Crecimiento y desarrollo no son lo mismo. Se necesitan políticas claras para que se produzca el reparto.
Por Adriana Giuliani *.- A menudo los términos “crecimiento” y “desarrollo” son empleados como sinónimos, aunque en realidad entre ellos existen claras diferencias conceptuales.
El crecimiento económico implica que la producción de bienes finales y servicios se incremente, lo que se expresa en el aumento del Producto Bruto medido en términos reales, es decir despojado del efecto de la inflación. En la Argentina, este indicador se denomina Producto Bruto Interno (PBI) para el total del país y Producto Bruto Geográfico (PBG) para las provincias. El desarrollo, por su parte, es un proceso que engloba variables cuantitativas y cualitativas. No resulta suficiente que las actividades económicas se multipliquen para hablar de desarrollo, sino que es preciso instrumentar mecanismos para que el resultado del crecimiento se distribuya entre los habitantes del territorio.
En la disciplina económica, este enfoque surgió en la década de 1950 con trabajos de autores como Lewis, Nurkse, Hirschman, Singer, Rosenstein Rodan, entre otros, hoy conocidos como los “Pioneros del desarrollo”. A partir de estos primeros análisis, se fueron incorporando aportes, entre los que se destaca el de desarrollo humano, nutrido en gran medida por el planteo del economista hindú Amartya Sen, quien fue distinguido con el Premio Nobel de Economía en 1998. El desarrollo humano remite a la distribución del ingreso, a la calidad de vida, a la posibilidad de satisfacer las necesidades de alimentación, salud, vivienda, educación, trabajo digno. También se vincula con el cuidado del ambiente y la utilización racional de las fuentes de energía, ya que forman parte del legado a las próximas generaciones. En definitiva, el desarrollo humano pone en el centro de la preocupación a las personas y apunta a promover la equidad y la igualdad de oportunidades. Para medir el desarrollo humano en los distintos países, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) desde 1990 elabora el Índice de Desarrollo Humano (IDH) que combina el PBI per cápita con la esperanza de vida al nacer y grado de alfabetización, entre otras variables relacionadas.
Desde la concepción neoliberal, en cambio, se sostiene la desatinada hipótesis del “derrame”, según la cual el crecimiento y la acumulación de riqueza, automáticamente y a través de las fuerzas del mercado, fluyen hacia los sectores más carenciados sin necesidad de poner en práctica políticas de redistribución. Es preciso recordar que en la Argentina, la teoría del derrame demostró su absoluta ineficacia durante los años de vigencia del neoliberalismo, cuando las políticas de ajuste y desregulación provocaron concentración del ingreso y a la vez tasas de desocupación en niveles inéditos, marginación y exclusión.
En Neuquén se pronostican elevados índices de crecimiento de la economía derivados de la explotación de los recursos del subsuelo, en especial los provistos por la renombrada formación geológica Vaca Muerta. Para emprender el camino del desarrollo se requiere planificar el futuro con una visión estratégica, diseñando herramientas que permitan que los frutos del crecimiento beneficien al conjunto de la sociedad.
*Economista de la UNC
Río Negro
En la disciplina económica, este enfoque surgió en la década de 1950 con trabajos de autores como Lewis, Nurkse, Hirschman, Singer, Rosenstein Rodan, entre otros, hoy conocidos como los “Pioneros del desarrollo”. A partir de estos primeros análisis, se fueron incorporando aportes, entre los que se destaca el de desarrollo humano, nutrido en gran medida por el planteo del economista hindú Amartya Sen, quien fue distinguido con el Premio Nobel de Economía en 1998. El desarrollo humano remite a la distribución del ingreso, a la calidad de vida, a la posibilidad de satisfacer las necesidades de alimentación, salud, vivienda, educación, trabajo digno. También se vincula con el cuidado del ambiente y la utilización racional de las fuentes de energía, ya que forman parte del legado a las próximas generaciones. En definitiva, el desarrollo humano pone en el centro de la preocupación a las personas y apunta a promover la equidad y la igualdad de oportunidades. Para medir el desarrollo humano en los distintos países, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) desde 1990 elabora el Índice de Desarrollo Humano (IDH) que combina el PBI per cápita con la esperanza de vida al nacer y grado de alfabetización, entre otras variables relacionadas.
Desde la concepción neoliberal, en cambio, se sostiene la desatinada hipótesis del “derrame”, según la cual el crecimiento y la acumulación de riqueza, automáticamente y a través de las fuerzas del mercado, fluyen hacia los sectores más carenciados sin necesidad de poner en práctica políticas de redistribución. Es preciso recordar que en la Argentina, la teoría del derrame demostró su absoluta ineficacia durante los años de vigencia del neoliberalismo, cuando las políticas de ajuste y desregulación provocaron concentración del ingreso y a la vez tasas de desocupación en niveles inéditos, marginación y exclusión.
En Neuquén se pronostican elevados índices de crecimiento de la economía derivados de la explotación de los recursos del subsuelo, en especial los provistos por la renombrada formación geológica Vaca Muerta. Para emprender el camino del desarrollo se requiere planificar el futuro con una visión estratégica, diseñando herramientas que permitan que los frutos del crecimiento beneficien al conjunto de la sociedad.
*Economista de la UNC
Río Negro