Entrevista a Miguel Galuccio
La energía es clave para el desarrollo de un país. Es el torrente sanguíneo de su economía, el motor de toda transformación, el insumo crítico para el crecimiento, el núcleo duro de la evolución. De hecho, cada tipo de sociedad desde los cazadores-recolectores hasta las comunidades agrícolas o las economías modernas de la era industrial podrían definirse a partir de la energía utilizada y la tecnología disponible para transformarla. En Argentina, la matriz energética está dominada en un 85% por hidrocarburos, de los cuales YPF es la principal productora, con una participación que supera el 35% del mercado de petróleo y gas.
Por José Natanson – Verónica Ocvirk | Le monde Diplomatique*
Es líder, también, en la producción de recursos no convencionales, ya que cuenta con la que hoy está catalogada como la tercera reserva de shale más grande del mundo: Vaca Muerta. Maneja operaciones en 92 áreas productivas y 51 bloques exploratorios, cuenta con tres refinerías (La Plata, Plaza Huincul y Luján de Cuyo) y una red de 1.500 estaciones de servicio.
El 16 de abril de 2012, Cristina Kirchner decidió estatizar la compañía y poco después designó a Miguel Galuccio como nuevo CEO. Nacido en Paraná en 1968 y recibido de ingeniero en petróleo en el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), Galuccio dio sus primeros pasos en una YPF que recién comenzaba a abrirse al capital privado, y luego emigró para sumarse a Schlumberger, líder mundial en servicios petroleros, donde llegó a ser presidente de la división de gerenciamiento de proyectos, con sede en Londres. Hoy, de regreso a la Argentina, atiende en el piso más alto de la torre construida por César Pelli en Puerto Madero, un edificio sobriamente diseñado, con vistas que quitan el aliento y que, como sucede con la mejor arquitectura de altura, nos revelan el truco del mundo: hacernos creer que un día puede ser nuestro.
Los resultados
Nada es simple en el mundo de la energía. Cuando se hace referencia a la estatización de YPF se omite a veces un adjetivo que resulta medular en la definición de la nueva compañía. El adjetivo es “parcial”. La estatización de la petrolera, en efecto, fue parcial, porque lo que se expropió a Repsol fue el 51% del capital accionario de la empresa, que desde entonces funciona bajo lo que se conoce como un “modelo mixto”. En líneas generales, esto genera la necesidad de compatibilizar los objetivos incluidos en la Ley de Soberanía Hidrocarburífera, como la creación de empleo o el incremento de la competitividad de los distintos sectores económicos, con los intereses de los accionistas –de los cuales el Estado es el principal, pero no el único–, quienes esperan, lógicamente, eficacia profesional y ganancias.
“Definitivamente, es un modelo más complejo”, explica Galuccio. “Pero, bien manejada, esa misma complejidad le puede dar a la compañía un potencial impresionante, ya que ahora tiene alineado con ella nada menos que a un Estado. Los resultados extraordinarios de YPF en este tiempo se explican porque la empresa está bien conducida, pero también porque ha sido potenciada por toda una nación. La demanda, por caso, viene de la economía, y hoy en la Argentina existe una demanda altísima. De lo que se requiere es de un entendimiento común para implementar los precios que permitan desarrollar un potencial energético que hoy no tenemos. Ahí tiene que estar la racionalidad. Pero hay cuestiones que son complejas, y van a seguir siéndolo.
—¿Por qué se adoptó este modelo?
—Cuando la compañía se nacionalizó, la primera discusión fue acerca de cuál era el modelo que había que llevar adelante. Y fue la Presidenta de la Nación la que decidió que YPF siguiera cotizando en Bolsa, que fuera manejada como una sociedad comercial, sin los instrumentos que sí se aplican en una empresa estatal. Vengo de la industria privada, he visto compañías internacionales y hay un modelo que tengo siempre presente: el de la petrolera noruega Statoil, que tiene un 67% de propiedad del Estado, mientras el resto flota en la bolsa. Yo creo en el modelo mixto. Tiene las virtudes de los dos mundos, aunque también las complejidades de las que antes hablábamos. Las compañías estatales tienen mucha sobrecarga, lo que las vuelve más lentas y menos competitivas, incluso si están bien manejadas.
