Países del Caribe buscan financiar energías limpias

Por Jewel Fraser.- Cuando James Husbands, un empresario de 24 años de Barbados, empezó a barajar la posibilidad de manufacturar calentadores solares de agua, en la isla ya existía un prototipo diseñado e instalado por un sacerdote anglicano que vivió allí a comienzos de los años 70.
Una organización no gubernamental local hizo un estudio de mercado para determinar la viabilidad de producir calentadores solares de agua. La investigación, aparejada al hecho de que el gobierno de Barbados gravó las importaciones de estos productos procedentes de una empresa australiana, convenció a Husbands de que era el momento adecuado para ingresar en el área.
El ahora director gerente de Solar Dynamics dijo a IPS que el apoyo gubernamental a fines de los años 70 fue crucial para el éxito de su emprendimiento. Actualmente Barbados tiene la quinta mayor penetración mundial de calentadores solares de agua por cada 1.000 hogares.
Arnaldo Vieira de Carvalho, especialista de la División de Energía del Sector de Infraestructura y Ambiente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), dijo a IPS que América Latina y el Caribe usan energías renovables en una proporción mucho mayor que cualquier otra región, aunque buena parte de las mismas son hidroeléctrica y biocombustibles. El uso de energía eólica y solar es ínfimo.
El BID y sus socios patrocinan desde 2009 una competencia de proyectos de energías renovables y eficiencia energética en el Caribe, cuyos ganadores reciben hasta 100.000 dólares en financiamiento y apoyo técnico. El año pasado seleccionaron ocho ganadores.
Entre los criterios que pautan el concurso IDEAS figura que los proyectos de los ganadores deben favorecer a los pobres, a la igualdad de género y a las comunidades indígenas.
Un incentivo adicional para acelerar el lento ritmo del desarrollo de energías renovables, aunque la región no es una fuente importante de emisiones derivadas de la quema de combustibles fósiles, es la ola de devastadores desastres naturales de la última década.
Ulric Trotz, subdirector y asesor científico del Centro de Cambio Climático de la Comunidad del Caribe (CCCCC), recordó a IPS, a través del correo electrónico que “eventos meteorológicos extremos (a menudo asociados con el cambio climático) han causado daños significativos a la región, como por ejemplo el huracán Iván en 2004, que arrasó aproximadamente 200 por ciento del producto interno bruto de Granada”.
“De modo similar, una inundación única en 100 años arrasó en 2005 más de 60 por ciento del producto interno bruto de ese país, haciéndolo pasar de una posición de crecimiento positivo a una de crecimiento negativo real”, añadió.
A consecuencia de ello, los gobiernos caribeños empiezan a adoptar un enfoque más proactivo para promover el desarrollo de las energías renovables, estableciendo una Unidad de Energía en la sede regional de la Comunidad del Caribe (Caricom), que trabaja junto con el CCCCC.
Trotz dijo que promover las energías renovables es importante porque “al desviar costos de la importación de combustibles fósiles, los países (caribeños) tendrán recursos adicionales derivados de los ahorros para destinar a crear resiliencia ante los impactos del cambio climático y la vulnerabilidad climática”.
La región no solo se está centrando en convertirse a las energías renovables, sino en la  eficiencia energética, señaló.
“Reunir proyectos de energías renovables de toda la región puede tener un efecto catalizador de alentar las inversiones, dado que esto puede bajar significativamente los costos de transacción y volver más atractivas las inversiones”, agregó.
Exceptuando a Trinidad y Tobago, que es productor de petróleo, actualmente el Caribe gasta cada año miles de millones de dólares en la importación de combustibles fósiles.
En mayo, mientras visitaba Trinidad y Tobago, el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, destacó que es necesario reducir los costos de la energía en la región y aumentar el uso de fuentes renovables.
“Probablemente no haya ningún grupo de naciones mejor situadas para aprovechar las posibilidades de las energías renovables que aquí, en el Caribe”, sostuvo.
“Y nosotros sabemos que muchas naciones caribeñas pagan tres veces más por la energía que nosotros en Estados Unidos… Estamos trabajando en esto, con la mira puesta en invertir en redes eléctricas regionales conectadas para crear economías de escala, y economías de escala en materia de energías renovables”, apuntó.
La región también buscó la ayuda de socios de la Unión Europea y lanzó el Programa Caribeño de Desarrollo de Energías Renovables (CREDP, por sus siglas en inglés) con el objetivo primordial de fortalecer la capacidad de los países del Caribe para movilizar a los inversores a fin de concretar el pasaje de las inversiones en energía convencional a las inversiones en renovables.
Según Thomas Scheutzlich, asesor principal del CREDP desde 2003, la falta de un marco político legal habilitante y la falta de propuestas bien definidas de proyectos financiables son barreras importantes para el desarrollo de iniciativas de energías renovables en la región.
Scheutzlich tiene una responsabilidad general en la implementación del programa del CREDP en nombre de la consultora alemana Projekt-Consult GmbH, encargada de esta tarea por la Agencia Alemana de Cooperación Internacional (GIZ).
Alemania aporta 80 por ciento del financiamiento del CREDP.
Un problema es que muchos bancos de la región dudan de la solidez económica de los emprendimientos en materia de energías renovables, y no son capaces de evaluar los riesgos inherentes a esas nuevas tecnologías, dijo Scheutzlich.
La falta de garantías gubernamentales también hace que los bancos tradicionales sean reticentes a respaldar esos proyectos.
Sin embargo, bancos regionales e internacionales, como el BID, el Banco Europeo de Inversiones y el Banco de Desarrollo del Caribe, “buscan proyectos energéticos financiables y ofrecen financiamiento”, señaló Scheutzlich.
“Todavía hay una falta generalizada de comprensión del potencial de las fuentes autóctonas de energía y de la eficiencia energética en toda la sociedad. A consecuencia, los gobiernos no pueden promover lo que no entienden, y las empresas de servicio público no promueven lo que ellas mismas no están produciendo”, agregó.
Las empresas de servicio público en la región generalmente tienen el monopolio universal sobre la generación, transmisión, distribución y venta de electricidad. “Este es su modelo empresarial tradicional y solo se desviará de ese modelo” si a ellas les resulta “económicamente atractivo” hacerlo, dijo.
Pero pese al lento ritmo con que se producen los cambios en el Caribe, en los últimos años el paisaje energético fue objeto de un viraje positivo, en que “los procesos de cambio se aceleraron y cobraron cierto dinamismo, y esto es exactamente lo que el CREDP quiere disparar”.
IPS