“El kirchnerismo ha entregado lo poco que faltaba”

La publicación en febrero de la entrevista a Félix Herrero, referente de Proyecto Sur y el Grupo MORENO, constituyó el puntapié inicial de una serie de reportajes del OPSur, a integrantes de fuerzas de izquierda y centroizquierda, sobre la política energética del país. El objetivo de esta serie de testimonios es difundir propuestas alternativas al actual modelo de explotación de los hidrocarburos y estimular el debate en torno a ello.
Con ese propósito, hoy compartimos la extensa charla que mantuvimos con Marcelo García, miembro del Nuevo Proyecto Energético Latinoamericano, autor del libro Saqueo petrolero (2007) y militante de Convergencia de Izquierda. Investigador que durante muchos años desarrolló su trabajo en la “cuna del petróleo argentino”, Comodoro Rivadavia, en diálogo con OPSur da testimonio de los perjuicios derivados de la actitud predatoria de las compañías operando en Argentina, las complicidades del poder político, y el papel central que deberían tener los trabajadores en el manejo y gestión de las empresas del sector.

-En los últimos años hemos asistido a un fenómeno que tiene que ver con la creciente dependencia del país respecto de la importación de diversos recursos energéticos, como gas, gasoil, carbón. En términos generales, ¿a qué atribuyen ustedes esta situación?
Hay una combinación de factores. Sólo se podría decir en una primera instancia, y no sería del todo correcto, que es producto de la explotación desmesurada de los recursos naturales, en este caso de los hidrocarburos. Se produce una combinación que hace que esos recursos existentes en el subsuelo argentino ya no sean suficientes, y haya que importar.
Esa es media realidad. La otra mitad tiene que ver, fundamentalmente, con que a partir del ingreso de las compañías privadas en la totalidad del mercado de los hidrocarburos, ellas manejan discrecionalmente la utilización de los mismos. Entonces, por ejemplo, llega el invierno y falta gas. Es cierto, no alcanza el gas para todos los argentinos. Ahora, si todo el gas que se produce en la República Argentina se utilizara para abastecer el mercado interno, fundamentalmente para hacer llegar al conjunto de la población, el gas sería suficiente. El tema es que buena parte de ese gas que se extrae en Argentina, se exporta a los países limítrofes. Entonces, tanto sea Repsol, Petrobrás o PAE, producen gas en la Argentina y una parte importante deciden que es para la exportación. Ahí se produce un desfasaje: es un absurdo que Argentina tenga gas suficiente para abastecerse, pero que exporte a Brasil o a Chile buena parte de la producción, y le tenga que comprar a Bolivia la parte que le hace falta. Hay una combinación. En el ritmo en que se están extrayendo los hidrocarburos, seguramente va a llegar un punto no muy lejano en que va a haber que importar, porque no va a ser suficiente el petróleo o el gas que hay en Argentina.
Esa es buena parte de la explicación: [las operadoras privadas] manejan absolutamente de manera discrecional la utilización de los recursos naturales en ese sentido. Repsol comercializa o extrae el gas en Argentina, y al mismo tiempo lo comercializa en el exterior con los clientes que ellos quieren. Y después termina probablemente siendo al mismo que se le compra, a un precio obviamente mayor, mucho más caro de lo que sale comprarlo y producirlo en Argentina. Y es la propia Repsol la que nos vende el gas más caro a los argentinos. Las grandes ganadoras de todo esto terminan siendo las empresas privadas.
-¿Qué responsabilidad tiene el kirchnerismo?

En el marco de lo ocurrido en los últimos años, el kirchnerismo es un actor fundamental. No es el único, pero en los últimos siete años ha cumplido un rol preponderante: ha liberado todo lo que faltaba liberar del mercado interno para que las empresas privadas puedan manejar discrecionalmente los recursos en función de la rentabilidad, su único objetivo. Habrá que esperar que pase un poco el tiempo, ya que marcar hitos históricos en el momento en que suceden es muy difícil. Nadie hubiese evaluado en el año 1992 que la privatización de YPF iba a ser un hecho histórico. Pero bien se podría considerar que el rol del kirchnerismo en el mercado de los hidrocarburos y la energía podría ser comparado, y aún superar, al del menemismo en la década del 90’.
