Por Tatiana Roa Avendaño1.- Las recientes protestas de campesinos y campesinas paramunos contra la exploración y explotación petrolera en Boyacá (Región del Sugamuxi) y el Huila (páramos de Miraflores) han puesto en evidencia cómo la frontera petrolera avanza vertiginosamente sobre el territorio nacional. El avance petrolero no se da sólo geográficamente, sino también se consolida hacia otras fronteras tecnológicas, con el auge de los hidrocarburos no convencionales2.
En este contexto, el desarrollo petrolero avanza actualmente hacia zonas sin ninguna tradición petrolera, reconfigurando territorios campesinos e indígenas que nunca creyeron tener en sus entrañas el crudo, el combustible de esta civilización.
En palabras de Michael Klare3, transitamos de una era de combustibles baratos y fáciles hacia una era de energía extrema (cara y contaminante). Estamos a las puertas de una “revolución energética”, que podría transformar radicalmente el panorama energético mundial, con unas graves y profundas implicaciones sociales y ambientales, y con el riesgo de incrementar el conflicto en la disputa por el acceso a estas fuentes energéticas dentro del avance de una nueva frontera.
¿Cómo se manifiesta este fenómeno en Colombia? ¿Cómo avanza en el país la frontera petrolera? ¿Cuáles podrían ser las repercusiones ambientales y sociales? ¿Qué respuestas está provocando entre la sociedad colombiana?
El contexto internacional de los crudos no convencionales
De acuerdo a un informe producido en 2012 por la Agencia Internacional de Energía (EIA por las siglas de su nombre en inglés), se prevé que hacia el 2020 los Estados Unidos podrían convertirse en el mayor productor mundial de petróleo, incluso superando, hacia mediados de esa década, a Arabia Saudí. El incremento de las reservas y la producción de petróleo y gas en la potencia del norte tiene que ver con la incorporación de tecnologías de exploración-producción, ya usadas para la explotación de petróleo ligero y controladas por las empresas de servicios petroleros estadounidenses, que aplicadas simultáneamente permiten en la actualidad la explotación de formaciones de gas en arenas compactas y lutitas4. Por otro lado, su poderío ahora también se cimenta en la venta de las tecnologías para la extracción de los crudos no convencionales. “Esta ‘revolución energética’ de los no convencionales (…) ha sido exportada al resto del mundo por las autoridades de la potencia del Norte a partir de la Iniciativa Global de Gas de Esquisto (Global Shale Gas Iniciative)5.” (OPSur, 2012, 3). Es decir, el poderío de Estados Unidos, sobre este campo, también se ha consolidado a partir del conocimiento y control de las tecnologías para la extracción de los crudos no convencionales.
Si los pronósticos de la EIA son ciertos, el país norteamericano podría reducir sus importaciones de petróleo en las próximas décadas e incluso llegar a convertirse en exportador neto de petróleo hacia 2030 (EIA, 2012), lo que le ha permitido reforzar el poder a este país, sobre la base de su producción de gas y petróleo (Klare, 2013), luego de la profunda crisis en el 2008. Con el incremento de los precios del petróleo y las nuevas tecnologías para extraer crudos, varias de las fuentes energéticas se han hecho rentables para esta industria, permitiendo el avance sin precedentes de la frontera petrolera. Es así como, durante los últimos años, Estados Unidos ha emprendido un intensa búsqueda y desarrollo de tecnologías para la extracción de crudos no convencionales, poniendo principalmente énfasis en las formaciones de petróleo y gas de esquisto (shale oil y shale gas respectivamente). Ahora bien, este camino para la exploración y el desarrollo de los crudos no convencionales no es exclusivo de los norteamericanos, también ha sido emprendido por otros países de la región y del mundo, y podría reconfigurar el futuro energético en los próximos años.
De acuerdo a un último informe de la Agencia Internacional de Energía (2012), el 10% de las reservas recuperables de petróleo en el planeta y alrededor de una tercera parte de las de gas natural podrían encontrarse en formaciones de esquisto de una decena de países, entre ellos Estados Unidos, Argentina, Rusia y China, que ya han ido avanzando en la exploración y cuantificación de las reservas de no convencionales6. (EIA, 2013). Más aún, en un escenario de precios altos, el aporte de los crudos no convencionales podría subir al 20%.
En Latinoamérica la carrera por los crudos no convencionales ya tiene trecho: Brasil ha encontrado un enorme yacimiento de petróleo en mar adentro, El Pre – Sal; el yacimiento de gas de lutitas de Vaca Muerta en Neuquén, Argentina, ha multiplicado las reservas gasíferas del país austral; Venezuela cuenta con enormes reservas de crudos ultrapesados en la franja del Orinoco, y México podría volver a ser un importante productor con la incorporación de sus nuevas reservas de no convencionales.
