¿Y si el fracking no contamina?

LUIS FELIPE SAPAG (*)

La Argentina y, con más intensidad, Neuquén están enfrascadas en la discusión sobre los impactos de la estimulación hidráulica en yacimientos no convencionales de hidrocarburos. Como con el glifosato respecto de la soja y las pasteras uruguayas rechazadas por los ambientalistas de Gualeguaychú, militan grupos intensos, mientras los medios de comunicación informan con más o menos precisión sobre el tema y nadie parece estar ajeno al debate. Muchos se muestran a favor o en contra de manera apasionada, similar a la adhesión a un club de fútbol o incluso a la fe en una religión.

Las visiones más apocalípticas auguran desolación, enfermedad, muerte y desmembramiento de sociedades enteras, todo a partir del fracking. Empresas, gobiernos y grupos interesados serían tan malvados, mezquinos y avaros que, sabiendo los males que causa esa técnica, igualmente no dudan en aplicarla. Los ultraambientalistas no admiten la posibilidad de utilizar tecnologías de manera sustentable y en sus retóricas simplifican la cuestión reduciéndola a simples polaridades bueno-malo, tales como “vida o fracking”, “agua o petróleo”, “naturaleza o tecnología”, “mapuches o YPF-Chevron”.

Los desarrollistas, aunque no lo acepten los ultras, también nos declaramos ambientalistas y responsables, pues queremos cuidar el medioambiente poniendo también como prioridad el trabajo y la salud de nuestras sociedades. Desde ese principio afirmamos que es necesario y posible el aprovechamiento solidario y planificado de nuestros recursos naturales para diversificar la producción y, con las rentas del gas y el petróleo, diversificar la matriz energética incrementando la participación de las fuentes renovables.
En este punto de tan irreconciliable discusión cabe una pregunta: ¿y si se demuestra que el fracking bien implementado y con controles exhaustivos no contamina? Esa es nuestra hipótesis y, como toda afirmación, sólo el método científico puede avalarla o refutarla. Precisemos: toda tecnología genera impactos, si los mismos son controlados, todo bien; pero si durante su ejecución los parámetros se salen de lo previsto, ya no se trata de impacto, sino de contaminación. En EE. UU. se han realizado aproximadamente dos millones de fracturas hidráulicas y, si bien es cierto que algunas sufrieron accidentes, se han alcanzado procedimientos altamente confiables, permitiendo el autoabastecimiento de gas del país que más energía consume en el planeta.
En Neuquén recién llevamos hechas casi 2.000 fracturas en 300 pozos. Si bien son pocas aún, no se produjeron eventos indeseables. Todo indica que estamos bien encaminados; que se está transitando un proceso de mejora continua, disminuyendo el consumo de agua fresca y procesando adecuadamente los líquidos contaminados de retorno. Es decir, se está aplicando seriamente el método científico. Entonces, ¿y si en algunos pocos años se requetecomprueba con decenas de miles de fracturas que el método es confiable? ¿Si a la par de no contaminar resulta el fundamento del crecimiento económico, social y cultural de la provincia, así como del empleo bien remunerado de miles de personas? Mi pronóstico es que así sucederá y que los mensajes ultraambientalistas persistirán. Pero, como las polémicas sobre la soja y las pasteras, serán, apenas, un rumor más en el sinnúmero de noticias políticas, deportivas y de amoríos entre las estrellas de la televisión.
(*) Diputado MPN, miembro informante del convenio YPF-Nqn sobre Vaca Muerta