El kirchnerismo ha profundizado el proceso, ha entregado lo poco que faltaba, que fundamentalmente eran las cuencas off-shore, o sea todo el petróleo y el gas que se encuentra en las cuencas marítimas. Superó al gobierno de la Alianza, cuando De la Rúa firmó la renegociación de Loma de La Lata, en el año 2000, en Neuquén, con el gobernador Sobisch. Los Kirchner firmaron en Chubut, con el gobernador Das Neves, la renegociación del yacimiento Cerro Dragón, el más importante de la Argentina, a cambio de poco menos que espejitos de colores. Y logró un nivel de liberalización de capacidad de manejo de las empresas privadas en el mercado de los hidrocarburos, muy superior a lo que venía sucediendo, y con contradicciones muy grandes en el sentido que le da incentivos fiscales por un lado, y por el otro, lo único que se podría decir “rescatable”, es la aplicación de las retenciones a las exportaciones, que solamente discuten una pequeña porción del mercado, sólo lo que se exporta tiene retenciones. En el caso del gas es un porcentaje relativamente importante; en el caso del petróleo es un porcentaje ínfimo, la mayoría del petróleo queda para el consumo interno, o para la producción de combustibles y derivados.
En ese sentido ha dado saltos muy importantes el kirchnerismo, y hay toda una secuencia de hechos y de acciones de gobierno que marcan con claridad cuál es el fin: las petroleras y las empresas energéticas han sido las grandes beneficiadas, o por lo menos, uno de los sectores que más beneficios ha recibido por parte del gobierno.
-¿Cuál sería su propuesta en torno a la gestión, explotación y comercialización de hidrocarburos?

Hay propuestas de máxima y hay propuestas de mínima, de todo tipo como para contrarrestar esto, que peor de lo que está no puede estar. De ahora en más todo puede ser positivo, no hay posibilidades casi de equivocarse.
Nosotros creemos que hay que nacionalizar los recursos, porque ahí hay toda una discusión de lo que sucedió en 1994 a partir del artículo 124 [de la Constitución Nacional] que provincializó los recursos naturales; es decir que ya no son más de todos los argentinos, sino que son de las provincias en que se encuentran. Eso hay que derribarlo inmediatamente, no puede ser que porque Chubut tiene petróleo y gas, sea el propietario del petróleo y el gas, y porque San Juan tiene minerales, sea el propietario de los minerales. No hay un concepto estratégico de Nación en torno a este tema, no obstante lo cual, el Estado Nacional interviene y es partícipe de la situación.
La primera cuestión es nacionalizar los recursos y ponerlos en manos del Estado Nacional. Segunda cuestión, ponerlos bajo la órbita del Estado, o sea, estatizarlos. Nunca en la Argentina la totalidad de los recursos naturales -en el caso de los hidrocarburos en particular- fueron propiedad exclusiva del Estado. Siempre estuvieron compartidos, obviamente en proporciones mínimas, con el capital privado. Habría que ponerlos en la totalidad del marco del manejo del Estado. En ese sentido, nacionalizando y estatizando, el Estado Nacional -y por ende de los trabajadores y el pueblo argentino- tendría la posibilidad de apropiarse de una renta muy enorme, que hoy está en manos exclusivamente de los privados y la manejan discrecionalmente.
