Cuando la mano del hombre hace temblar la tierra

Plataforma del Proyecto Castor, en Vinaroz.| Carlos García.

Teresa Guerrero.- Hace un año el geólogo Miguel de las Doblas Lavigne advirtió que el proyecto de gas Castor causaría terremotos. “Ya entonces denuncié que era muy peligroso. Es absolutamente aberrante e increíble que se hayan gastado 1.400 millones de euros sin haber realizado antes un estudio de sismología previo”, asegura indignado el científico del Instituto de Geociencias de Madrid (CSIC-UCM).

Desde hace años, De las Doblas investiga la denominada sismicidad inducida, un término que los españoles han oído con frecuencia durante los últimos días a raíz de los cientos de terremotos que se han registrado en Castellón y que resume lo que los científicos saben desde hace décadas: que la actividad humana también es capaz de generar terremotos.

Y es que, al igual que es imposible evitar e incluso prever con cierta antelación los terremotos que se producen de forma natural, el hombre sí es capaz de generarlos. La mayoría son de baja magnitud pero, como en cualquier seísmo, su impacto y su capacidad destructiva depende de la zona en la que se produzcan.

“La sismicidad inducida por la actividad humana se lleva reconociendo en la literatura científica desde hace muchas décadas, y sin embargo en nuestro país parece que no se toma en serio esta evidencia que incluye el llenado de los embalses, el ‘fracking’, la inyección de CO2 en la corteza, las explotaciones de las canteras, las extracciones de hidrocarburos en yacimientos estructurales o agua en los acuíferos profundos, etc.”, explica.

Asimismo, señala que “en España fuimos de los primeros en reconocer la realidad de la sismicidad inducida, concretamente en términos de hidrosismicidad (relaciones entre el agua y los terremotos)”.

Tanto De las Doblas como los también científicos españoles José Fernández y Pablo González sostienen que la sobreexplotación del acuífero del Guadalentín contribuyó de manera decisiva a desencadenar los terremotos de Lorca de mayo de 2011, que causó nueve muertos.

Otro caso, más reciente, es el de la Loma de Úbeda en Jaén: “Explicamos la serie sísmica anómala de más de 2.200 terremotos (de octubre de 2012 a abril de 2013) como resultado de una combinación de la sobreexplotación de los acuíferos profundos para el riego de los olivares y las intensas lluvias (sin precedentes en los últimos 30 años) de finales del 2012 a principios del 2013″, afirma.

Por otro lado, la serie sísmica de la Sierra del Perdón (en Navarra), con unos 300 terremotos en dos meses, se ha vinculado a las fuertes lluvias.

Desde hace años llevamos alertando de que la construcción de pantanos o la extracción de agua de forma descontrolada puede producir terremotos“, recuerda Antonio Aretxabaleta, geólogo de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra y delegado del Colegio Oficial de Geólogos de España en Navarra, que asegura que sus propuestas no se han tomado en consideración. “Nos miran como bichos raros”, señala.

Por lo que respecta al Proyecto Castor, Aretxabaleta también cree que la seríe sísmica se debe a la inyección de gas. Según recuerda, Castellón es junto Valladolid y Vizcaya una de las provincias españolas con menor actividad sísmica: “Desde que existen registros históricos, hacia el año 1500, apenas se han registrado unos 70 terremotos en Castellón.En 15 días ha habido casi 400 terremotos”, afirma.

Llenado de embalses

“La sismicidad inducida es muy conocida. Por ejemplo, la que se produce por el llenado de embalses. Cuando se introduce una masa de agua muy grande se puede romper el equilibrio tensional, es decir, el equilibrio de fuerzas en la zona y puede haber pequeños terremotos hasta que se vuelve a reestablecer el equilibrio”, explica Belén Benito, catedrática de Geofísica de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y coordinadora de un grupo de investigación en ingeniería sísmica en la Escuela de Topografía.

Benito considera que hay relación entre la inyección de gas del proyecto Castor y los terremotos de Castellón: “Cambias las condiciones del terreno y se puede producir una ruptura del equilibrio y que haya microterremotos. Si esos movimientos dan sobre una falla existente que pueda tener una cierta carga, pues las fallas se van cargando a lo largo del tiempo hasta que se produce un terremoto, puede provocar eventos mayores”, explica.

