Si Argentina quiere llegar a los compromisos climáticos y la neutralidad carbónica en 2050 para paliar los efectos del cambio climático, todos los sectores productivos tendrán que transitar hacia prácticas más sustentables. La pregunta es cómo.
Sabrina Pozzi*, Andrea A. Gálvez y Pablo Bruetman / La Izquierda Diario
El Acuerdo de París, los movimientos de jóvenes contra la crisis climática, los secretarios ambientales, los y las especialistas en energía, la gran mayoría de los Estados y hasta las empresas productoras de hidrocarburos coinciden: el tiempo de la extracción de combustibles fósiles se agota. La única manera de que el planeta deje de aumentar su temperatura con las consecuencias sin retorno que eso traería (y ya está trayendo) son las energías renovables: abandonar el extractivismo de carbón, gas y petróleo que se realiza en nuestras tierras y pasar a generar la energía con lo que la naturaleza nos da en vez de con lo que le quitamos. El sol, el agua, el viento. Las energías que llamamos renovables. Aquellas que provienen de los elementos naturales que iluminan, soplan y refrescan todos los días en la tierra. Aquellas que, si las cuidamos, son inagotables.
El uso de los combustibles fósiles se intensificó a partir de la Revolución Industrial. Sirven, entre otras cuestiones, para hacer plásticos y generar energía eléctrica y mecánica (transporte, comercio). Martín Álvarez Mullally, investigador del Observatorio Petrolero Sur (OPSur) explica: “La era moderna del capital se basó en la matriz energética fósil. Es una cuestión civilizatoria. Esta lógica capitalista de tomar la energía como una mercancía es la que mueve el mundo”. Así, esta “mercancía” genera un proceso de “renta extraordinaria” en las empresas petroleras y en los Estados que culmina en una tendencia de explotación cada vez más profunda. “Tienen que generar procesos más violentos hacia los ecosistemas para poder sacar esa energía”.
El fracking que se desarrolla en Vaca Muerta es un método de extracción de gas y petróleo no convencional que sustrae de la roca madre (alrededor de 4.000 metros de profundidad) estos hidrocarburos utilizando mucha cantidad de agua y químicos contaminantes. Es una técnica intensiva y dañina. Neuquén es el centro de la formación.
En Argentina si se quiere llegar a los compromisos climáticos y a la neutralidad carbónica en 2050 para paliar los efectos del cambio climático, todos los sectores productivos tendrán que transitar hacia prácticas más sustentables. La pregunta es cómo.
¿Cómo hacer una transición justa? ¿Cómo hacer que el cambio de matriz energética no signifique la pérdida de puestos de trabajo? ¿Cómo hacer para que los combustibles puedan ser pagados/utilizados por toda la población y no solo por quienes tienen altos ingresos? ¿Cómo hacer para que las energías renovables no generen mayor desigualdad entre las potencias mundiales y el resto de los países? ¿Cómo hacer para que la transición energética no tenga también impactos sobre la crisis climática que está intentado mitigar?
Trabajos tóxicos versus trabajos saludables
La gran discusión es qué se hace con quienes siempre pierden en el capitalismo: trabajadores no calificados, pueblos originarios, familias agricultoras campesinas. A priori quienes se verían más perjudicados con la transición energética serían los que se dedican a empleos contaminantes: mineros, productores de plástico, empleados y empleadas en petróleo, gas o carbón y su transporte.
Por eso Christoph Ernst, economista e integrante del equipo de especialistas en empleo y desarrollo productivo de la Organización Internacional del Trabajo de Argentina, cree que ya es momento de prevenir qué se hará cuando estos trabajos ya no sean una salida laboral: “La idea sería que el país diseñe un plan claro y vaya abandonando las actividades contaminantes protegiendo y apoyando económicamente a los perdedores de esta transición. Los perdedores necesitan un ingreso seguro y sostenido, protección social, ayuda para el traslado y una reorientación profesional”.
Además, la transición implicaría pensar hacia dónde vamos. Sería poco útil pensar en que cada trabajador o trabajadora, de un día para otro, cambie de oficio u profesión. Debemos pensar en qué modelo económico necesita el país.