Esta forma de explotación, propia del actual modelo neo-extractivista, se impone arrasando las economías locales, destruyendo la naturaleza, despojando a las comunidades de sus territorios mientras se profundizan los procesos de privatización y acaparamiento de tierras y territorios. De aquí que en la medida que avanza el modelo neo-extractivista se profundizan los conflictos y emerjan las resistencias. En Argentina, la resistencia de las comunidades locales ha llevado a que más de cinco municipios7 hayan prohibido la utilización del fracturamiento hidraúlico (fracking) para la explotación del gas de lutitas. En junio de 2013 la justicia argentina suspendió un proyecto de fracking en Chubut en la Patagonia, admitiendo un amparo interpuesto por un ciudadano.
En Francia, la fuerte oposición de los ambientalistas llevó a que el gobierno prohibiera esta actividad utilizando el principio de precaución, y ya media decena de otros países han prohibido la utilización de esta agresiva técnica, ese mismo camino ha sido seguido por Bulgaria, Rumania y República Checa, mientras el estado de Nuevo Gales de Australia decidió en 2011 hacer una moratoria a esta práctica mientras se evalúan las necesidades en agricultura y minería (Contraloría General de la República, 2012). Ese mismo camino fue seguido por el Estado de Quebec (Canadá) e Irlanda del Norte que declararon una moratoria para la aplicación del fracturamiento. También Sudáfrica suspendió “la explotación de yacimientos no convencionales de gas en el desierto de Karoo, hasta que se realicen las consultas pertinentes y se garantice la no afectación de los escasos recursos hídricos existentes en la región.” (OPSur, 2012, 3)
No es para menos, los costos ambientales de los hidrocarburos no convencionales son enormes. No sólo requieren inmensas cantidades de agua y energía, utilizando multitud de químicos, sino que la lógica de ocupación del territorio será profundamente más destructiva. La mirada productivista y eficientista del desarrollo descalifica otras lógicas de ocupación del territorio, como la campesina, indígena y negra, al punto de ser considerados éstos lugares como vaciables, más aún cuando algunos de estos territorios se entienden como “zonas de sacrificio” para alentar el progreso (Svampa, M. 2013, 32).
Los crudos no convencionales en Colombia.
Según un informe de la empresa consultora Arthur Little (Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH), 2009), el potencial de reservas hidrocarburíferas no convencionales de Colombia es significativo. La empresa consultora asegura que las reservas más importantes8 son de metano en vetas de carbón9, arena asfáltica, lutita gasífera y gas compacto, y de manera más limitada son las de esquisto bituminoso10 e hidratos de gas:
“De manera preliminar, las estimativas basadas en los datos disponibles revelan un potencial significativo de los siguientes recursos en Colombia:
• Metano en vetas de carbón: 7,5 Tcf (billones de pies cúbicos) de reservas recuperables;
• Arenas asfálticas11: 40 a 60 Gbbl (mil millones de barriles) de petróleo recuperable;
• Lutitas gasíferas12: 30 Tcf de reservas recuperables;
• Gas compacto: Desconocido”. (Arthur Little, 2008)
El interés por los crudos no convencionales en el país tiene ya más de una década. “De acuerdo con el Ministerio de Minas y Energía, hoy hay 19 bloques con potencial no convencional, de los cuales 6 corresponden a la Ronda 201213 y el resto a rondas anteriores”. (El Espectador, 2013)
Algunos de los primeros desarrollos de crudos no convencionales los realizó Nexen, compañía de origen canadiense, recientemente adquirida por la China Cnooc, que desde 1999 le está apostando a la búsqueda de gas no convencional en dos de los cuatros bloques que tiene en Boyacá. De hecho, en agosto de 2012, la Autoridad de Licencias Ambientales, ANLA, aprobó la licencia ambiental para el proyecto de fracturamiento hidráulico, en el bloque exploratorio de Chiquinquirá, con influencia en los municipios de Simijaca, Ubate, Susa y Buenavista en Boyacá, (Acolgen, 2012). Esta licencia ambiental fue aprobada a pesar de la función de advertencia en donde la Contraloría General de la República destaca los perjuicios de avanzar con este desarrollo industrial, sin considerar los riesgos que este tipo de actividad podría provocar en las regiones productoras14 .
