La Patagonia no es un desierto, ya lo sabemos. Aunque de lejos parezca que sólo hay tierra, pastos y agua. Esto es Loma Campana, la “zona dulce” de Vaca Muerta. En estas tierras vive, entre otras, la comunidad mapuce Campo Maripe. Pero a YPF-Chevron-Halliburton no les importa. Como no les importó bombardear Irak hasta sus cimientos. Así que, primero, vienen las topadoras y arrasan con todo lo que hay de verde. Luego instalan las tremendas torres de perforación. Visto desde el borde de la barda, el “desierto” se vuelve, ahora sí, un desierto, al paso de los gigantes de hierro. “Las arañas” –como les dicen a las torres que caminan; sí, torres que caminan y perforan; perforan y caminan- se abren paso de prepo y ensucian hasta el horizonte. El mundo de Mad Max es un poroto al lado de esto. Después viene el fracking, esa inyección de agua, pastillas radiactivas (que se quedan atoradas allá al fondo), arenas, y otras lindezas. Y cuando digo agua, digo mucha agua, demasiada agua, tomada del río Neuquén (a pocos kilómetros está la ciudad de Añelo, donde la gente suele no tener agua potable; pero esto es apenas un detalle). Y después ponen unas válvulas, queman el gas al ras de suelo, y listo. Queda la tierra impregnada de kerosén, quedan los piletones repletos de petróleo; el olor a gas le usurpa el aire de la tarde al tomillo y a la zampa, y las zanjas para los ductos no dejan pasar a nadie. Y la policía provincial vigila celosamente las entradas al territorio ocupado (pero, claro, no sabe quién incendió las rukas de las familias mapuce). A diferencia del bárbaro método argentino de la guerra total contra “el indio”, los norteamericanos ensayaron, primero, el más refinado sistema de cazar hasta el último bisonte para hambrear y forzar el éxodo de los “pieles roja” que habitaban las grandes llanuras. Parece que el CEO de YPF y sus amigos han aprendido esta lección y la están cumpliendo al pie de la letra, envenenando la tierra de la gente de la tierra.
Cuando comenzaba la guerra imperialista contra Irak, muchos clamaban “No blood for oil!”. Pero ahora se callan porque la blood es de indios (para empezar) y el oil es de acá cerquita nomás
Fernando Lizarraga.-
(Fernando Lizarraga es egresado en Historia por la Universidad Nacional del Litoral, magíster en Filosofía Política por la Universidad de York -Gran Bretaña- y doctor en Ciencias Políticas por la UBA; investigador del Conicet y en el Cehepyc y profesor de Teoría Política en la carrera de Derecho de la UNCo)