El CEO de la empresa estatal analiza un cambio en la estrategia ante la falta de resultados positivos en materia de producción. La explotación del megayacimiento daría frutos a futuro y el Gobierno necesita reducir con urgencia la importación de gas.
“Vaca Viva, no le digo más Vaca Muerta”, dijo una entusiasmada Cristina Kirchner durante un acto que realizó la semana pasada en Luján de Cuyo, en el que realizó una teleconferencia con el gobernador neuquino Jorge Sapag, que se encontraba en Loma La Lata inaugurando nuevas exploraciones.
Sin embargo, el entusiasmo no es el mismo en Miguel Galuccio. El CEO de YPF sabe que el megayacimiento de petróleo y gas convencional es la gran oportunidad que tiene para revertir el derrumbe histórico de la producción de hidrocarburos en Argentina, pero también sabe que para lograrlo necesitará mucho tiempo y mucho dinero.
El dinero todavía no aparece. Las tan ansiadas inversiones extranjeras todavía se hacen desear y las que sí se anunciaron no logran concretarse. Hasta ahora, YPF anunció acuerdos con Chevron, Bridas y Dow Chemical. En los últimos días también se anunció un entendimiento con PDVSA, aunque no se dieron a conocer los detalles.
Días atrás, la Corte Suprema le dio una buena noticia a Galuccio y levantó el embargo de Chevron en Argentina, con lo que abrió las puertas para que desembolse los 1.500 millones de dólares que prometió. Sin embargo, según dijeron fuentes del sector, la firma estadounidense no estaría dispuesta a poner todo el dinero si el Gobierno mantiene su postura de no dejar remitir ganancias a las empresas extranjeras.
Este medio también reveló las enormes exigencias que estaría realizando Chevron a YPF para definir el acuerdo final, lo que provocó la bronca del director Eduardo Basualdo, que terminó renunciado. Ahora, los estadounidenses estarían dispuestos a poner en principio unos 500 millones de dólares, que servirían para la explotación de nuevos pozos, pero lejos se estaría de conseguir un cambio en la tendencia actual de la producción de energía.
Al parecer, a Galuccio tampoco le sobra el tiempo. El apuro responde a un enojo de Cristina Kirchner por la falta de resultados. Los cerebros de la estatización, encabezados por Axel Kicillof, le prometieron a la presidenta que esa medida cambiaría la tendencia declinante de la producción y ayudaría a reducir las importaciones de energía, que le cuestan al Estado miles de millones de dólares por años.
A más de un año de la estatización, los números siguen en baja, sobre todo en lo que se refiere a la producción de gas. Esto estaría generando un gran enojo de parte de Cristina Kirchner, que se lo habría recriminado a Galuccio. Es por eso que el CEO reunió a los que técnicos de la firma para analizar un cambio de estrategia.
Galuccio planteó a los técnicos que más allá de la importancia de explorar Vaca Muerta, necesitan un cambio de rumbo que traiga soluciones a corto plazo, según comentaron las fuentes. En su opinión, además de los problemas para concretar las inversiones, los resultados recién podrían palparse dentro de algunos años, por lo que les propuso volver a centrarse en la explotación de gas convencional.
Según especialistas en cuestiones energéticas, la explotación de gas convencional requiere una inversión mucho menor a la de shale gas. El problema principal que tiene YPF es que no tiene bajo su poder las principales áreas que podrían ser explotadas y depende de la voluntad de privados como Chevron o Total.
Pero también tiene algunos otros problemas, como la pelea política con el gobernador santacruceño Daniel Peralta, con quien tiene varias renegociaciones frenadas en la Cuenca Austral, la que ofrece mayores reservas comprobadas y probables. En tanto, las reservas off shore de la Cuenca Marina Austral 1 en Tierra del Fuego son operadas por la francesa Total.
Otro de los principales obstáculos para mejorar la producción de gas convencional es la política adoptada por el Gobierno nacional en la última década. Un informe elaborado el año pasado por el ex secretario de Energía Alieto Guadagni lo define como el desaliento de la producción nacional y el estímulo de las importaciones. Esto trajo consigo la disminución sistemática y acelerada de las reservas y la falta de exploración de nuevas áreas, que deriva en el agotamiento de las existentes.