También a finales del año 2000, Ecopetrol y Drummond iniciaron los estudios del Contrato Río Ranchería (Guajira)15. Se estima que este yacimiento contiene entre 3 y 5 terapies cúbicos (tpc) de gas metano asociado a depósitos de carbón, para lo cual ya se han perforado varios pozos exploratorios. (Semana, 2007) Este contrato tiene enfrentadas a las transnacionales mineras Drummond y El Cerrejón, pues aunque la primera tiene los derechos para explotar el gas, la segunda tiene derecho para explotar el carbón16. (Portafolio, 2013)
Desde 2004, la minera Drummond tiene el Contrato de E&P La Loma, ubicado en la mina de La Loma (Cesar), de su propiedad, en el cual se estiman reservas de alrededor de tres terapies cúbicos de gas (tpg) asociados a yacimientos carboníferos en un campo de exploración en su mina, lo que podría significar alrededor del 30% de las reservas de gas del país. La Cuenca del Magdalena Medio, donde se encuentra el mayor potencial de reservas de crudos no convencionales en lutitas (shale), ya cuenta con diversas empresas avanzando en su exploración. Canacol Energy y Conoco-Phillips iniciaron perforación en el pozo Oso Pardo 1, en la cuenca del Magdalena Medio en la formación La Luna. Canacol Energy también tiene un acuerdo privado con Exxon Mobil para la participación de intereses (farm-out-agreement “FOA”) en el contrato de E&P VMM2, equivalente a 506 km2, para la búsqueda de petróleo no convencional, mientras que tiene participación en un contrato con Exxon Mobbil en VMM2 y con Shell en el VMM3. La estatal petrolera Ecopetrol avanza sus actividades con tres pozos exploratorios. Otras empresas como Shell, Lewis Energy, Vetra, y Sintana Energy están adelantando trabajos exploratorios en la cuenca más prospectiva del país.
Con las reservas de crudos no convencionales, particularmente de los gases de esquito (shale gas), la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH) espera incrementar entre 11% y 26% las reservas de crudo del país y en gas alcanzaría entre 33% y 66%, extendiendo la reservas petroleras que hoy tiene para cubrir las necesidades del país durante unos siete años.
Más energía, más agua y muchos contaminantes
Pero los costos de explotar crudo no convencionales no son solamente mayores en términos económicos sino también culturales y ambientales. El desarrollo de los crudos no convencionales profundizará los conflictos sociales y ambientales alrededor del mundo. Son tan altos los requerimientos de agua y energía, que de acuerdo a algunos estudiosos del tema energético, podría poner en entredicho el desarrollo de esta nueva fase de la industria petrolera y el optimismo con el que se celebra en Norteamérica su posible logro para alcanzar la autonomía energética en el mediano plazo.
En el desarrollo de campos de arenas bituminosas de Alberta (Canadá) se requiere extraer dos toneladas de arena para obtener un barril de petróleo, mientras se calcula que es necesario gastar el equivalente a dos de cada tres barriles producidos para pagar la energía y demás costes asociados a la extracción de petróleo de las arenas bituminosas de Alberta. Se requieren 1.000 millones de pies cúbicos (28,5 millones de m3 aproximadamente) de gas natural para generar un millón de barriles de petróleo sintético17 a partir de arenas petrolíferas. Además, este proceso minero, requiere también enormes cantidades de agua, y se producen casi 10 litros (2,5 galones) de residuos tóxicos líquidos por cada barril de petróleo que se extrae, porque su procesamiento implica la preparación de un coctel altamente contaminante de bitumen, diluyentes y, otros productos químicos.
De acuerdo a la Contraloría General de la República (2012, 3-4), el fracking amenazaría la riqueza hídrica del país, y aumentaría los riesgos geológicos y en la salud pública por la inmensa cantidad de químicos que esta actividad requiere:
“Se sabe que los aditivos incluyen ácido, bactericida/biocida, estabilizador de arcilla, inhibidor de corrosión, reticulante, reductor de fricción, gelificante, controlador de metales, inhibidor de sarro y surfactantes. El centro Tyndall de la Universidad de Manchester, en el Reino Unido, (…) analizó 260 productos químicos usado en el “fracking”. De ese total 17 fueron considerados tóxicos para organismos acuáticos, 38 tóxicos agudos, 8 cancerígenos probados y otros 6 sospechados de serlo, 7 elementos mutagénicos y 5 producen efectos en la reproducción.” (Contraloría General de la República, 2012, 4)
La revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’ (PNAS) (citado por OPS, 2013) acaba de publicar un artículo científico en el que advierte que una de las mayores amenazas para la salud pública es la contaminación de las aguas subterráneas para consumo humano. El trabajo de los investigadores de la Universidad de Duke18, encontró que “la concentración de gas metano en el agua de consumo humano era seis veces mayor de lo normal y la de etanol llegaba a ser hasta 23 veces superior en los pozos situados a un kilómetro de la prospección.” (OPSur, 2013).
