Para dar abasto a la demanda y no contaminar, actualmente se trabaja en la generación energética a partir del movimiento de las olas y de las mareas
Con el crecimiento de las ciudades ha ido en aumento la necesidad de generar más energía. Se trata de una demanda incesante desde la llamada Revolución Industrial, que produjo cambios sutanciales en los procesos de producción. En los últimos 20 años, se ha duplicado la energía consumida, debido principalmente a la evolución de los países en desarrollo, y se sabe que esta demanda seguirá en aumento.
La mayoría de los equipos y maquinarias utilizados a diario funcionan con energía eléctrica, la más empleada por la facilidad con que se transporta y se transforma en multitud de efectos. Esta energía se transforma en calor, en luz, en movimiento. Pero la forma de conseguir esa energía puede tener impactos en el ambiente, como es el caso de la quema de combustibles fósiles. Basta mencionar que el suministro y la utilización de combustibles fósiles (carbón, petróleo o gas natural) contribuyen en un 80% aproximadamente a las emisiones gaseosas en la atmósfera. La energía nuclear, en apariencia más limpia, encontró sus límites en sus propios riesgos -los varios accidentes nucleares ocurridos- y porque aún no ha podido encontrar cómo deshacerse de los residuos radiactivos que genera ni ningún tratamiento viable para reutilizarlos.
En realidad, toda actividad de generación de electricidad implica una serie de impactos ambientales según la energía primaria que se emplee, la tecnología utilizada y el entorno del emplazamiento de la instalación.
En términos generales, en la actualidad la generación de energía se reparte de la siguiente manera: un 5,4%, petróleo; 23,3%, gas natural; 37,5%, carbón; 13,8%, nuclear, y un 20% las renovables.
Por eso se busca el desarrollo de energías renovables, las que proceden de un combustible inicial que se regenera a mayor velocidad que su consumo o simplemente se considera inagotable, como, por ejemplo, el sol. Entre éstas, están la energía solar térmica, solar fotovoltaica, hidráulica, eólica, biomasa, geotérmica, mareomotriz y la de las olas.
Las centrales renovables también producen impactos: alteración de un ecosistema, contaminación visual o residuos generados una vez finalizado su ciclo de vida. En muchos casos, las tecnologías dejan residuos electrónicos que pueden llegar a ser muy contaminantes y cuya disposición o reciclaje es más complicado. De allí la importancia de que aquellos gobiernos o empresas vinculados con la generación de energía desarrollen una política comprometida con el medio ambiente.
En el estado de Oregon, al noroeste de EE.UU., sobre el océano Pacífico, se está trabajado en la generación de energía a partir de las olas y el viento, por una parte, y del aprovechamiento de las mareas, por otro. En el primero de los proyectos en marcha, se ha buscado aprovechar el movimiento de las olas con balsas o flotadores aptos para soportar la fuerza del oleaje y, en el segundo, el movimiento de las mareas mediante boyas productoras de energía. Allí se encuentra “una zona muy rica de energía eólica marina”, lo que ha dado paso al proyecto de servirse de ella para poner en funcionamiento turbinas de gran tamaño. Las propuestas, que pueden multiplicarse, tienen también sus objeciones del sector ecologista y turístico con los cuales necesita acordar permisos para proteger la presencia de aves marinas, ballenas y pesca, aspectos importantes por considerar.
El desarrollo de iniciativas semejantes a las de Oregon está creciendo en países de América latina. Las más avanzadas pertenecen a Chile, país que debe importar el 75% de la energía que emplea y tiene, por consiguiente, sólidas razones para llevar adelante proyectos de aprovechamiento de la energía mareomotriz, eólica y la que generan las olas, sobre todo en las costas del sur del país.
El crecimiento del interés actual por las potenciales fuentes de energía que ofrece el mar podría contribuir a que se retomasen proyectos elaborados décadas atrás en el país, focalizados en las costas patagónicas, pues el aumento de energías no contaminantes y renovables tiene cada vez mayor valor.
La Nación