Pero no alcanza solamente con nacionalizar y con estatizar, porque esas medidas podrían ser tomadas por cualquier gobierno. El problema es para qué fin, al servicio de qué los voy a poner. Y en ese marco hay una combinación de factores. Nosotros creemos que [los hidrocarburos] deben ser puestos a disposición y para mejorar la calidad de vida del conjunto de los argentinos. Todas las empresas que sean nacionalizadas y estatizadas -que no deberían recibir ningún tipo de indemnización, sino que por el contrario, habría que ver cuánto le deben esas empresas al Estado Nacional por haber hecho el manejo discrecional, habilitado o no; y los atropellos ambientales y sociales que han provocado en infinidad de lugares de la República Argentina- tienen que estar controladas por los propios trabajadores. No creemos que haya garantías de ningún tipo si fuese el gobierno nacional el que las manejara, así se tratara de un gobierno progresista o inclusive socialista. Si uno hablara de un gobierno socialista, obviamente que los trabajadores serían los que manejarían el propio Estado y ya el control sería obvio del conjunto del funcionamiento del Estado.
Creemos que esa es una pieza clave. Primero porque nadie mejor que los propios trabajadores del sector para poder determinar de qué manera hay que extraer y distribuir los recursos naturales. Y nadie mejor que los trabajadores del sector para determinar cómo deben funcionar esas empresas, con un criterio totalmente distinto al del mercantilismo del capitalismo. Estaríamos hablando de una cosa totalmente distinta.
No obstante igual, esto puede ser hecho sin que haya ningún tipo de revolución, se puede hacer sin que haya un cambio en la relación entre las clases, sin cambiar el sistema económico y social. Son medidas reformistas que van camino a una perspectiva distinta. Eso no podría durar y no se podría extender si no fuera en un avance progresivo sobre cómo ir cambiando el conjunto de la sociedad.
De todas formas, serían medidas que podrían, por ejemplo, resolver tranquilamente el problema habitacional de la Argentina, de la pobreza, de la educación. Miles de problemas que hay hoy en el país y que con esa plata se podrían empezar a resolver. Porque además seguramente que habría que instrumentar un régimen distinto de extracción de los hidrocarburos, sacaríamos lo que necesitamos; y si eventualmente necesitamos obtener ingresos extra, exportaríamos algo. Ahora, estaríamos hablando de un régimen distinto: hoy las empresas sacan todo lo que pueden, con la mayor velocidad posible, sólo para obtener rentabilidad sin importar absolutamente nada. El caso del gas es el más paradigmático. Argentina es uno de los países en América Latina que más gas exporta, y hay 10 millones de argentinos sin gas natural. Una paradoja absurda.
Hay una combinación de cosas que tienen que pasar por ese lado, dentro de una instrumentación de una política distinta. Nosotros no creemos que este gobierno lo vaya a hacer. No vemos que haya indicios de algún otro que, a priori, se presente con posibilidades de hacerlo. Entonces, la única opción que consideramos posible para intentar avanzar en este camino, es que los propios trabajadores y el conjunto del pueblo lo tomen como una herramienta propia y lo lleven adelante a partir de la movilización y la pelea. No vemos otra opción, no vemos que [ésta pase] a través de las urnas, ni votando al radicalismo, ni a Pino Solanas, que inclusive en algunos puntos puede decir cosas parecidas, pero en definitiva plantea cosas muy distintas.
Son discusiones que hay que ir desarrollando y que son complejas, pero que también han cambiado un poco la situación desde lo que fueron los orígenes de la privatización en la década del 90’, donde todo el mundo decía: “las empresas del Estado no sirven para una porquería”, y hubo toda una campaña para que eso fuera así. Hoy esa realidad ha empezado a cambiar, se ha empezado a modificar y demuestra un principio de posibilidad distinta en ese camino. Nosotros creemos que ese camino es el que hay que transitar porque permitiría, como mínimo, mejorar la calidad de vida [del conjunto de los argentinos].
-¿Contemplarían la participación de capital privado?

Probablemente en algunas cosas haya que asociarse con alguna empresa privada. Ahora, es distinto asociarse a una empresa extranjera o una empresa de capital privado, que el hecho de que manejen absolutamente todo. Eso habrá que ver.
