiva publicitaria, que identifica soberanía hidrocarburifera con soberanía energética. Claro está, no son lo mismo, pero teniendo en cuenta que nuestra matriz energética es un 90% dependiente de los combustibles fósiles, la asociación aparece naturalizada. Pero aún así, el gobierno va por más: su objetivo comunicacional es construir un relato; hacer de la necesidad una virtud, esto es, instalar la idea de que el fracking no sólo es necesario, sino también bueno. La potencia de la campaña en clave nacionalista es tal, que las voces disidentes hoy tienen escasos espacios para expresar sus posturas. Cada vez más se instala entonces un discurso único sobre el fracking, frente al cual se doblegan aquellos que también buscan creer, olvidar las dudas, dejar atrás los cuestionamientos, y apostar a una visión eldoradista, en función de las grandes reservas de Vaca Muerta.
Una excepción en este escenario cada vez más monocorde es la del obispo de Neuquén, Virgilio Bressanelli, quien hace unos días difundió una cartilla sobre el fracking, para advertir sobre los “temores” que éste suscita, no sólo en Argentina sino en otros países, y sobre la escasa credibilidad de las empresas y del gobierno neuquino. El obispo volvió a colocar preguntas, instalar dudas, señalar incertidumbres, recordar hechos recientes de contaminación. También señaló la importancia del principio precautorio, la licencia social y la criminalización de la protesta, retomando un documento firmado por el Concejo Episcopal Latinoamericano en el Perú, en 2011. En su presentación, por último, no se privó de cuestionar a las universidades, que reciben dinero de las mineras.
Bressanelli, quien continúa la labor del inolvidable Monseñor Jaime De Nevares en la defensa de la vida, no es un recién llegado en la temática ambiental, a la cual sigue hace años: intervino en Esquel, hace más de una década, cuando se cuestionó la megaminería, siguió de cerca lo ocurrido en Loncopué; y recientemente tuvo una breve pero destacada participación en el filme de Pino Solanas, La guerra del fracking.
Finalmente, frente a esta enorme batalla comunicacional emprendida por YPF, que apunta a trasmitir certeza, seguridad y eficiencia, y sobre todo ahogar cualquier intento de crítica, es bueno recordar que en el campo del shale gas hay muy malos antecedentes (en Estados Unidos) y una gran incertidumbre. Pese a ello, el gobierno está construyendo un gran relato mistificador, no sólo sobre la “deuda buena” (¡como dijo un periodista de las filas del oficialismo respecto del pago de la indemnización a Repsol!), sino también acerca del “buen fracking”, sin importar si por esta vía consolida un modelo de maldesarrollo, basado en el cortoplacismo de las decisiones, el despojo económico y la impunidad ambiental.
Maristella Svampa es escritora e investigadora del CONICET. Forma parte del grupo de intelectuales “Plataforma 2012″.
La Vanguardia
A fines de 2013 YPF financió un número completo de la revista National Geographic, con el título de “Viaje al centro de Vaca muerta”. “Vaca Muerta es el nombre-utopía realizable de los que ven en su exploración la posibilidad de recuperar el autoabastecimiento energetico”, dice la revista, describiendo las etapas del fracking, el porvenir venturoso de Añelo, junto a un entusiasta reportaje a Galuccio, CEO de YPF, además de magníficas fotografías. También hay una entrevista editada a la comunidad Kaxipayin (que tiene un largo juicio con Repsol por contaminación, en Neuquén), que es muy ambigua, pues se señala que “se oponen al fracking apelando al sentido común” (o sea, no es científico), y que llegaron en 1885, provenientes de Azul, y que sus tierras fueron entregadas por el gobierno nacional por su participación junto al ejercito en la campaña del desierto (según consigna un libro publicado por Repsol en 2004). Esta edición especial de National Geographic fue distribuida entre los diputados y senadores nacionales y, suponemos, sus homónimos de las diferentes provincias (por caso, la recibieron los diputados de la ciudad de Buenos Aires), acompañada de una carta firmada de puño y letra por Galuccio. Asimismo, como ya sucedió con la megaminería en 2012, la campaña incluyó invitaciones y visitas de periodistas a diferentes yacimientos.
