Septiembre no parece ser el mes más indicado para adentrarse en Ñirihuau Arriba, el camino de tierra por momentos se torna infranqueable por los pozos, la nieve, el agua de los profundos vados y las alcantarillas en mal estado. Las huellas dejadas por los vehículos a su paso se suman y profundizan desde comienzo del otoño y a fines del invierno es casi imposible el tránsito. Pero a pesar de ello, en septiembre, sorteando esas dificultades, llegamos a casa de Enrique Crespo. El hombre tiene 79 años, nació en ese paraje y conoce muy de cerca el paso de las empresas petroleras por el territorio. En el lote de su familia están los manaderos de crudo que drenan al arroyo Las Minas, aquellos que cobraron protagonismo mediático a principios de año como el ‘impacto ambiental’ dejado por las empresas tras su breve paso. Entre mates desfilaron recuerdos y contadas de aquellos años de explotación petrolera -una actividad casi artesanal-, de la situación actual y de la incertidumbre que genera la concesión de la Cuenca del Ñirihuau, a la Unión Transitoria de Empresas YPF-Pluspetrol, en un territorio donde las presencias más fuertes del Estado son la escuela y Parques Nacionales. “Cuando estuvieron los chilenos [Compañía Chileno Argentina, en 1916/22], yo no estaba. Estuve en el tiempo de YPF, pero no mucho, hasta el año ’35, tenía 6 años y me fui a la escuela al pueblo, a hacer la primaria. Siete años en el pueblo, cuando volví ya estaba La Celina”, relató Crespo. Desde la ventana de la casa poblada de sol se ve la nieve que cubre campos y cerros, entre ellos Las Buitreras. “De la época de los chilenos no sé la cantidad de gente que trabajó, hicieron tres pozos, según me dijeron. Después se fueron hasta que vino YPF en el año ’30, más o menos, hasta el ’35, y después vino La Celina”, contó.
El hombre habla con frases cortas y largas pausas, mira con recelo a la visita inesperada que llega en tropel. “En el tiempo de YPF ellos trabajaban invierno, verano, todo, las 24 horas corridas”, recordó. “En ese tiempo tenían una cuadrilla arreglando el camino. Todos, todos los días, con carro y bueyes, pasaban en un trineo. Tenían caños de esos que usaban para perforar partidos por la mitad, hacían un trineo y lo arrastraban con carro con bueyes… Para que salga la gente tenían el camino arreglado, habían hecho puente en el arroyo, tenían puentes por todos lados, en ese sentido estábamos mejor… Y cuando nevaba, que nevaba bastante, empezaba a pasar el trineo. Las primeras pasadas era fácil, pero después, cuando se iba haciendo la pared dura, tenía que ponerle 6, 7, 8, yuntas de bueyes para arrastrarlo.”
“En ese sentido era mejor.” Claro, al menos en el pasado había caminos… Actualmente en el paraje viven escasas familias, alejadas del Municipio de Pilcaniyeu, jurisdicción a la que pertenece. A distancias siderales de Viedma y de la agenda del gobierno provincial. Sólo al momento de las concesiones hidrocarburíferas el territorio vuelve a ser un punto en un mapa colgado en un despacho oficial. Un punto tan, tan diminuto, que los pobladores no se ven.
-¿Hace mucho tiempo que no pasa una máquina arreglando el camino?
Y acá… 5 o 6 años debe hacer que no aparece ninguna. Para que venga tenemos que pagarle el gas-oil, sino no viene.
-¿Es de Vialidad?
Viene VIARSE [Vial Rionegrina Sociedad del Estado].
La iluminada cocina quedó en silencio, sólo las bandurrias se escuchaban. Superados los baches, la conversación volvió a tiempos pretéritos. “Los chilenos con carro de bueyes tenían que traer los materiales, máquinas… Todo en carreta, carro de bueyes. YPF -la estatal- tenía camiones, pero igual trabajaba con carros, por ejemplo los que bajaban leña. Todos con carro de bueyes.”
-¿Por qué bajaban leña?
Las máquinas eran a vapor. Las calderas llevaban vapor y las máquinas se movían, como la locomotora que tenía el tren antes, igual.
YPF trabajó más o menos dos años. Tenían que entregar 60m³ por día, así que saque la cuenta, en dos años cuántos metros cúbicos quemaron para alimentar las calderas [43.800m³]. Arriba sacaron todo el monte.
La Celina era una compañía chica, tenía una sola caldera y traía la leña de [Estación] Ñirihuau, no sacaban de acá.