Por su parte, Joaquim Roset, ingeniero y geólogo de la Universidad Rovira i Virgili (Tarragona), afirma que “desde un punto de vista geológico se sabe que [el lugar donde se desarrolla el Proyecto Castor] es una zona de confluencia de dos grandes estructuras tectónicas, que tienen asociadas numerosas fallas, es decir, rupturas del terreno”, explica.

El profesor recuerda que cuando se explotó el yacimiento de petróleo que ahora se quiere utilizar para guardar reservas de hidrocarburos, “también hubo microseísmos de cierta intensidad, es decir, hubo sismicidad inducida por la extracción de petróleo”. Al quedar vacío, detalla, se fue llenando de agua de mar hasta que ahora se ha vuelto a sacar el agua para inyectar gas. Estos cambios han causado una variación en la tensión del terreno: “Para detonar una falla, entre otras causas es necesario que aumente la presión de fluidos. Puede ocurrir de forma natural (por llenado de agua o lluvia abundante) o artificial (por inyecciones de fluidos en las rocas o por depositar grandes masas de agua)”.

Una vez que se restablece el equilibrio, explica, deberían cesar los movimientos de tierra en Castellón: “En principio, una vez que se deja de meter presión en el depósito, es decir, de inyectar el gas, la tensión tenderá a anularse y es previsible que no haya más cambios”. Aunque matiza “que cuando se trata de terremotos es difícil hacer afirmaciones”, en su opinión “los seísmos deberían dejar de producirse en unos días o unas semanas”.

‘Fracking’

Aunque se trata de una técnica distinta, la inyección de gas del Proyecto Castor ha vuelto a poner en el punto de mira al ‘fracking’ o fracturación hidráulica, una técnica que consiste en extraer gas no convencional (‘shale gas’, o gas de esquisto o pizarra) y para la que hay que inyectar grandes cantidades de agua y productos químicos en el subsuelo. Varias compañías planean poner en marcha en España esta técnica.

Desde Shale Gas, la plataforma que aglutina a algunas compañías interesadas en el ‘fracking’, subrayan la necesidad de diferenciarlo de la inyección de gas que se lleva a cabo en el Proyecto Castor. “Sabemos que la sismicidad inducida es uno de los riesgos asociados al ‘fracking’, pero es muy leve y muy inferior a la de otras actividades industriales, como el llenado de embalses o la minería”, señala una portavoz.

En concreto, afirma que los datos científicos indican que la sismicidad inducida por ‘fracking’ ha sucedido en magnitudes bajas (inferiores a 3 en la escala de Richter), un riesgo que, sostiene, “se controlará con los estudios de impacto ambiental y la monitorización continua, antes, durante y después de que comiencen los trabajos. El estudio previo es esencial para no perforar en una zona en la que haya una falla. Tenemos una tecnología muy avanzada y pondremos todos los mecanismos en marcha para que sea seguro”, señala.

El Ministerio de Industria ha concedido permisos de investigación a varias empresas para que exploren el potencial de esta técnica, aunque de momento no se ha perforado ningún pozo. El plazo mínimo para que comiencen los trabajos de explotación sería de 18 meses, según Shale Gas.

Por su parte, Belén Benito, científica de la Universidad Politécnica de Madrid, explica que el ‘fracking’ produce terremotos de baja magnitud (de hasta 3 o 4) incluso en zonas sin actividad sísmica: “Se trata de extraer gas pero el efecto en la zona es el mismo que cuando se inyecta, porque alteras las condiciones elásticas y se pueden producir rupturas. Suelen ser terremotos pequeños. Ciertamente tiene un riesgo que hay que sopesar porque lamentablemente necesitamos nuevas fuentes de energía a no ser que estemos dispuestos a quedarnos sin luz”, señala. En su opinión, “es posible controlar el riesgo, evitando zonas donde haya fallas y realizándolo en áreas estables”.

“La microsismicidad existe tanto en los proyectos de inyección de gas como en la minería, la extracción de petróleo, los embalses de agua o el ‘fracking’, por eso hay que realizarlos en zonas estables”, coincide Roset.

El Mundo, España