El consumo de agua para el fracturamiento es intensivo, se requieren entre 1.100 m3 y 2.200 m3 de agua para cada fase del fracturamiento, que puede tener entre 8 y 13 fases. Por ejemplo, en un pozo con una perforación horizontal de 1.2 km, “se utilizan entre 9.000 y 29.000 m3 de agua, y entre 180 y 580 m3 de aditivos químicos. Para todas las operaciones de fractura realizadas en una plataforma de seis pozos, se utilizan entre 54.000 y 174.000 m3 de agua, y entre 1.000 y 3.500 m3 de químicos.” (OPSur, 2012, 19). De esta manera, el conflicto por los usos del agua se agravará porque entrarán en disputa los usos agrícolas locales con los de esta nueva industria.
Ya para terminar
La nueva ‘revolución energética’ de los no convencionales profundizará la dependencia a los combustibles fósiles y retardará aún más el tránsito de una sociedad energívora hacia una sociedad del buen vivir, que reclaman los pueblos y las culturas andinas. La urgencia de romper la dependencia hacia los fósiles será pospuesta y sus consecuencias serán nefastas para la humanidad.
Esta nueva frontera petrolera, que se abre con la implementación de tecnologías bajo el control de las empresas de servicios petroleros de los EEUU., profundizará la dependencia tecnológica y el endeudamiento en los países productores, restringiendo la posibilidad de alcanzar la soberanía energética que no es sólo garantizar el abastecimiento y acceso a la energía, sino el control sobre las fuentes y la autonomía en la gestión y la utilización de la energía.
El modelo de ocupación territorial que requieren los combustibles no convencionales y el uso intensivo de agua y energía provocará una reconfiguración territorial que no sólo profundizará los conflictos ambientales por la disputa por el agua y la tierra, agudizando ya las tensiones territoriales actuales, sino que incrementarán los procesos de despojo sobre los territorios campesinos e indígenas, ahondando en la privatización, concentración y acaparamiento de agua y energía.
Sin embargo, no todo es gris, de otro lado emergen las resistencias campesinas y locales en defensa de su territorio, que han venido alertando sobre las implicaciones que tiene el avance de la frontera hidrocarburífera. Importantes ejemplos evidencian el surgimiento de nuevas narrativas en defensa de los territorios, las luchas campesinas por frenar el avance de la industria petrolera en los alrededores de la Laguna de Tota (Boyacá) y, de la Laguna de los Ortices (Provincia de García Rovira, Santander), de la defensa del páramo de Miraflores (Huila) que advierte los riesgos que significa la explotación petrolera en zonas de páramo y bosque alto andino, que se suma a la ya latente amenaza de la minería sobre los páramos colombianos, el rechazo rotundo de los habitantes del Archipiélago de San Andrés y Providencia que lograron archivar el proyecto de aguas profundas en el precioso Mar Caribe y de los pobladores de la vereda Humadea, en Guamal (Meta) que durante más de 120 días han logrado paralizar la iniciación de un proyecto petrolero sobre su río sagrado el Humadea, para mencionar solo algunas de las mas importantes.
Una reciente jornada antifracking fue convocada por diversas organizaciones locales, regionales y nacionales19 para advertir sobre los riesgos que implica la introducción de esta nueva técnica sobre los territorios colombianos. Son muchos los ejemplos en el mundo que están frenando el avance desenfrenado de la industria petrolera en su desespero por conseguir petróleo y gas. Esta en nosotros defender nuestra territorio y acompañar a quienes ya iniciaron este andar.
Notas
[1] Ambientalista colombiana, coordinadora general de Censat Agua Viva – Amigos de la Tierra Colombia
[2] La referencia a “crudos no convencionales” tiene que ver con las reservas de hidrocarburos atrapados en estructuras geológicas especiales de baja permeabilidad y presiones anormales, los crudos suelen ser más pesados, sulfurados y/o difíciles de extraer con las técnicas convencionales. Algunos de los hidrocarburos no convencionales son: Metano en vetas o capas de carbón (CBM, según la sigla de su nombre en inglés), arenas asfálticas, esquisto bituminoso, lutitas gasíferas, gas compacto, e hidratos de gas.
[3] Michael Klare es un reconocido analista de temas energéticos, autor de: Rising Powers, Shrinking Planet, Resource Wars, Blood and Oil
[4] La utilización simultánea de técnicas como la fracturación hidráulica o la perforación horizontal, más conocido comofracking ha permitido la extracción de grandes depósitos de crudo y gas atrapados en formaciones rocosas de lutitas.