Hoy la Argentina no tiene capacidad en sí misma, porque después de la privatización se deshizo de todo, de poder desarrollar algunas cuestiones vinculadas a los aspectos técnicos o instrumentales de la explotación de los hidrocarburos. Cuando se privatizó se privatizó hasta el último tornillo, no quedó nada a nombre del Estado Nacional. Obviamente, si uno expropia se podría quedar con todo, eso es así. Habría que ver, yo no lo descartaría en una primera instancia, pero en otras condiciones. No como se negocia hoy con Enarsa, que Enarsa pone la plata y garantiza que se puedan hacer las exploraciones con cero riesgo empresario, y es un gran negocio para el capital privado.
-Mencionabas el rol que deberían ocupar los trabajadores en este planteo. A juicio de ustedes, ¿qué papel deberían tener los habitantes de los lugares donde existen explotaciones de hidrocarburos?

Nosotros creemos que es una combinación. Hay determinados sectores donde, por ejemplo, los únicos que podrían intervenir en determinadas empresas, son los propios trabajadores. Hay otros en donde es una combinación de elementos, en donde debieran jugar un rol fundamental los trabajadores en complementación de la ciudadanía del lugar.
Una cosa es extraer petróleo, y me parecería muy absurdo que el habitante del lugar diga cómo, cuánto y de qué manera, porque no conoce. Puede determinar en todo caso, qué es lo que lo perjudica para que el que sí maneje la empresa diga “veamos la forma de no perjudicarlo”. Pero yo que estoy en Comodoro Rivadavia, no puedo decir desde dónde se saca el petróleo, cuánto se saca y para qué se saca. Puedo decir, “no me pongan el pozo adentro de mi casa”. En otros rubros sí es importante [la participación de los beneficiarios], por ejemplo, en la distribución o comercialización de gas. Indudablemente que en todos lados habría que determinar cómo se complementan, y cómo se va haciendo que la explotación no vaya en contra.
Indefectiblemente, cuando uno modifica la realidad existente, algún perjuicio provoca. Es imposible sacar petróleo sin que eso genere un detrimento en la naturaleza, lo que hay que ver es cuánto se modifica y cuánto no. Si vamos a modificar como se hace hoy, con altos niveles de contaminación, debemos bajar lo máximo posible esos niveles. Porque sino no habría petróleo, porque no lo podríamos sacar, porque cualquier pozo que hagamos va a modificar la naturaleza. Tendríamos que ver cómo hacemos para modificarla lo menos posible. Eso indudablemente que nos lleva a pensar en otro tipo de sociedad. Habría que pensar en un esquema de sociedad distinta, en donde el consumo no sea lo que prime. Sino que prime fundamentalmente la calidad de vida, por encima del consumo.
El tema es de qué tipo de sociedad estamos hablando. En una sociedad consumista, claro, hace falta mucho más de lo que en verdad se necesita para poder vivir dignamente. En una sociedad en donde el consumo no sea lo que prime, probablemente se podría preservar mucho más el medio ambiente y evitar muchos de los conflictos sociales que se generan con comunidades que viven en los lugares donde se van a hacer las extracciones.
-A propósito de esto, últimamente se ha utilizado la caída en el horizonte de reservas como pretexto para expandir las actividades de exploración y explotación hidrocarburífera a regiones que no registran antecedentes. Estas iniciativas han chocado con los intereses de los habitantes y pueblos originarios, que argumentan que esta expansión perjudica vocaciones productivas preexistentes o pautas de vida ancestrales. ¿Qué evaluación hacen de esta situación y cómo la solucionarían?

Para nosotros el problema fundamental pasa por lo que recién te decía. Se puede convivir con el mundo moderno y el mundo aborigen, en tanto y en cuanto el mundo moderno no signifique un avasallamiento sobre los pueblos originarios. Y en tanto y en cuanto las comunidades de pueblos originarios, si están afincadas en un lugar donde hay recursos naturales, posibiliten su utilización. ¿Cómo se logra eso? En un equilibrio. Hoy no hay tal equilibrio, hoy las compañías privadas pasan por encima de todo.