Pero además, la campaña está orientada a convencer a la sociedad. Por ejemplo, este verano YPF colocó un simulador del fracking en Pinamar “de última generación” con el objeto, según dice un sitio oficialista, de “desmitificar algunas de las ideas que giran en torno al procedimiento de estimulación hidráulica, como que se ponen en riesgo las napas de agua y se utilizan químicos peligrosos”. Por último, hay una vasta propaganda televisiva (que incluyó un personaje en una telenovela), en la cual constantemente aparecen trabajadores de YPF –hombres y mujeres- con la imagen de un pozo en Vaca Muerta detrás, asegurando que lo de ellos es una tarea profesional, trasmitiendo la idea de trabajo, eficiencia, seguridad, certezas, soberanía…
Resulta difícil desmontar tamaña ofensiva publicitaria, que identifica soberanía hidrocarburifera con soberanía energética. Claro está, no son lo mismo, pero teniendo en cuenta que nuestra matriz energética es un 90% dependiente de los combustibles fósiles, la asociación aparece naturalizada. Pero aún así, el gobierno va por más: su objetivo comunicacional es construir un relato; hacer de la necesidad una virtud, esto es, instalar la idea de que el fracking no sólo es necesario, sino también bueno. La potencia de la campaña en clave nacionalista es tal, que las voces disidentes hoy tienen escasos espacios para expresar sus posturas. Cada vez más se instala entonces un discurso único sobre el fracking, frente al cual se doblegan aquellos que también buscan creer, olvidar las dudas, dejar atrás los cuestionamientos, y apostar a una visión eldoradista, en función de las grandes reservas de Vaca Muerta.
Una excepción en este escenario cada vez más monocorde es la del obispo de Neuquén, Virgilio Bressanelli, quien hace unos días difundió una cartilla sobre el fracking, para advertir sobre los “temores” que éste suscita, no sólo en Argentina sino en otros países, y sobre la escasa credibilidad de las empresas y del gobierno neuquino. El obispo volvió a colocar preguntas, instalar dudas, señalar incertidumbres, recordar hechos recientes de contaminación. También señaló la importancia del principio precautorio, la licencia social y la criminalización de la protesta, retomando un documento firmado por el Concejo Episcopal Latinoamericano en el Perú, en 2011. En su presentación, por último, no se privó de cuestionar a las universidades, que reciben dinero de las mineras.
Bressanelli, quien continúa la labor del inolvidable Monseñor Jaime De Nevares en la defensa de la vida, no es un recién llegado en la temática ambiental, a la cual sigue hace años: intervino en Esquel, hace más de una década, cuando se cuestionó la megaminería, siguió de cerca lo ocurrido en Loncopué; y recientemente tuvo una breve pero destacada participación en el filme de Pino Solanas, La guerra del fracking.
Finalmente, frente a esta enorme batalla comunicacional emprendida por YPF, que apunta a trasmitir certeza, seguridad y eficiencia, y sobre todo ahogar cualquier intento de crítica, es bueno recordar que en el campo del shale gas hay muy malos antecedentes (en Estados Unidos) y una gran incertidumbre. Pese a ello, el gobierno está construyendo un gran relato mistificador, no sólo sobre la “deuda buena” (¡como dijo un periodista de las filas del oficialismo respecto del pago de la indemnización a Repsol!), sino también acerca del “buen fracking”, sin importar si por esta vía consolida un modelo de maldesarrollo, basado en el cortoplacismo de las decisiones, el despojo económico y la impunidad ambiental.
Maristella Svampa es escritora e investigadora del CONICET. Forma parte del grupo de intelectuales “Plataforma 2012″.
La Vanguardia