[5] En América Latina, “la Iniciativa Global de Gas de Esquisto –en la que participan Argentina, Chile, Colombia, Perú y Uruguay-, se potencia con el programa Alianza de Energía y Clima de las Américas (Energy and Climate Partnetship ofthe Américas), comandado por el Departamento de Estado norteamericano, y secundado por la Organización de Estados Americanos, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Organización Latinoamericana de Energía, el Banco Mundial, entre otros”. (Observatorio Petrolero del Sur (OPS), 2013)
[6] De acuerdo al informe de la AIE (2013), las mayores reservas de crudo no convencional están en Estados Unidos, Rusia, China, Argentina y Libia. Mientras que las mayores reservas de gas de esquisto están en EE.UU, China, Argentina, Argelia, Canadá y México.
[7] Los seis municipios argentinos que aprobaron ordenanzas de prohibición son: Cinco Saltos, en Río Negro; Concepción del Uruguay y Colón, en Entre Ríos; y San Carlos, General Alvear y Tupungato, en Mendoza.
[8] Las áreas potencialmente ricas en los crudos no convencionales varían de acuerdo a la fuente energética. Las zonas históricamente carboníferas son ricas en gas de metano asociado a vetas de carbón: La Guajira, Cesar, Norte de Santander, Valle del Cauca, Cordoba, Boyacá, Antioquia y Santander. Las arenas asfálticas están en Caqueta (Florencia y Caguan) y el Magdalena Medio (Cuenca del Sogamoso y del Nare), las lutitas gasíferas se encuentran principalmente en el Magdalena Medio, Cesar – Ranchería y la Coordillera Oriental, los crudos ultrapesados en la cuenca de los Llanos, y las reservas de hidratos de gas estarían en el mar Caribe.
[9] “Las vetas de carbón impregnadas de metano (en inglés, coalbed methane). Son mucho más ricas en gas que las arenas y lutitas gasíferas. Son de explotación generalizada en Canadá, EEUU y Australia (donde al gas extraído se lo denomina coal seam gas o CSG)”. (Contraloría, 2012:11)
[10] Los esquitos bituminosos también denominados pizarras bituminosas o lutitas bituminosas (oil shales en inglés) son “rocas sedimentarias constituidas por partículas de composición variada y del tamaño de las que se encuentran en arcillas y limos. El petróleo obtenido de esas rocas impregnadas de betún se denomina petróleo de lutitas o petróleo de pizarras (en inglés, shale oil), siendo el primer termino el más correcto. Nótese que hay muchos tipos de lutitas, por lo que es recomendabe el uso plural.” (Contraloría, 2012: 11)
[11] “Las arenas bituminosas o arenas de alquitran o arenas aceitera o arenas petrolíferas o petróleo crudo ultrapesado, son mezclas de arena o arcillas con agua y betún. Sus yacimientos son generalmente superficiales” (Contraloría, 2012: 11)
[12] Lutitas impregnadas de gas natural de petróleo
[13] Durante la Ronda 2012, la ANH ofertó 30 bloques para crudos no convencionales garantizando más incentivos a los inversionistas, entre ellos la reducción del 40% en el pago de las regalías.
[14] La Contraloría conmina a las autoridades y entidades implicadas en el asunto para que adopten las medidas necesarias y suficientes con el fin de que la explotación.
[15] El área adjudicada en el contrato es de 31.497 hectáreas y 3.031 metros cuadrados.
[16] El conflicto surge porque el área en la que se autorizaba la búsqueda de gas coincide casi en un ciento por ciento con una de las áreas ya asignadas a Cerrejón para la explotación carbonera.
[17] El petróleo sintético es obtenido mediante la aplicación de tecnologías de alto consumo energético y cuyos subproductos, principalmente coque y azufre, son cuestionados ambientalmente por su difícil disposición y utilización.
[18] El estudio consistió en analizar 81 nuevos pozos de agua cercanos a puntos de extracción de gas con la técnica de ‘fracking’, ya previamente el equipo de investigadores había estudiado otros 60 pozos.
[19] Las organizaciones que convocaron y organizaron la primera jornada antifracking fueron: Censat Agua Viva- AdT Colombia, CREO- Centro Regional de Estudios Socio Ambientales de la Orinoquía, Colectivo por la Protección de la Provincia de Sugamuxi (Boyacá), Mesa Minero Energética del Meta, Observatorio Petrolero Sur (Argentina), Oilwatch, Observatorio de Territorios Étnicos y Proyecto Gramalote (Meta)
*Artículo publicado en Periódico Desde Abajo (edición julio)