—Un caso testigo de esta tensión entre interés nacional e interés de la compañía podría ser el del precio de los combustibles, donde choca la necesidad de la empresa, que quiere cobrar un precio que le permita producir más, con la del país, que requiere que el combustible se mantenga a un valor que no afecte a otros sectores de la economía en un contexto de incremento de los precios. De hecho, la nafta viene aumentando su precio. ¿Cómo se maneja esa tensión?
—Eso va a pasar en cualquier país, porque el precio de la nafta siempre es un tema sensible para el gobierno, para la empresa y para la gente. En una compañía integrada como YPF, ese valor se rige por cuestiones diversas.Y está fijado en la moneda que se maneja en el país, que en este caso es el peso. Tiene que mantenerse competitivo, pero no está al margen de las cuestiones macro de la economía. Si hay una devaluación del 20%, tu precio también se devalúa 20%. Por otro lado, el precio de la nafta que la compañía realmente siente es el que viene después de los impuestos. Y el precio de la nafta en la Argentina tiene impuestos del 50%, cuando en Estados Unidos, por ejemplo, son del 8%. Entonces se podría decir que hoy la rentabilidad petrolera en la Argentina no es algo exorbitante, más bien es una rentabilidad que está justa.
—Ahora que la empresa está empezando a generar dividendos, y teniendo en cuenta que el Estado siempre va a necesitar dinero, ¿no existe el riesgo de que el gobierno se apropie de una parte de esa renta para financiar otros gastos?
—El punto importante acá es que el Estado hoy gana más haciendo que YPF sea el motor de un cambio, porque, ¿cuál es el juego grande de todo esto? El juego grande de todo esto es cambiar el sistema energético argentino. Es ahí donde el Estado gana o pierde a lo grande. Es el Estado el que hoy paga los 100 barcos que vienen de afuera con gas. Por eso, 5 o 10% más de dividendos de YPF hoy o mañana no cambian la ecuación. Lo que sí la cambia es si en los próximos diez años somos independientes o no; ahí es donde se juega la real soberanía energética del país.
Galuccio habla en un tono calmo, casi a media voz, y se le nota una leve tonada entrerriana. No se ha alterado con las versiones sobre su inminente alejamiento, un clásico del periodismo argentino desmentido una y otra vez por la realidad. Sucede que los resultados hablan, y fue el mismo ministro de Economía, Axel Kicillof, el último funcionario que, para descartar una vez más la posbilidad de una salida, explicó: “Es poco serio, diría imposible, que estemos pensando en la salida de una persona que durante su gestión ha logrado aumentar un 3,6% la producción de petróleo y un 5,9% la de gas”. También recordó que “bajo la administración anterior de YPF, la producción registraba una caída del 5% anual acumulativa, y a partir de la llegada de Galuccio, se produjo un aumento del 300% en la inversión, pasando de 2.000 a 8.000 millones de dólares”.
—¿Cómo se logró revertir la tendencia y recuperar la producción?
—La empresa venía decreciendo, tanto en sus reservas como en producción, desde hacía casi ocho años. Y la verdad es que una compañía de petróleo que distribuye el 80, 90 o 100% de sus dividendos, y que no reinvierte, como sucedía antes…
—¿Y ahora cuánto se reinvierte y cuánto se distribuye?
—Ahora se distribuye entre el 0 y el 10%, y el resto del capital operativo se reinvierte.
—¿El 90% de lo que ganan lo reinvierten?
—Sí. El modelo de antes era mandar plata para afuera, el de hoy es de crecimiento rentable. Y eso es posible con este modelo mixto del que hablamos. YPF, insisto, es una sociedad comercial, que cotiza en Bolsa, en la cual el Estado tiene el 51%, alineada con los intereses del país.
—¿Piensa que lo hubieran llamado si se hubiera apostado a otro modelo de empresa, por ejemplo totalmente estatal?
