En un día sin precedentes vimos desplomarse como nunca los precios del petróleo en Estados Unidos. Los medios y redes sociales se llenan de explicaciones técnicas, cuando la respuesta es política: los hidrocarburos, en tanto insumo energético, son un derecho y como tal no pueden estar mercantilizados. El negocio sobre nuestros derechos nos hundió en una dependencia petrolera que hoy se revela como un error: La idea de Vaca Muerta como un gran polo energético exportador pende de un hilo y en este fracaso perdimos diez años de gestión energética.
Por: OPSur / Foto: Juan Pablo Barrientos
Hoy el precio de referencia para el crudo en Estados Unidos (WTI) llegó a números negativos por primera vez en su historia. La agresiva política energética norteamericana para transformarse en un gran polo exportador ha fracasado. Cada vez que el resto de los productores recortaron, Estados Unidos transitaba el camino contrario. La combinación de sobreproducción, incapacidad de almacenamiento y bajo consumo por la pandemia estalló hoy. A esta situación se suma el enorme juego financiero de la venta futura de crudo de mayo que vence el martes 21. Expertos y expertas en el seguimiento de los precios en los que se transan los commodities, explican que es una situación coyuntural, que la referencia que se utiliza en Europa (Brent) aún se mantiene sobre los US$20 el barril; que ese es el precio que se utiliza en Argentina; sin embargo eso no desvanece el shock. ¿Puede la economía norteamericana solventar un fuerte salvataje en medio de una pandemia? ¿En cuánto tiempo?
Más allá de que esto no sea el apocalipsis, revela lo riesgoso que es creer que un proyecto como Vaca Muerta y la explotación de combustibles fósiles pueden ser la salvación ante la crisis económica del país. Hace una década se decidió apostar por el desarrollo de Vaca Muerta, que se sostuvo a fuerza de subsidios o altísimas tarifas. El histórico derrumbe de los precios de hoy y la caída de las últimas semanas demuestran que es imposible traccionar una salida a la crisis energética y económica con un proyecto cuyo timón no está en el país.
Argentina experimentó con el fracking y no fue un buen camino. Los impactos sociales y ambientales se suman a la inviabilidad económica que venimos advirtiendo. Vaca Muerta nos hundió, una vez más, en la dependencia hidrocarburífera de cuyo nudo se desprenden una serie de problemas como la falta de diversificación productiva de provincias como Neuquén y Chubut (y a las que otras, como Río Negro, quieren parecerse); la dependencia de sus economías de los precios del petróleo; la contaminación de tierra, agua y aire que se multiplica con la aplicación masiva del fracking; y la postergación en el desarrollo de otros tipos de fuentes energéticas como las renovables.
El episodio de hoy nos muestra una vez más la importancia de entender a la energía como un bien social y a su acceso como un derecho. Entonces los insumos energéticos –como la electricidad o los hidrocarburos– no pueden estar en manos del mercado porque de esta manera se perpetúa una crisis de acceso y distribución de la energía. A su vez, las empresas han venido cooptando el debate energético. En 2013 las y los legisladores neuquinos sin conocer el texto, aprobaron el acuerdo entre YPF y Chevron para explotar la comunidad mapuche Campo Maripe. Al año siguiente sin un darse una discusión pública, se aprobó una nueva ley de hidrocarburos que apostaba todas sus fichas en el desarrollo del fracking. Entonces y ahora, decimos que es necesario abrir la energía a un debate popular, en donde las y los trabajadores y usuarios tenemos una opinión para dar. Se debe romper esa tradición de que las decisiones sobre política energética se toman entre cuatro paredes con las petroleras dentro. Porque esa tradición nos llevó a un consenso fósil que hace crecer más y más la dependencia de los hidrocarburos y nos mantiene con un sistema energético contaminante, inequitativo y poco democrático.
La actual crisis sanitaria del COVID-19 es parte de la crisis civilizatoria en la que los combustibles fósiles son el principal causante del cambio climático, que amenaza la vida en el planeta. Debemos frenarlo a través de la reconversión a otro tipo de fuentes energéticas sin replicar el modelo extractivo que nos llevó a esta situación, donde la eólica y solar deben tener un rol central. Sabemos que este proceso no debe darse de un día para otro, sino que requiere de una transición. Esa transición no nos habla solo de sostenibilidad ambiental, sino que también hace referencia a la situación de los y las trabajadoras del sector; a la necesidad de garantizar el control público de la generación energética; y a repensar los criterios de consumo, empezando por el transporte y la industria, para así poder salir de esta crisis constante a la que nos trajo la civilización petrolera.
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