Por Gavin du Venage.- Para un transeúnte casual, Petrus Kabaliso y su esposa Cynthia ofrecen una imagen pintoresca, sentados con un destartalado paraguas sobre sus cabezas y bajo la sombra de una palmera en el desierto de Karoo, en la Provincia Septentrional del Cabo, Sudáfrica.
“Se nos hace muy difícil vivir aquí”, dice Petrus, de 59 años, en diálogo con IPS. “Buscamos metal viejo, y a veces los camiones que paran aquí dejan botellas en los escombros. Podemos cambiar eso por dinero, y comprar pap (gachas de maíz) y azúcar”.
Colesburg es más próspero que muchos otros pequeños poblados de la zona. Los camiones y los automóviles que van del campo hasta la costa hacen escala en esa localidad. Los establecimientos que ofrecen alojamiento se multiplican y anuncian vacantes.
Pero, como la mayoría de las localidades en Karoo, la misma falta de perspectivas económicas la mantiene marginada de los proyectos de desarrollo.
Sin embargo, todo esto podría cambiar. Hay planes para explotar las potencialmente vastas reservas de gas de esquisto mediante fractura hidráulica (“fracking”, en inglés).
Según un estudio financiado por la consultora Econometrix, encargado por la multinacional de la energía Shell, hay disponibles más de 480 billones pies cúbicos de gas.
Para poner en contexto estas cifras, Mossgas –refinería de licuefacción de gas situada en la costa sur del país— ha cubierto cinco por ciento de las necesidades de combustible del país en los últimos 20 años usando solo un billón de pies cúbicos, según su firma operadora, PetroSA.
De acuerdo con Econometrix, para explotar apenas 10 por ciento del gas se crearán 700.000 nuevos empleos.
Pero este plan despierta una importante controversia, y gran parte del debate se centra en cómo podría alterar el ambiente de Karoo, unos 400.000 kilómetros cuadrados en el centro de Sudáfrica que muchos creen debería mantenerse sin explotar.
“Será mejor para nosotros”, opina Ricardo Josephs, operador en una estación expendedora de combustible en la localidad de Graaf Reinette, a dos horas de Colesburg.
“Si se crean empleos, mis amigos y mi familia podrán volver. Todos aquí perdemos personas que se mudan a Ciudad del Cabo o a Johannesburgo para trabajar. Nuestra gente está dispersa y no regresa”, dice a IPS.
Josephs admite que la industrialización de Karoo podría cambiar su naturaleza. “Será un problema para los ricos, para los ricos agricultores. Ellos no quieren que esto cambie. Pero para mí, y para la gente de la calle, significará más empleo y mejores ingresos”, dice esperanzado.
Alrededor de 63 por ciento de los habitantes de Karoo viven en la pobreza, apunta el profesor Anthony Leiman, economista ambiental de la Universidad de Ciudad del Cabo. “El hallazgo de gas es como volver a descubrir oro. Cambiará profundamente el futuro del país”, señala en diálogo con IPS.
Pero esos grandes recursos inevitablemente modificarán la vida en el Karoo, advierte.
En Dakota del Norte, Estados Unidos, el descubrimiento de grandes reservas de gas trastocó drásticamente la vida de muchos pequeños poblados. Algunos vieron crecer 10 veces su población con la llegada de trabajadores del gas, lo que también derivó en un incremento de problemas sociales como el abuso de drogas y la prostitución.
Hasta ahora, gran parte de las críticas se concentran en la posible contaminación ambiental, particularmente de la escasa agua subterránea de Karoo.
La técnica de fractura hidráulica implica la inyección de miles de litros de agua y sustancias químicas a gran presión a través de fisuras y hasta varios kilómetros bajo tierra. Esto fractura la roca y permite que el gas que esta contiene se precipite y se conduzca a un pozo central que luego lo lleva a la superficie.
En Estados Unidos, incidentes de pozos mal preparados derivaron en contaminación subterránea.
Leiman minimiza esta amenaza. “La pobreza es un riesgo mucho mayor para el ambiente que la fractura hidráulica”, sostiene.
No es tan así, responde el Grupo de Acción por el Tesoro de Karoo (TKAG, por sus siglas en inglés), principal organización de presión contra la extracción de gas de esquisto. La organización alerta que varios efectos a largo plazo, particularmente la contaminación del agua, golpearán duro a los más pobres.
Se necesitan más de 20 millones de litros de agua por cada pozo de fracking, señala TKAG, lo que llevará a que las compañías de gas compitan con los residentes por este recurso ya escaso.
Otro gran tema, según los oponentes al proyecto, es la posible contaminación de la capa freática. El agua inyectada en los pozos subterráneos está mezclada con químicos que ayudan al proceso. Esto, dicen críticos de la técnica, puede contaminar las reservas hídricas.
En otras partes del mundo, la contaminación ha provocado enfermedades en los humanos y en el ganado, sobre todo debido a los químicos BTEX, derivados del petróleo y conocidos por causar alteraciones endocrinas y cáncer, según TKAG.
En septiembre, la ministra de Agua y Asuntos Ambientales de Sudáfrica, Edna Molewa, señaló que el fracking será una “actividad controlada”, lo que sugiere que las compañías deberán solicitar una licencia de su cartera.
El Ministerio procura así controlar el uso del agua en la zona, pero para los críticos esto no es suficiente.
TKAG también advierte que el fracking puede provocar grandes cambios sociales.
Jeannie le Roux, directora de operaciones de ese grupo de presión, recuerda los casos de severas perturbaciones sociales causadas por esta técnica en zonas de Estados Unidos ricas en gas de esquisto. Con ella coincide Leiman.
“El impacto social del auge (económico) en un pueblo trae muchos problemas”, dice Le Roux a IPS.
“Y las ventajas que trae no duran mucho. La minería es una actividad de auge y caída. Cuando termina el auge, el área queda con mano de obra excedente”, advierte.
Aunque no hay dudas de que se crearán empleos, Le Roux cuestiona los beneficios de las comunidades afectadas.
“La historia muestra que las riquezas de la minería rara vez llegan a los ciudadanos, y cuando los recursos se agotan, todos se van, dejando un ambiente degradado en el que tienen que vivir las comunidades locales”, añade.
Pero no necesariamente tendría que ser de estar manera, sostiene Chris Nissen, presidente del Foro Comunitario de Karoo para el Gas de Esquisto, creado para representar a los pobres de la región en el debate.
La organización fue creada un año atrás para contrarrestar “la voz de los ricos” que están combatiendo el desarrollo de la región, explica Nissen a IPS.
Nissen cree que una estricta aplicación de las leyes ambientales puede proteger la zona, y una adecuada planificación de la llegada de trabajadores podría evitar muchos problemas.
“Karoo es hermoso, pero también es un lugar muy triste. En el invierno, ves a los niños yendo a la escuela sin zapatos, sobre la helada”, dice.
Para bien o para mal: fracking en la Sudáfrica rústica
Los tranquilos poblados de Karoo podrían cambiar para siempre con la explotación de gas de esquisto. Crédito: Gavin du Venage/IPS