Argentina, entre el desarrollo y la enfermedad holandesa
Una ley federal de hidrocarburos podría crear el mecanismo adecuado para administrar los recursos
Por Nicolás Gadano (*).- Existen varias razones que ameritan un tratamiento especial de los ingresos derivados de la actividad petrolera. En primer lugar, se trata de una renta asociada a un recurso no renovable, por definición finito, y su extracción y utilización no debiera beneficiar solamente a los argentinos de hoy sino también a las generaciones venideras. Además debemos pensar que, cuando los hidrocarburos de nuestro subsuelo se agoten, tendremos que disponer de fuentes de energía alternativa con condiciones técnicas y económicas que permitan alcanzar escalas de producción/generación en línea con nuestro consumo nacional. La renta que hoy generan los hidrocarburos podría financiar, al menos parcialmente, la larga transición hacia fuentes de energía renovables.
Asimismo, un boom de producción de hidrocarburos y la alta volatilidad de los precios suelen provocar en las economías petroleras lo que se conoce como la “enfermedad holandesa”, bautizada de esa forma por el caso del descubrimiento de un megayacimiento de gas en Holanda en la década del sesenta que provocó problemas de competitividad en el sector industrial exportador. La presión provocada por el fuerte y repentino ingreso de fondos derivados del petróleo/gas sobre los costos y precios de la región en cuestión genera un encarecimiento relativo que asfixia la competitividad de cualquier otra actividad que no sea la petrolera, la única en condiciones de absorber esos costos abultados. En nuestro país, los exorbitantes alquileres, salarios y precios de los servicios que rigen en las localidades petroleras son un ejemplo de este fenómeno.
En muchos países, para atender estas cuestiones asociadas a la renta petrolera se utilizan fondos especiales de ahorro a través de los cuales se regula el ingreso y la utilización en el tiempo de los recursos de la actividad. A través de estos fondos pueden compartirse las ganancias con las futuras generaciones, pueden financiarse las obras y proyectos dirigidos a diversificar la matriz de energía para bajar el peso de los combustibles fósiles y pueden instrumentarse esquemas de estabilización que eviten –o al menos morigeren– el problema de la “enfermedad holandesa”, permitiendo un crecimiento diversificado y equilibrado de todos los sectores económicos.
Noruega, un país petrolero que cuenta con una empresa estatal ejemplar –Statoil–, es también un modelo en el manejo de la renta petrolera. El Government Pension Fund noruego acumula fondos por cerca de 800.000 millones de dólares, que son administrados por el Banco Central del país en activos de todo el mundo.
La experiencia argentina con los fondos anticíclicos y las regulaciones para el uso de los fondos petroleros no ha sido buena. El problema no aparece en el diseño y la creación de normas de este tipo, sino en el posterior cumplimiento de las mismas. Pero la perspectiva de recuperación de la producción de petróleo y gas, tanto en recursos convencionales como no convencionales, nos obliga a reflexionar nuevamente sobre esta cuestión.
En materia de hidrocarburos, las Provincias perciben la renta de las concesiones otorgadas en su territorio y la Nación, la renta de la explotación offshore. La impostergable discusión de una nueva ley federal de hidrocarburos puede ser el ámbito para que las Provincias productoras y la Nación definan reglas comunes para una adecuada administración de los recursos.
(*) Economista
Río Negro