“Transición justa es ir más allá de lo climático. Es definir qué modelo de país queremos, qué modelo de desarrollo, qué modelo laboral y qué modelo educativo”, define Enrique Maurtua Konstantinidis, Asesor Senior de Política Climática en la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) y experto en negociaciones de Cambio Climático de Naciones Unidas desde el año 2004: “Hay que pensar si queremos un país de obreros e industriales o de prestadores de servicios. Esas decisiones tienen impactos distintos, hay que analizar muy a conciencia qué tipo de desarrollo queremos para el futuro. Pienso que no vamos a poder competir con China e India, entonces puede ser que sea mejor invertir en educación, diseño e investigación. La transición hacia energías renovables va a tener implicancias para lo que es el trabajo, pero va a tener un montón de oportunidades también”.
De hecho, desde la OIT lo ven como una oportunidad. Se ha constatado que las energías renovables son las que generan más trabajo y lo hacen en toda la cadena de valor. “El sector renovable es el que más empleo genera, posibilita tanto trabajos no cualificados como altamente cualificados”, señala Maurtua.
Desde el Opsur lo ven de manera similar: “Las transiciones generan nuevos tipos de trabajo que a su vez generan cambios a nivel mundial en cuanto a la división del trabajo. Una transición justa debe incorporar a los trabajadores y a todo el proceso de generación del trabajo y de desarrollo económico”.
¿Es rentable Vaca Muerta?
El fracking en Vaca Muerta, según aclara el investigador del OPSur, requiere mucha mano de obra, el problema es que depende de los precios internacionales de los barriles de petróleo. Por eso explica que en los momentos de subas se construyen hospitales, escuelas, abren comercios, pero en los de bajas, hay despidos y esos servicios públicos no pueden cerrarse y el Estado debe ocuparse de los costos. “Genera una inestabilidad muy grande y no funciona si no es con grandes subsidios estatales. La próspera provincia de Neuquén es, en realidad, la segunda provincia más endeudada del país”, detalla Álvarez.
FARN coincide con Álvarez: Vaca Muerta mantiene su actividad a través de grandes partidas presupuestarias. En 2017 los subsidios implicaron un 5,6 % del presupuesto nacional y un 3,1 % para el 2018. El 2019 incrementó la ayuda según afirman desde la fundación.
Otro de las grandes promesas que Vaca Muerta parece decepcionar es el tema del trabajo. Si bien la actividad en Vaca Muerta aún es incipiente y tuvo sus problemas durante la crisis, se creó empleo, aunque no abundante como se pensaba, y como afirma el economista “no es un sector que genera empleo nacional, porque los especialistas vienen de otros países”.
El megaproyecto neuquino no estaría cerrando las cuentas, ni crearía empleo al nivel que se había vaticinado. “Al final son pocas personas que ganan mucho dinero con estas actividades”.
Para FARN es importante no romantizar Vaca Muerta, aseguran, pues no se trata de “la salvación económica”, sino más bien un negocio. “Dónde está la salvación de un proyecto que necesita una cantidad tan grande de subsidios, su rentabilidad es muy cuestionable. En Estados Unidos las empresas de fracking quiebran porque la extracción es más cara que la producción”.
Cuentas que parecen no cerrar, presupuestos que financian energías contaminantes, ante esta situación desde el OPSur dicen que “tenemos que pensar una transición en claves populares. ¿Energía para qué? ¿Energía para quién? Y entender a la energía como un derecho humano y no como una mercancía especial”, agrega Álvarez.
Energías renovables: ¿Una oportunidad para Argentina?
Las proyecciones a nivel mundial indican que la energía solar y la eólica serán las más utilizadas en un futuro próximo, siendo la que se obtiene del sol la más económica. Mientras que algunos creen que este tipo de energías son muy costosas comparadas con los combustibles fósiles, los analistas consultados afirman que estas energías no son más caras que las contaminantes. Si bien es necesario inversión, se amortiza en pocos años. “Los combustibles fósiles para que beneficien a la gente hay que subsidiarlos. Si se le diera el mismo apoyo económico a las renovables serían gratis o casi gratis”, afirma Enrique Maurtua de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales.
El investigador del OPSur propone cambios en el transporte y la vivienda. Una de las propuestas es aumentar las vías de ferrocarril. “Es menos contaminante que los camiones. Además, estos últimos provocan muertes, accidentes, daños de rutas y, por lo tanto, mantención del Estado”.
Maurtua entiende a los ferrocarriles (eléctricos, agrega) como una alternativa dentro de un plan más amplio: “Uno piensa: pongamos trenes. Pero para ser rentable hay que asegurar nivel de carga o pasajeros, de dónde a dónde, cuántos, las distancias, el mecanismo de transporte, y hacia el final de la cadena podés ver las distintas tecnologías, pero lo primero es evaluar hasta donde es necesario el transporte en sí mismo. ¿Por qué una persona tiene que viajar dos horas antes de ir a trabajar todos los días?
