La polémica por el fracking pone en jaque a Vaca Muerta

La explotación a través de esta debatida técnica podría significar la salvación en materia energética de la Argentina.
Desde que se descubrió la riqueza de Vaca Muerta, en Neuquén, el Gobierno apuesta al  único método para explotar esa fuente de hidrocarburos no convencionales: el fracking, una técnica de excavación horizontal y fractura hidráulica, también conocida como hydrofracking.

¿En qué consiste? La tierra se perfora hasta miles de metros de profundidad para luego multiplicar horizontalmente las terminaciones de esa perforación mediante presión de agua.

Es decir, se envían por el lugar anteriormente calado, a altísima presión, mezclas de hasta 30 millones de litros de agua, decenas de miles de litros de químicos y aditivos y cientos de toneladas de una arena especial para romper la roca madre. Se extrae así,  a través de esas grietas y conductos, hidrocarburos atrapados hace milenios.

Por estas horas, la gran apuesta de la reestatizada YPF para revertir su creciente déficit se llama Vaca Muerta. El entusiasmo por el fracking que ostenta el titular de YPF, Miguel Galuccio, y el gobernador de Neuquén, Jorge Sapaag son evidentes, al igual que la necesidad del Gobierno de lograr abastecerse por sí mismo en torno a combustibles.

Pozos como el de Vaca Muerta podría significar 927 mil millones de barriles, con una capacidad de producción de 5.000 por día, lo que lo transformaría en la tercera explotación de este tipo a nivel mundial.

En la actualidad, ya hay movimientos preventivos contra el fracking. El 21 de diciembre de 2012,  el consejo municipal de Cinco Saltos, Río Negro, prohibió la explotación de gas y petróleo no convencionales en ese municipio. Se trató del primer distrito latinoamericano en impedir esta técnica. Al poco tiempo se le sumaron Concepción del Uruguay, Entre Ríos; San Carlos, Mendoza y General Alvear, aunque el intendente vetó la ordenanza.

A fines de mayo, el Consejo de Expertos para Cuestiones Medioambientales (SRU) del Ejecutivo alemán, emitió un informe en el que desaconsejó el uso de fracking por su impacto ambiental.

En ese país, la controversia en torno al fracking se ha agudizado por el debate entre quienes defienden su uso por su rendimiento económico, y ponen como ejemplo los evidentes éxitos cosechados en EEUU.

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“No es necesario en términos de política energética, y su contribución no es esencial para la reforma energética que impulsó Angela Merkel”, expresaba el paper, aduciendo que la apuesta por la fracturación hidráulica no reduciría los precios del gas a nivel nacional o aumentaría la seguridad de suministro.

¿Qué tipo de daño acarrea esta técnica?  Todos de corto plazo. Además de que los cientos de litros que se utilizan son de agua dulce, se pueden contaminar napas de agua potable de donde la gente bebe. Al fracturar el subsuelo, existen grandes posibilidades de que una de las fracturas inducidas alcance un acuífero.

Los quiebres generan inestabilidad y la provincia de Neuquén es conocida por su actividad sísmica, lo que significa un escenario perfecto para un terremoto. En las zonas donde el desarrollo del fracking es alto, se ha constatado –y hasta admitido por las empresas perforadoras- un aumento de la actividad sísmica en periodos de fracturación hidráulica.

Además, el gas no convencional suele estar formado casi en su totalidad por metano, un gas de efecto invernadero 23 veces más potente que el CO2. Un escape –inevitable- de este hidrocarburo durante la perforación es considerablemente más nocivo que los gases que se generarán durante su combustión. No solo produce efecto invernadero, sino que contamina directamente a la atmosfera.

La disyuntiva ahora es cómo liberar ese inmenso recurso de gas atrapado que supone la salvación de la crisis energética argentina si la única manera de lograrlo es mediante una técnica peligrosa.

La polémica ya está planteada.

MDZ Online