El potencial de Vaca Muerta: ¿por qué no llegan inversiones?

La zona está repleta de shale gas y shale oil, pero se requieren unos US$37.000 millones para su extracción, que aún no aparecen.

Perforar y explorar. Imagen aérea de uno de los 100 pozos instalados en la zona de Vaca Muerta, en la provincia de Neuquén.

Vaca Muerta es una joven y luminosa promesa. Recostada sobre la cordillera de Los Andes, en el subsuelo que abarca casi la totalidad de Neuquén y parte de las provincias de Mendoza, La Pampa y Río Negro, se trata de una de las áreas con mayores recursos energéticos no convencionales del mundo (shale gas y shale oil), que podrían multiplicar varias veces las reservas disponibles en el país. Sin embargo, para los expertos, Vaca Muerta hoy es sólo eso: una promesa.

Según un reciente informe de la U.S. Energy Information Administration (la Administración de Información Energética de los EE.UU.), la Argentina es la segunda potencia mundial en cantidad de reservas de shale gas (o gas de esquisto) y la cuarta en shale oil (petróleo de esquisto), en una evaluación que abarcó un total de 41 países. Su explotación resulta viable, mucho más frente a la crisis energética que atraviesa el país, pero se calcula que demandaría una inversión de US$37.000 millones en los próximos 5 años, es decir, una cifra equivalente al total de las reservas del Banco Central.

La magnitud de esos recursos atrajo el interés de casi todos los colosos del sector: “En el mercado todos quieren participar. El potencial de Vaca Muerta es enorme y es muy difícil para un ejecutivo local explicar por qué quedaron afuera del negocio”, explicó Eduardo Fernández, ingeniero y consultor petrolero. Al igual que otros entendidos, Fernández sostiene que los acuerdos no llegan porque las condiciones actuales del país no ofrecen garantías para semejantes desembolsos. “No se pueden girar dividendos, el antecedente de la expropiación de YPF, las tarifas de gas, todo eso condiciona”, completó Daniel Kokogian, geólogo y consultor en temas energéticos de larga trayectoria en el mercado.

Vaca Muerta, así, equivale a decir que la Argentina tiene una vaca lechera pero está lejos de tener la vaca atada. Se trata de una formación con una superficie de 30.000 kilómetros cuadrados, de los cuales 12.450 están bajo la concesión de YPF. En la petrolera estatal aseguran que allí abajo hay 117 trillones de pies cúbicos de gas y 40.000 millones de barriles de petróleo, “lo que significa multiplicar por 10 las actuales reservas del país”.

Que esos recursos estén allí es muy diferente a explotarlos. En este sentido, los avances en Vaca Muerta fueron muy escasos. YPF afronta y aporta los mayores esfuerzos. En la zona, hoy, la petrolera estatal, bajo la conducción de su CEO, Miguel Galuccio, tiene la mayoría de los pozos perforados (60 sobre un total de 100), en general con fines exploratorios. El resto son principalmente de Shell, Exxon, Chevron, Pan American, Apache (una norteamericana independiente), Gas Medanito, la francesa Total Austral y PlusPetrol.

El año pasado, por caso, YPF puso en marcha el primer pozo de shale gas en la zona, el Orejano X2, un acontecimiento muy celebrado pero absolutamente insuficiente para revertir el abultado déficit de la balanza energética: el año pasado, el balance mostró un rojo de US$2900 millones, cifra que podría duplicarse en 2013.

“El recurso está, pero los resultados son muy marginales porque los pozos producen poco y no repagan las inversiones”, sintetiza Kokogian que, por otro lado, desconfía sobre los volúmenes de la formación de Vaca Muerta y acerca de su viabilidad económica. Ocurre que la explotación de los recursos no convencionales es mucho más costosa que la tradicional. El costo de un pozo en la Argentina para el shale cuesta entre US$8 y US$10 millones, esto es tres o cuatro veces más que el costo de un pozo convencional”, graficó.

Precisamente por eso los especialistas hacen la distinción entre recursos y reservas. El primer término alude a la existencia probable del hidrocarburo; el segundo, en cambio, es su viabilidad, es decir, si su explotación es rentable. Referido a Vaca Muerta, las opiniones coinciden. Muchos creen en su potencial comercial, pero advierten sobre las dificultades de la actual coyuntura. “Las empresas tienen mucho interés, el recurso está, hay personal calificado, pero falta el ambiente de negocios propicio”, sintetizó el consultor Luis Stinco.

En sintonía, Sebastían Scheimberg, analista en temas energéticos de la consultora Montamat & Asociados, también puntualiza que lo de Vaca Muerta son “recursos y no reservas” y añade que no está tan claro que su explotación sea rentable. “En el largo plazo podría resultar viable, pero lo que es seguro es que no es la estrategia más apropiada para superar la actual crisis y para recuperar el autoabastecimiento”, dijo. Para Scheimberg, YPF hoy debería apuntar sus cañones a los hidrocarburos convencionales. “Hay que poner una ficha en Vaca Muerta y dos, en las reservas convencionales”, resumió.

Más allá de estas diferencias, las urgencias del Gobierno –recargadas sobre YPF– son cada vez mayores. Vaca Muerta constituye un activo difícil de capitalizar en el corto plazo. Galuccio viene realizando esfuerzos para conseguir socios en la aventura, pero hasta ahora obtuvo pocos resultados. Está pendiente la firma de un acuerdo con Chevron, para que aporte una inversión de US$1.500 millones en la zona. YPF también anunció “entendimientos” con Dow Chemical y la petrolera estatal venezolana PDVSA, pero se desconocen los plazos y las condiciones.

Sobre este punto, Scheimberg advierte una contradicción. Chevron, señala, “tenía en 2002 una participación del 10% en la producción petrolera local y el año pasado cayó al 5,2% producto de la falta de inversiones. Ahora resulta que justamente Chevron es la que nos va a salvar”, finalizó el especialista.

Clarín