Europa y el shale: debates sobre el fracking en Gran Bretaña y Francia

El fracking no necesita incentivos fiscales, dice un asesor del gobierno conservador británico. El Reino Unido fomenta el shale gas.

La controvertida fractura hidráulica. El fracking se hace bombeando agua, arena y productos químicos a muy alta presión en la roca densa para liberar pequeñas burbujas de metano que pueden ser capturadas en la superficie. En la foto, perforación en Salyn, Siberia.

Las empresas de shale gas o gas de esquistos no deberían tener desgravaciones, dijo un prominente asesor de 10 Downing Street, dado que sus operaciones probablemente sean rentables sin esos incentivos. Lo dijo pese a que el gobierno se dispone a dar a los desarrolladores un beneficio fiscal por los pozos que perforen, a fin de alentar un aumento de la controvertida exploración.

Peter Lilley, un parlamentario tory (escéptico respecto del cambio climático) que asesora al primer ministro, dijo en un debate sobre shale gas en Westminster Hall el jueves: “Creo que las exenciones son innecesarias para el fracking, basado en mi conocimiento de la industria del petróleo y gas”. Lilley es analista del sector desde hace más de veinte años, y tiene intereses financieros en el petróleo y gas del Asia Central. El debate fue convocado por Caroline Lukas, única parlamentaria verde.

La intervención de Lilley se produjo en momentos en que el gabinete ultima detalles de potenciales exenciones fiscales y otros incentivos para los desarrolladores del gas de esquistos, y están lanzando una consulta sobre la clase de incentivos que deberían darse a las comunidades locales para que acepten la perforación en busca de gas de esquistos en sus zonas.

Fallon, el ministro de Energía conservador, dijo que el gobierno espera que en los próximos dos años se perforen entre 20 y 40 nuevos pozos exploratorios, y que la población de los lugares también debe “tener su parte” de la exploración. Los ministros se disponen a ofrecer incentivos locales, posiblemente similares a los conocidos el miércoles para los sitios de nuevas centrales atómicas.

“El incentivo fiscal destrabará la inversión y dará sostén durante la crítica etapa de la exploración”, dijo Fallon a los parlamentarios.

El debate mostró lo polarizado que se ha vuelto el tema del controvertido hidrocarburo: legisladores de todos los partidos e incluso de circunscripciones vecinas discrepan ríspidamente sobre si debe procederse a generalizar la perforación y qué salvaguardias deberían adoptarse. La discusión no se corta por líneas partidarias, ya que tanto miembros de la coalición como opositores hablan a favor del shale, mientras que otros, en todos los partidos, expresan preocupación por el impacto ambiental.

A muchos legisladores les inquieta el potencial impacto sobre el agua local, la posibilidad de contaminación y de fugas de metano, y la cuestión de hasta dónde grandes cantidades de shale gas serían compatibles con los objetivos británicos para el cambio climático. El fracking requiere el bombeo de agua, arena y productos químicos a muy alta presión en la roca densa esquistosa, a muchísimos metros bajo tierra, para liberar burbujas de metano que pueden ser capturadas en la superficie. La perforación de shale en Lancashire causó hace dos años dos pequeños temblores de tierra, y se rompió el revestimiento del pozo, aunque no hubo fugas de gas. Los ministros no fueron informados por la empresa perforadora, Cuadrilla, hasta varios meses después del hecho, según reveló una información de The Guardian .

Pero otros legisladores dicen que las preocupaciones ecológicas se están exagerando, que habrá una firme regulación para prevenir fugas y otros accidentes, y que es improbable que haya efectos adversos sobre los precios de las casas en las áreas de fracking. Sostienen que el gas de esquistos puede aportar una fuente local barata de combustible y contribuir a la “reindustrialización” de la economía, proveyendo empleos y estímulo económico. En los EE.UU., la generalización del fracking ha producido una abundancia de gas que hizo bajar los precios de la energía.

Clarín