—No sé.
—¿Y hubiera aceptado?
—No.
El desafío de Vaca Muerta
Galuccio estuvo entre los que más insistieron en la necesidad de fortalecer la inversión en la formación Vaca Muerta, aunque los resultados no vayan a verse en el corto plazo.
Se trata de un yacimiento de petróleo y gas no convencional de 30.000 kilómetros cuadrados ubicado en la provincia de Neuquén, cercano a la localidad de Añelo. ¿Qué significa eso? En los yacimientos convencionales, el petróleo y el gas se formaron durante millones de años a partir de toneladas de desechos orgánicos y fósiles que, sometidos a ciertas condiciones de presión y temperatura, comenzaron a “cocinarse”. Ese fenómeno tuvo lugar en una roca generadora también llamada roca madre, de la cual el combustible fluía hacia arriba, brotando hasta la superficie si el suelo era permeable, o formando un yacimiento si una roca impermeable lo detenía. “Pinchar” ese yacimiento y liberar la presión para hacer brotar los líquidos y gases es lo que se conoce como explotación convencional.
Pero debajo sigue existiendo esa roca madre, muchísimo más hermética pero también porosa, que aún guarda en sus pequeñas cavidades una buena cantidad de combustible, como si se tratara de una esponja. En los últimos años han comenzado a aplicarse técnicas para fracturar esa roca a gran escala y obtener el petróleo y el gas retenidos en ella, aunque esa explotación demanda inversiones mucho más altas y a más largo plazo que la perforación tradicional. La técnica se denomina fracking o fractura hidráulica: luego de perforar la roca madre con una tubería de acero, se inyectan agua, arena y productos químicos a gran presión, lo que permite abrir pequeñas fisuras y extraer así el gas y el petróleo que, al ser “liberados” de esos poros pequeños e incomunicados, pueden, ahora sí, brotar hacia la superficie.
—Cuando se habla de Vaca Muerta aparece siempre el potencial: “podría haber recursos”, “hay cosas que no se saben”, “se está investigando”. ¿Qué es lo que se sabe y qué no?
—En la industria del petróleo es necesario un proceso para poder pasar de un recurso potencial a lo que es reserva y producción, y ese proceso comienza desde lo exploratorio, por saber que hay una roca madre, que esa roca madre tiene petróleo, que ese petróleo está entrampado, que ese entrampamiento tiene petróleo maduro. Eso se llama play concept. Pero a ese play concept, de alguna manera, hay que probarlo. Bueno: el play concept de Vaca Muerta está probado. Conocemos la madurez térmica de la cuenca, sabemos dónde hay gas, dónde hay gas húmedo, dónde hay petróleo, y de determinados lugares sabemos incluso más, tenemos ya una visión mucho más específica del lugar. El petróleo está ahí. ¿Qué es lo que queda por demostrar? Cuán económicamente rentable es producirlo. Y para eso lo fundamental es la eficiencia operativa y la escala. ¿Por qué la escala? Porque estamos hablando de un recurso que tiene una intensidad de capital y operativa muy grande. Es ahí donde tuvo éxito Estados Unidos: por más que sus pozos no produjeran como los de Arabia Saudita, sí lograron tener la eficiencia para perforar miles de ellos por año con una rentabilidad que es la de un supermercado. Pero primero hay que saber que el petróleo que está ahí es producible.
—¿Y eso Repsol lo sabía?
—Repsol sabía que había un play concept probado, pero no estaba ni cerca del piloto que hoy estamos haciendo, que implica una apuesta enorme para tener el modelo de factoría, que significa a su vez hacer un desarrollo a escala con la eficiencia y la intensidad de una fábrica. Porque para poner en valor a Vaca Muerta hace falta una empresa que esté dispuesta a tomar el riesgo de dar los primeros pasos.
—Más allá de la viabilidad económica, un tema que aparece relacionado con Vaca Muerta es la crítica ambiental. ¿Qué se podría decir de esto?