Habría que llegar a una combinación difícil de transitar, porque cada posición es muy válida, pero habría que llegar a un equilibrio. Hoy no está planteado, las empresas directamente arrasan las comunidades, con un criterio muy mercantilista. Nosotros no tenemos una posición “anti-minera”, no tenemos una posición “anti-industrialización”, sino que creemos que se pueden combinar ambas cosas. Y en ese marco de intentar combinar, habría que ver cuáles son los formatos en los que se puede lograr un equilibrio entre las partes. ¿Por qué no “anti-minera” o “anti-extractiva”? Porque en realidad son cosas que se necesitan. Uno puede discutir si es necesario o no el oro, y en realidad no está mal discutirlo. Ahora, el gas, el petróleo y algunos otros minerales, sí mejoran la calidad de vida de la gente, entonces ya es otra discusión. Habría que ver cuál es el equilibrio, sabiendo que para hacer una extracción de algún tipo de recurso que se encuentra en la tierra, hay que modificarla. Es imposible no modificarla, el tema es cuánto se modifica.
Hay todo un debate con los sectores ambientalistas, nosotros hemos debatido mucho con los autoconvocados de Esquel. En un primer momento tenían una posición muy “anti-minera” solamente, y muchos hoy todavía la tienen, y es muy válida de por sí. Ahora, el problema es, ¿sí a la mina o no a la mina? Si yo estoy mirando la cordillera del lado izquierdo del arroyo Esquel, y vivo en medio de un cerro en donde tengo una choza, y viene una minera y me ofrece trabajo, y puedo ganar dos mil o tres mil pesos que de la otra manera no tengo, entonces es muy difícil decirle “no a la mina”. Ahora, si yo vivo de este lado, y soy empleado público, y tengo un auto para irme todos los fines de semana al Parque Nacional Los Alerces, es muy fácil decir “no a la mina”.
¿Cómo equilibramos esas realidades tan distintas? Uno que se muere de hambre y no tiene trabajo, y otro que tiene garantizado su trabajo y su posibilidad de disfrutar el medio ambiente. Indudablemente que no estamos hablando de este tipo de minería, eso está claro. Lo mismo que decimos en el caso del petróleo, no es esta minería extractiva voraz, que en pocos años liquida cualquier tipo de yacimiento, sin pensar en ningún tipo de preservación del medio ambiente, ni en ningún tipo de equilibrio con las comunidades existentes, ni en dejar ningún tipo de renta. Estamos hablando de otro tipo de cosa, que son complementarias. El tema es tener una definición política que avance en ese sentido.
Las retenciones a la exportación y la regulación de los precios internos son medidas que los estados productores agrupados en la OFEPHI [Organización Federal de Estados Productores de Hidrocarburos], las operadoras e inclusive los sindicatos, han criticado, sosteniendo que desincentivan la inversión e inclusive que ponen en riesgo fuentes de trabajo. ¿Qué opinión les merecen estas medidas, y la actitud de estos sectores?
En general las retenciones terminaron siendo casi una obligación para el Estado Nacional en el marco del gobierno kirchnerista, producto de todo lo que se había despojado, sino el Estado lo único que iba a terminar recaudando era el 12% en concepto de regalías, que ni siquiera las cobra el Estado Nacional sino que las cobran las provincias. En algún lado, algo tenía que “manotear”.
El rol que han jugado los gobernadores y la mayoría de los dirigentes sindicales del sector, es complaciente con las empresas y buscan el beneficio fundamentalmente empresario. Todos los logros que han conseguido los trabajadores del sector petrolero no han sido justamente ni por la acción de los gobernadores ni por la acción de los dirigentes sindicales, que pueden haber estado o no al frente de los conflictos. Ahora, los importantes niveles de recuperación salarial que lograron los obreros petroleros en los últimos años fueron fundamentalmente por el enfrentamiento con las patronales. No fue por las negociaciones entre sindicatos y empresas, o el apoyo de los gobernadores. En ese sentido, sí está claro. Pero sí han jugado, ya sean los gobernadores como los propios sindicatos, un rol importante alrededor de esa discusión, porque es una pequeña porción de una torta en la que todo el mundo quiere manotear algo. En ese sentido, ya sean los gobernadores, ya sean los dirigentes sindicales, tienen una cierta importancia.
