Por Irina Mendiara.- No sé cómo será el clima por allá -Argentina-, pero hasta aquí -París- llegan los rumores de expropiación de Repsol-YPF. Este conflicto que despierta a primera impresión un reconfortante sentimiento de autodeterminación, provoca de manera previsible una crecida de nacionalismo español en estos momentos de crisis. España teme la desestabilización de los intereses de sus principales empresas. Sabido es que la rentabilidad de esas empresas se corresponde con la implantación en Centroamérica, Caribe y Sudamérica. Cuando se pone en cuestión dicho funcionamiento, España tiembla aún más.
En los medios españoles pudimos ver la unión sagrada de diferentes procedencias político partidarias en la defensa de estos intereses y la correlativa caricaturización de la posición y de la presidenta argentina -a quién no saben cómo nombrar, aunque la seducción misógina entre “ mujer de…” o “viuda de…” es un lugar común-.
En estos últimos días se emitieron amenazas y reclamos de solidaridad europea y trasatlántica. Movimientos estratégicos diplomáticos dirigidos al gran hermano estadounidense, que podría -dicen- identificarse con el destino de los intereses de las empresas españolas. La premisa es cortar de raíz y sancionar este movimiento, calificado de demagogo, para no dar buenas ideas a todos esos países latinoamericanos hoy preocupados por su independencia y autosuficiencia (energética).
Esto -brevemente- del lado español. Pero me interesa centrarme en el lado argentino. Me precipito. Leo hoy -sábado 14 de abril en Página 12- un interesante artículo del economista Alfredo Zaiat, No convencionales. El título mismo es alentador, sobre todo para los que creen en la heterodoxia. Sólo que esta vez no se trata de un posicionamiento político frente al pensamiento único en materia económica. Aquí se habla de fuentes de energía y Zaiat expone de manera clara y transparente el correlato deseable del movimiento estratégico de la nacionalización de YPF. Más allá de las querellas diplomáticas en curso, Zaiat justifica la necesidad de rescatar una política energética al servicio del desarrollo nacional a través del manejo estatal de YPF. Con esta constatación, podemos estar de acuerdo. Resulta de gran interés aprovechar este momento políticamente único para tomar revancha de las políticas de expropiación y privatización suicidas llevadas a cabo durante los años 90 en Argentina. Lo que resulta más problemático son los supuestos y constataciones que hace el autor en un magistral ejercicio pedagógico que sin embargo podría revelarse nefasto.
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