—La industria ha venido haciendo fractura hidráulica en los últimos 50 años, yo mismo he participado en esas operaciones durante toda mi carrera. No se hacía en no convencionales sino en yacimientos convencionales con poca permeabilidad. Pero es una técnica muy conocida. Cuando se hacen las cosas bien, como cuando se vuela un avión bien, no hay riesgos. Ahora: si se usa mal puede haber riegos. ¿Cuáles son los riesgos que se le atribuyen? Primero, el agua.
—La contaminación de las napas.
—La contaminación de las napas es un riesgo medioambiental que cualquier pozo petrolero tiene. Es el primer riesgo para el cual un ingeniero diseña el pozo. Lo primero que mira es a qué profundidad está la napa y qué superficie tiene que cubrir esa napa de agua antes de que se pueda perforar un pozo. Vos perforás, mirás la napa de agua, seguís para adelante, ponés una cañería, la cementás, protegés la integridad del recurso hídrico. Una vez que hiciste eso, corrés un perfil eléctrico para asegurarte de que la cementación del caño esté bien hecha. Y si estuvo mal hecha, hay una técnica que se llama de “cementación auxiliar” para corregir ese tipo de cosas.
Ahora bien: si el ingeniero está dormido, si no corre el perfil eléctrico, si el cemento estaba contaminado, entonces sí podría haber un accidente medioambiental. Pasa poco en el mundo petrolero, pero ha pasado. Para mí esa discusión medioambiental es válida, porque tiene que ver con la presión que se pone sobre la industria para que haga las cosas bien, para que tenga estándares y gente entrenada. Pero los que dicen que la fractura nos va a dejar sin agua en la Patagonia, o que va a hacer que el gas salga por la canilla, o que provoca sismos… esas son críticas de uso malintencionado, para ganar votos, o tal vez por desconocimiento.
—¿Quién controla que YPF esté haciendo las cosas correctamente?
—El organismo de control ambiental de cada provincia. Y por supuesto nosotros, que tenemos nuestros propios estándares. Hoy tenemos unos estándares medioambientales que son muy fuertes.
La era del pospetróleo
Los pronósticos acerca de Vaca Muerta resultan prometedores. Se habla del tercer yacimiento más grande del mundo en su tipo, no sólo por su extensión sino también por su grosor, que en algunos lugares alcanza los 400 metros. Eso sí: exprimir esa roca demandará inversiones gigantes. De ahí que Galuccio suela referirse a que “necesitamos más empresas que inviertan más, más Chevrones, compañías que vengan a hacer grandes inversiones con las reglas de juego argentinas, dispuestas a asociarse”. El esfuerzo que menciona Galuccio es importante: se están invirtiendo gigantescas sumas de dinero, innovación y todo tipo de recursos en perforar capas geológicas y romper la roca para obtener el petróleo escondido. En comparación con la época del crudo brotando de forma casi espontánea de los pozos, parece una prueba fehaciente de que la era del petróleo convencional, barato y abundante, está llegando a su fin.
—¿No estamos rascando el fondo de la olla?
—Bueno, la era del petróleo fácil está llegando a su fin, cada vez se descubren menos yacimientos gigantes, no ha habido ningún descubrimiento de magnitud en los últimos 20 años. ¿Dónde está hoy el otro petróleo, el que viene a reemplazar a ese petróleo fácil? Off shore deep water en Brasil, Angola, Golfo de México, en el Ártico y también en Rusia, aunque todavía muy verde. Y luego está el no convencional. Y eso a su vez se relaciona con el debate ambiental que ustedes mencionaban, pero con el debate ambiental real.
—¿Cuál es el debate medioambiental real?
—El del calentamiento global. Ésa es la discusión que hay que dar, y sobre la cual es muy difícil para compañías y gobiernos tomar una posición. Porque hoy emitir menos significa más costos, y para secuestrar CO2 hace falta preguntarse quién lo paga.
—¿Y cuál es su posición?