En Chubut se está discutiendo cómo se reparten las regalías. Del 100%, el Estado provincial se queda con el 84% y reparte el 16% entre los municipios, lo cual pareciera bastante inequitativo. El tema es que podemos discutir un pedacito o podemos discutir todo, tenemos que definir primero qué queremos discutir. La renta petrolera es muy grande y está demostrado que para las petroleras el negocio es muy bueno, y lo ha sido en los últimos años, más cuando el barril llegó a valer U$S 140, que así les modifiquen todas las reglas del juego, siguen jugando. Pan American, es un ejemplo claro, en Argentina pelea para que le bajen las retenciones, es decir, para que pueda ganar más. En Bolivia, su subsidiaria se llama Chaco -Evo Morales modificó las reglas del juego y le cobra más del 80% de regalías- y no se fue, siguió sacando petróleo, pagando un 70% más de regalías. El negocio es muy bueno. El tema es qué es lo que queremos discutir. Este gobierno y todos los gobernadores han demostrado que quieren discutir “lo chiquitito”, beneficiando y garantizando grandes ganancias al capital privado.
-Mencionabas la reforma del artículo 124 como una de las medidas clave en torno al proyecto neoliberal y hablaste de la nacionalización y estatización de los recursos. ¿Qué forma vislumbran ustedes de instrumentar esta medida, porque la única manera posible sería mediante una reforma de la Constitución? ¿Existe alguna otra alternativa, al margen de eso?

En el marco de la realidad actual, y de cómo están repartidas las cartas hoy, no. No queda otra alternativa que presentar un proyecto de ley, y producto del mismo terminarán modificándose uno o varios artículos de la Constitución. Nosotros hemos elaborado, con otros investigadores, un proyecto de ley que publicamos en el libro del Nuevo Proyecto Energético Latinoamericano (NPEL), “Saqueo petrolero”, donde decimos cómo hay que hacerlo en el marco de lo que hoy hay.
Pueden aparecer las hordas revolucionarias, tomar el poder y cambiar todo. Eso no es lo más probable en lo inmediato, por lo que hay que transitar los caminos existentes: un proyecto de ley, que al margen de los votos de los diputados y los senadores, debe tener un determinado nivel de presión social y movilización. Sin eso, no hay ninguna posibilidad, así sea el proyecto de ley más brillante, de que se pueda concretar en la realidad.
-En términos más generales, es sabido que los hidrocarburos se van a acabar en algún momento y las necesidades energéticas van a seguir estando presentes. ¿De qué forma piensan que se empezarían a solucionar esas necesidades y qué prioridad otorgan al desarrollo de otro tipo de energías?

Es cierto que los hidrocarburos, más tarde o más temprano, se van a terminar, el problema es cuánto más tarde. En un mundo consumista, capitalista como este, seguramente ese “más tarde” está más cerca. En un mundo distinto, que no produzca bienes suntuosos sin sentido, probablemente ese “más tarde” sería muchísimo más lejos, hablamos de centenas de años, probablemente. Sabiendo que en algún momento sí van a llegar al final, porque es un recurso no renovable -para que se vuelva a generar petróleo van a tener que pasar cientos de millones de años.
Hay que avanzar en la utilización de energías alternativas, y de formatos de producción alternativos, en una perspectiva que complemente lo que decíamos antes: la extracción actual de los recursos naturales también debe tener la misma característica a la hora de la generación de energías alternativas. Porque para fabricar un molino de viento hace falta petróleo, no hay otra forma. Hay que ver cómo se complementan esas cosas.
Pero sí, nosotros creemos que sí, que hay alternativas. Muchos estudios, muchos trabajos demuestran que hay posibilidad. Lo que no vemos en lo inmediato no es ni el fin de la era del petróleo, ni el recambio fácil de este mundo -tal cual está planteado- de un formato energético a otro. Haría falta una revolución industrial y no se ven perspectivas que eso se vaya a dar en lo inmediato. Por eso también, la visión apocalíptica de que se acaba el petróleo, cambia el mundo, es muy relativa. Esa es la perspectiva, habrá que ver con qué velocidad llega y con qué velocidad no, pero no está previsto que este mundo cambie.