No sólo los vertederos de crudo quedan como huellas indelebles en el territorio, también la ausencia de ese monte. Una ausencia que pasa desapercibida para aquellos que no conocen el territorio. En lo agreste del paisaje cuesta figurarse la actividad petrolera de aquellas décadas, los campamentos, el movimiento de gente, máquinas y animales. “Había tanques, había casas grandes ahí, todo lo que había hecho la Compañía Chilena. Todas casas de madera, ahora no hay ninguna, se las robaron todas”, apuntó Crespo. Todo quedó allí, a la deriva. El lugar no era rentable, las empresas levantaron sus pilchas y siguieron viaje. “Cuando se fueron los chilenos quedaron dos pozos grandes, que seguro que los usaban para depósito, para que vaya el petróleo. Y bueno, cuando yo tenía ovejas dos por tres se caían, por eso después lo llenamos con palos. Ahí se morían si no las sacabas, y si las sacabas enseguida igual.”.
“Cuando estaba La Celina siempre venía la Compañía [Dirección] de Minas a inspeccionar, si caía el petróleo al arroyo tenía que arreglarlo. Pero después se terminó la concesión, La Celina se fue, Minas no vino más, no había a quién sacarle multa ya”, comentó Crespo y soltó una breve carcajada.
-¿De la década del ’40 que el petróleo va para el arroyo?
No, de antes, eso viene de 1910. Siempre corría al arroyo.
Después que se fue La Celina estaba el tanque [que almacenaba el crudo que drenaba del pozo]. Cuando se llenaba, porque sale más agua que petróleo, lo purgábamos. Tirábamos el agua hasta que empezaba a salir petróleo. Después vinieron a llevarse el tanque y tiraron todo el petróleo.
Luego de una serie de intentos fallidos, a principios del otoño, vecinos de Ñirihuau y Bariloche se reunieron con funcionarios de la provincia para plantearle sus inquietudes y reclamos. Uno de los compromisos asumidos por el gobierno fue el saneamiento de los sumideros de crudo. Tiempo después se hicieron algunos trabajos, pero siempre provisorios.
-¿Están conformes con el arreglo que han hecho?
Ese es un arreglo provisorio, ya lo dijo el muchacho [que estuvo a cargo de las labores], que era un arreglo provisorio, porque se venía el invierno. En septiembre, octubre, viene otra vez, dijo. Quieren hacer una perforación al lado de la otra para aliviar, para que salga el gas. Por ahí ponerle un tanque grande, como antes. [Algo que aun no ha sucedido.]
-¿Qué van a hacer si efectivamente empiezan a explotar petróleo?
Y, como estamos medio juntos, qué sé yo… Si se quiere trabajar, se va a trabajar, pero que se trabaje bien, que no haya tanta… Habrá que poner sus reglas, ponerle los puntitos en las íes, ¿no cierto?
-¿Estaría a favor que vengan las empresas a trabajar?
No, a favor no. Yo viví tranquilo así siempre, así que no muy a favor. Lo único que digo es que yo no me convertiría en una máquina de impedir, si es un bien para todos… bueno.
-¿Usted cree que si vienen a explotar van a favorecer a la gente del lugar?
Y, algún poco lo favorecerán… pero por eso tiene que juntarse uno y pelearlo para que dejen algo, no se lleven todo. Pa’ mejor se viene la Pluspetroleo, como dicen, la Repsol… ¡pero si los españoles desde que vino Colón nos están llevando todo de la América!… Eso es lo que pienso yo. Lo que he aprendido es que desde que Colón llegó a América empezaron a llevarse el oro, la plata y ahora nos quieren llevar el petróleo. Bueno, alguno tendrá que impedirlo. Tendremos que ponernos las pilas… (Se ríe) ¡Qué va a ser! A mí me queda poco ya, pero… en fin. Hay que defendernos.
Un dicho muy viejo que decía: “María tapó el pozo después que se ahogó la nena”, entonces tenemos que tapar el pozo antes que se ahogue la nena, ¿no cierto? (Vuele a lanzar una carcajada corta.)
Caminamos varios kilómetros hasta donde había quedado el vehículo en que nos trasladábamos. Vadeando los pozos, hundiéndonos en el barro. Lluvia, nieve y desidia hacían del camino digno reflejo de una realidad del territorio. ¿Es la desidia una política de Estado? La pregunta iba y venía durante la marcha, mientras nos esforzábamos por mantener el equilibrio. Si aquella fugaz explotación artesanal dejó esos impactos, ¿qué horizonte esperar con una exploración a gran escala y una explotación sostenida? “Tapar el pozo antes que la nena se ahogue”, había rematado Crespo. “Que no haya ahogados, ni pozos”, pensamos cuando ya el sol caía.