En sus fundamentos, los ambientalistas enumeran una serie de riesgos para el medio ambiente que conlleva la técnica del fracking. En primer lugar, -señalan- el impacto sobre el agua dulce, no sólo por los grandes volúmenes que utiliza, sino también por probabilidad de que se contaminen los acuíferos subterráneos y las aguas superficiales.
Por otro lado, también mencionan el peligro de contaminación atmosférica, pues -sostienen- se ha registrado benceno (un potente cancerígeno) en el vapor que sale de las piletas donde se almacenan las aguas residuales. Y señalan las fugas de gas metano de los pozos, un gas más nocivo que el dióxido carbono frente al efecto invernadero. Por último, hacen alusión a los riesgos sísmicos y al uso intensivo del agua.
Desde el sector de la industria, aseguran que existen demasiados mitos infundados en torno a estas prácticas. Ernesto López Anadón, director del IAPG (Instituto Argentino de Petróleo y Gas) expuso que las fracturas a la roca son mínimas (“deben ser vistas con microscopio”, graficó) y que los avances tecnológicos permiten encapsular totalmente los circuitos para asegurar que no haya pérdidas en el recorrido.
Además, explicó que el promedio de agua utilizada por pozo es de 20 mil litros y que los líquidos de purga son tratados en piletas especiales, para volver a ser reutilizados. En cuanto a los químicos, según López Anadón, no se usan más de doce productos por fractura y “muchos son detergentes y otros compuestos que las mujeres utilizan en sus casas”.
“La primera fractura hidráulica se realizó en el país en 1937”, contó el técnico, “y luego la actividad mermó por los altos costos, que hacen que las empresas deban asegurarse la rentabilidad anticipadamente”, detalló.
“Aquí se está perdiendo de vista los beneficios económicos que la actividad le traería al país, frente al declive por agotamiento natural del 80 por ciento de los yacimientos convencionales en el país”, apuntó López Anadón.
Respecto a Mendoza, reconoció que se aventura sobre su potencial, pero dijo que “se necesitan estudios para aplicar la tecnología, ver cuánto se produce y si es rentable para las empresas”.