Hay que cambiar el mundo, hay que hacer una revolución industrial, no está previsto en lo inmediato que eso vaya a suceder. Ese fantasma que se agita alrededor del “fin de la era del petróleo” también sirve para las propias empresas. Porque entonces hay que ir a sacar con voracidad y nadie puede decir nada, porque sino se viene la “era del fin del petróleo”. En realidad, probablemente haya mucho más. Hay mucho petróleo que hoy no se saca no porque no exista sino porque no es rentable económicamente para el actual esquema. Pero petróleo en el mundo, probablemente haya de sobra. Sí habría que ver qué clase de perjuicios pueda ocasionar. No es lo mismo explotar petróleo en determinadas cuencas, que en otras, como las de arenas bituminosas. Podría traer más perjuicios esa explotación, que su abandono en el subsuelo.
El mundo tal cual hoy está, sí, va camino a la era del fin del petróleo y probablemente con cierta velocidad. Además hay que tener en claro que recién hemos tocado el cénit del descubrimiento del petróleo rentable. Ahora todo empieza a bajar, pero esa curva se ha desarrollado durante más de cien años. Hay que ver cómo se va complementando. En este mundo tal cual está, es un punto crítico del funcionamiento del planeta. Hay que ver cómo eso se modifica, a partir de cuáles son las prioridades.
Por otro lado, se puede hablar de una realidad diferente. Mucho más sustentable, mucho más a largo plazo, mucho menos consumista. No es posible que en este mundo tal cual está planteado llegue el fin de la era del petróleo y lo reemplace otro tipo de energía sin que sigan provocando los mismos problemas. O peores.
-¿En su organización tienen algún tipo de comisión o área que se encargue de la formulación de políticas o al menos una línea respecto a estos temas, o sobre la explotación de los recursos naturales?

No, en particular no. Nosotros somos una organización muy nueva, la conjunción de tres sectores que confluimos en este partido a mediados del año pasado. Todos veníamos de un mismo tronco original que era el viejo MAS de la década del 80’, pero después nos habíamos dispersado en diferentes corrientes. Y consideramos, siendo coherentes con lo que pensamos, que si esta sociedad no va a cambiar sin un gran proceso de movilización y participación, lo mismo tenemos que hacer en la izquierda. No hay posibilidad de ningún tipo de revolución si la izquierda en sí misma no marcha detrás de un mismo proyecto.
Después cada uno le pondrá los agregados donde más le guste, pero en el marco general, hay que marchar por el mismo camino. Y no sólo de la izquierda sino de un montón de sectores que consideran que esta sociedad, así como está, debe ser modificada. Nosotros le ponemos nombre y apellido, se llama “socialista”, algunos no coinciden del todo en eso, pero sí consideran que hay que cambiar esta. Siendo coherentes con ese esquema, consideramos que era muy importante empezar a confluir en una organización, que no creemos que sea la definitiva ni mucho menos, sino que es un primer paso, o nuestro primer paso, en el marco de confluir en una organización superior, con la perspectiva de cambiar la sociedad.
No tenemos una comisión específica, son temas que algunos conocemos más y otros menos. Tampoco somos tan grandes como para tener muchos especialistas sobre muchos temas. Sí intentamos interpretar la realidad desde una determinada óptica, y en ese marco, todo lo que analizamos lo trazamos alrededor de esa visión. Este tema nos parece que es un tema muy importante, casi medular, es muy definitorio alrededor de qué hacer. En esa perspectiva intentamos confluir con ciertos sectores y seguir confluyendo, porque no creemos que esté acabada la experiencia ni mucho menos, con otros sectores que nos permitan ir empalmando en la construcción de una sociedad distinta, que no depende de iluminados, sino de construcciones colectivas que apunten hacia otra realidad.