No es solo abandonar los combustibles fósiles y cambiarlos por transportes eléctricos. Ahí está la diferencia entre una transición hacia energías renovables y una transición justa: pensar para qué, por qué. “Primero hay que preguntarse si es necesario transportar. Para transportar a una persona la primera opción siempre es la personal: la caminata, la bicicleta. Para largas distancias, transportes colectivos tendientes a la electrificación, que obviamente tiene cosas para analizar también: la vida útil de las baterías, el litio, el cobalto, el níquel. En algunos países están funcionando trenes con hidrógeno, la industria automotriz tiende más a lo eléctrico. También está el biocombustible, pero no es parte de una transición justa: atenta contra la producción de alimentos porque obliga al campo a generar una producción intensiva con lo que ello implica: agrotóxicos y pesticidas”.
Transición justa, es democratizar. “Además de descarbonizar hay que desconcentrar”, resume el investigador del OPSur. Y el especialista de FARN explica: “El sistema hoy está centralizado, se genera en un punto y es necesario transportarlo. La energía renovable lo que permite es una democratización de la energía. Puede producirse a pequeña escala o a gran escala, solo para tu casa, tu barrio, tu ciudad, o para toda la provincia. Si, por ejemplo, un vecino tiene energía solar y no la usó toda, podría venderla a otro vecino que la necesite. Las personas pueden ser dueñas de su propia energía. Hay quienes lo pueden ver como que le sacas el negocio a productores de energía, pero en realidad contribuís a mantener el sistema de energía. Y por supuesto que esto no les gusta a las esferas de poder que quieren mantener la propiedad de la energía”.
Las energías renovables en Argentina se desarrollaron a ritmo más lento que los combustibles fósiles. El gabinete de cambio climático de los últimos años avanzó bastante en las energías no contaminantes, aunque insuficiente: se pasó del 0.5 % al 2,5 % al mismo tiempo que aumentaron los subsidios para la explotación de gas y petróleo no convencional de Vaca Muerta.
Esta es una de las “mayores contradicciones” que plantea este tipo de desarrollo energético, alerta Christoph Ernst de la OIT Argentina. “Argentina, al mismo tiempo que impulsa las energías renovables, amplía los subsidios para las actividades contaminantes como Vaca Muerta”.
Según FARN, aunque el desarrollo de las renovables es deficitario supone un avance y ven la necesidad de poner en marcha políticas públicas para hacer una transición energética más profunda.
Los entrevistados señalan que en Argentina la energía solar será la fuente más económica y con más incentivos. Estos últimos años avanzó con el plan Renovar, aunque la que más ganó fue la eólica. También hubo, aunque escasos, proyectos hidroeléctricos, bioenergía y biotecnología.
Enrique Maurtua está convencido de las ventajas de este tipo de energías para la Argentina, pero hay que hacer cambios más profundos. “En el país tenemos una alta dependencia en combustibles fósiles, se tiene que cambiar el eje en prioridades, redireccionar los subsidios y el desarrollo energético”. La dificultad de las renovables es hacerlas rentables a nivel comercial. “En un primer momento hay que importar mucho y necesitan mano de obra calificada. El desafío es cómo hacer para que sea beneficioso en materia comercial: equilibrarla a la energía de los combustibles fósiles” agrega Enrique. “Argentina tiene su matriz un 92 % fósil y lo que ha hecho la política en estas últimas décadas es afianzar la explotación de los hidrocarburos”, explica Álvarez Mullally.
En Argentina, el 80 % de la energía eléctrica de las casas se produce a partir de combustibles fósiles: centrales térmicas de fuel, de gas o combinados. Esto se podría reemplazar directamente con energías renovables y se ahorraría tener que transportarlo y quemarlo. “Si una termoeléctrica la haces funcionar con energía renovable, surgida de paneles o molinos, sólo hay que enchufar. Se ahorra toda una cadena contaminante y costosa: extracción, transporte y combustión”, afirma Enrique.
El recién asumido gobierno de Alberto Fernández seguirá subvencionando a gran nivel la economía contaminante tras anunciar querer “blindar Vaca Muerta”. Y lo más importante es que después de las movilizaciones en Mendoza, los temas socioambientales estarán sobre la mesa, nunca más bajo el tapete.
*Periodista | Fellow of Climate Tracker | @sabrinapozzi