—El hidrocarburo fósil está dañando el medioambiente desde el punto de vista del calentamiento global, pero por otra parte está haciendo un montón de otras cosas por el medioambiente, por la vida y por la energía. En la balanza hay que poner todo. Hay energías alternativas que hoy no pueden suplantar el uso del hidrocarburo fósil, pero sin embargo hay que seguir desarrollándolas. La manera más pragmática de disminuir hoy el calentamiento global a través de una menor emisión de CO2 tiene dos vías: una, hacer que seamos más eficientes en el uso de la energía, como mundo, como sistema. De eso se habla muy poco.Y segundo, que reemplacemos el carbón por el gas. El gas es hoy la solución para emitir menos CO2.
—¿Hacer más eficiente el uso de la energía significa reducir la demanda?
—Es un tema central: cómo nos convertirnos en mucho más eficientes desde el punto de vista del consumo. Por qué derrochamos.
—¿A qué se refiere cuando dice que se habla poco de encarar el consumo? ¿A la industria automotriz? ¿Algún núcleo específico como para decir “el problema está acá”?
—No, lo digo de forma general. Veinte años atrás, cuando tomamos conciencia del calentamiento global, porque yo me acuerdo… antes no se tenía conciencia. Hoy somos todos más conscientes medioambientalmente de lo que éramos 20 años atrás, mis hijos son más conscientes que yo medioambientalmente, cuidar el medioambiente para ellos es cerrar la canilla. Nosotros no crecimos en ese ambiente. Cuando se descubrió el calentamiento global y se plantearon las energías alternativas de lo único que se hablaba era de las energías alternativas, no de crear conciencia. Eso te da una idea de que no había conciencia, de que no se ha hecho lo suficiente desde el punto de vista de cuidar la energía. Hoy la discusión es mucho más práctica, más real. Hoy se empieza a hablar de cómo consumir menos, de los autos híbridos.
—Una persona que trabajó toda su vida en la industria petrolera, ¿se imagina un mundo sin petróleo?
—Bueno, cuando yo entré a trabajar en petróleo quedaban 13 años de reservas mundiales.
—¿Y ahora cuánto queda?
—Y ahora, que hace 20 años que estoy en el negocio, quedan otros 15 años.
—Pero en algún momento se va a terminar.
—Se va a acabar. Pero en el mundo del petróleo, con las tecnologías actuales, el factor de recuperación de un pozo es en su punto máximo de un 50 o 60%, con lo cual siempre queda petróleo que no puede extraerse con el conocimiento y la tecnología actuales. Yo creo que tecnológicamente nos vamos a volver cada vez más eficientes, y por eso tendríamos petróleo para rato. Pero el tema del calentamiento global sigue siendo importante, hay que ver qué capacidad tenemos de encontrar alternativas que permitan tener energía que sea menos contaminante. Pienso que el gas es hoy la forma más pragmática de hacerlo.
—Pero el gas también se va a acabar.
—También. Pero no vamos a estar acá para verlo.
La vida del petrolero
—¿Es dura la vida del petrolero? Sabemos que los salarios son buenos, pero también que tienen que trabajar en condiciones difíciles…
—Yo no me quejo de esta vida, es la que elegí y he disfrutado. Es dura en un punto, pasás mucho tiempo fuera de tu casa, a veces hasta un 70 %, pero rica en lo social, en la experiencia, en los desafíos, que no son sólo económicos sino también tecnológicos y de seguridad. Yo he tenido la suerte de trabajar para una compañía de punta con la cual jugué en Primera A. En ese contexto no tenía planes de volver a la Argentina, pero tal vez porque no tenía un desafío. YPF es un reto que mezcla el sentimiento de lo profesional con volver a mi país. Es una empresa que quiero mucho, con lo cual haber vuelto tiene un sabor lindo. La parte más dura es que dejé a un hijo en Londres en sus últimos años de secundaria. Pero tiene 17 años, ya vuela solo. De hecho, a los 14 años lo mandé a trabajar al desierto de Omán. Por eso el dolor no fue de él, sino mío.
*Publicado en Le monde Diplomatique Nº 177 – marzo de 2014
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