La desaparición de Hugo Chávez del protagonismo político alimenta incertidumbres en su propio país, en la región y en todo el mundo. Venezuela es el país petrolero con mayores reservas probadas del mundo.
Con sus 295 mil millones de barriles, posee el 17.9% del total de las reservas mundiales de petróleo. Arabia Saudita, el principal productor mundial con 11.1 millones de barriles por día, posee 265 mil millones de barriles de reserva. Venezuela produce 2.7 millones de barriles por día, muy por debajo de sus potencialidades. Consume 850 mil barriles por día en el mercado doméstico y exporta el resto. Entre los destinatarios de sus exportaciones petroleras hay dos actores hemisféricos para destacar: Estados Unidos, el principal destino de la exportaciones petroleras venezolanas; y Cuba, el principal beneficiario del trueque de petróleo por servicios sociales que instituyó el difunto presidente de la República Bolivariana.
Las incertidumbres sobre el futuro de Venezuela y de la revolución chavista se proyectan como un espectro sobre el futuro del mercado petrolero mundial y el futuro político de las Américas.
En todos estos años de petróleo caro fue fundamental a partir de 1999 el nuevo rol de Venezuela en la OPEP, la Organización de Países Exportadores de Petróleo. Antes Venezuela estaba de parte de los socios moderados, y con Chávez pasó a liderar con Irán el grupo de los halcones del cártel petrolero. Antes Venezuela trataba de maximizar su producción nacional de petróleo. Para eludir sus compromisos de cuota en la OPEP compraba instalaciones de refinación y comercialización en Estados Unidos que abastecía con crudo venezolano. PDVSA, la empresa estatal, comercializa productos con la marca Citgo en el mercado estadounidense. Con el advenimiento del presidente Chávez cambió la estrategia. PDVSA, el coloso petrolero del Estado venezolano se politizó, redujo sus planes de aumento sistemático de la producción petrolera y acompañó todas las decisiones de corte y nuevas cuotas fijadas por la OPEP. Este cambio fue decisivo en la escalada de precios que tuvo el crudo en la década pasada y que aún subsiste.
Si el chavismo preserva el poder puede que la gestión de PDVSA tenga en el futuro mayores interferencias políticas que las actuales (negociaciones entre las distintas facciones del poder establecido para capturar y distribuir renta) y Venezuela reduzca su aporte petrolero de alrededor de 2 millones de barriles día al mercado mundial. Pero hay posibilidades de que el futuro de la sucesión chavista se complique y que un nuevo orden político decida maximizar el flujo de divisas que el país requiere ( las exportaciones petroleras representan alrededor del 90% del total exportado) para restablecer el circuito importador y llevar tranquilidad a las góndolas (Venezuela importa una proporción significativa de su canasta alimentaria). En esta variante, una gestión profesional, con razonable autonomía de gestión y apertura a las inversiones externas podría aumentar en poco tiempo en un millón de barriles por día la oferta venezolana. Todo un shock para un mercado petrolero mundial que convive con una economía global todavía convaleciente y con pronóstico reservado.
Las consecuencias regionales del futuro petrolero venezolano no son menos impactantes. Venezuela se ha consolidado como uno de los pilares fundamentales de la economía de Cuba, que recibe 100.000 barriles diarios de crudo venezolano en condiciones preferenciales y retribuidos con el trabajo en el país andino de miles de técnicos en educación, salud y deporte. Cuba consume unos 170.000 barriles por día y casi no tiene producción propia.
El suministro venezolano es vital para la economía de la isla. Si el suministro se interrumpe quince días, la isla queda a oscuras. La falta de energía produciría un colapso económico y reavivaría la huida migratoria hacia el país del Norte. Esa es la mayor preocupación de los Estados Unidos mientras siguen siendo el principal comprador de crudo y proveedor de manufacturas y alimentos de Venezuela. Como los opositores al chavismo hacen campaña prometiendo cortar el flujo de petróleo a Cuba, algunos analistas especulan que el statu quo no sólo favorece los intereses de los aliados explícitos del difunto comandante, sino también a muchos de sus supuestos enemigos.
Los venezolanos deberán decidir su futuro político con los condicionamientos de la herencia chavista. No están sentados en un barril de pólvora, pero están parados en un mar de petróleo cuyo desarrollo y explotación mueven los amperímetros de la región y el mundo.
Clarin