La próxima conferencia de la ONU sobre el cambio climático tendrá lugar en Cancún, México, en diciembre. Las perspectivas de lograr allí un consenso mundial con compromisos vinculantes parecen cada vez más improbables. En definitiva, la política de Estados Unidos, el mayor contaminador en la historia de la humanidad, debe cambiar
Amy Goodman
Democracy Now!
Los reportes diarios del estado del tiempo, presentados alegremente con gráficos coloridos y animación de última generación, parecen transmitir cada vez más información.
Sin embargo, sin importar cuán llamativa sea la presentación, un hecho fundamental es sistemáticamente omitido. Imagínense si, luego de remarcar la expresión “condiciones climáticas extremas” para llamar nuestra atención, los informes remarcaran “calentamiento global”. Entonces no sólo nos enteraríamos de que debemos ponernos ropa más liviana o llevar paraguas, sino de que tenemos que hacer algo acerca del cambio climático.
Le planteé esta inquietud a Jeff Masters, cofundador y director de meteorología de Weather Underground, un servicio de información meteorológica en Internet. Masters escribe un blog sobre el clima que tiene muchos lectores y no evita vincular las condiciones meteorológicas extremas con el cambio climático:
“Calor, calor, calor es el nombre del juego este año en el planeta Tierra”, dice el meteorólogo Jeff Masters, mientras el mundo está afectado por eventos climatológicos extremos que han provocado la muerte de miles de personas y el desplazamiento de millones.
Los incendios forestales en Rusia cubrieron al país de humo, exacerbando lo que ha sido el verano más caluroso en ese país en los últimos mil años. Las lluvias torrenciales en Asia provocaron grandes inundaciones y deslizamientos de tierra mortales en Pakistán, Cachemira, Afganistán y China. Un gran bloque de hielo se desprendió de Groenlandia, dejando una isla de hielo de cuatro veces el tamaño de Manhattan navegando en el océano. La sequía amenaza a Níger y a la región africana de Sahel.
Masters relaciona las crudas estadísticas entre sí:
* En 2010 se han registrado temperaturas máximas históricas en más países en el mundo en un solo año: 17.
* La última década fue la más calurosa de la que se tiene registro.
* La primera mitad de 2010 fue el semestre más caluroso en la historia del planeta.
* Los cinco meses más calurosos de la historia en la zona tropical del Atlántico ocurrieron este año (lo que probablemente provocará huracanes más frecuentes y severos en el océano Atlántico).
“Cada vez tendremos más años como este, en los que suceden acontecimientos de una magnitud increíble que provocan muertes y una destrucción tremenda. Lo que me preocupa es que en la medida en que estas condiciones climáticas extremas continúen aumentando en las próximas décadas y aumente la población, la capacidad de la comunidad internacional de responder a estos desastres y brindar ayuda a las víctimas se verá forzada al límite”.
Y, sin embargo, las negociaciones de la ONU sobre cambio climático parecen dirigirse al fracaso.
Cuando las negociaciones sobre el clima que se estaban llevando a cabo en Copenhague en diciembre del año pasado llegaron a un punto muerto, luego de que las naciones industrializadas encabezadas por Estados Unidos ofrecieron un acuerdo del tipo de ‘tómenlo o déjenlo’, muchos países en desarrollo decidieron dejarlo. El llamado Acuerdo de Copenhague se ve como un documento débil y no vinculante que fue impuesto a los países más pobres como una estratagema para permitir a los países como Estados Unidos, Canadá y China escapar a las metas legalmente vinculantes de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero estipuladas en el Protocolo de Kioto, que debe renovarse en 2012.
Bolivia, por ejemplo, busca un acuerdo mundial sobre emisiones más agresivo. Está pidiendo límites estrictos a las emisiones, legalmente vinculantes, en lugar de las metas voluntarias establecidas en el Acuerdo de Copenhague. Luego de que Bolivia se negó a firmar el acuerdo, Estados Unidos le retiró millones de dólares de los prometidos en ayuda. El embajador de Bolivia ante la ONU, Pablo Solón, me dijo: “Dijeron que nosotros no apoyamos el Acuerdo de Copenhague, y nosotros dijimos: ‘Pueden quedarse con el dinero. No vamos a pelear por unas monedas. Estamos luchando por la vida’”.
Si bien Bolivia logró que se aprobara una resolución en la ONU el mes pasado que reconoce al agua y el saneamiento como un derecho humano, algo sin precedentes para este órgano internacional, esto no cambia el hecho de que a medida que se derriten los glaciares de Bolivia como consecuencia del cambio climático, su suministro de agua está bajo amenaza.
Las naciones insulares del Pacífico como Tuvalu podrían desaparecer del planeta si los niveles del mar continúan en aumento, lo cual es otra consecuencia del calentamiento global.
La próxima conferencia de la ONU sobre el cambio climático tendrá lugar en Cancún, México, en diciembre. Las perspectivas de lograr allí un consenso mundial con compromisos vinculantes parecen cada vez más improbables. En definitiva, la política de Estados Unidos, el mayor contaminador en la historia de la humanidad, debe cambiar. Esto solamente sucederá si la gente en Estados Unidos hace la conexión necesaria entre nuestro clima local y el cambio climático mundial. ¿Qué mejor manera que a través del repiqueteo diario de los pronósticos del tiempo? El meteorólogo Jeff Masters me explicó cuál es el meollo del problema:
“Muchos meteorólogos de la televisión son muy escépticos, no creen realmente que el cambio climático sea provocado por el hombre. Fueron seducidos por la opinión impuesta por la industria de los combustibles fósiles de que los humanos no somos realmente responsables, y pueden inventar todo tipo de excusas. No sé si las has escuchado todas: que los científicos del clima están haciendo esto para captar atención y dinero para investigación, que los registros de temperatura son alterados porque las islas de calor afectan a las ciudades, y así. Pero todo eso es solo propaganda impuesta por las relaciones públicas de la industria de los combustibles fósiles, y han convencido a muchos meteorólogos de la televisión de que eso es así. Entonces, es un camino difícil porque estamos librando una batalla contra un enemigo que está muy bien financiado, y que está decidido a desinformar sobre lo que dice la verdadera ciencia”.
Quizá debería ser un meteorólogo quien diga hacia dónde sopla el viento.
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Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 550 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 250 en español. Es coautora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
Texto en inglés traducido por Mercedes Camps y Democracy Now! en español
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