Si se estableciera una analogía entre la crisis ecológica y alguna enfermedad terminal, aquella estaría por alcanzar un carácter irreversible. Datos científicos muy contundentes lo demuestran.
Miguel Fuentes*.- Uno de los más importantes de estos datos es el reciente rebasamiento de las 400 partículas por millón (ppm) en los niveles de dióxido de carbono (CO2) atmosférico, pudiendo incluso alcanzarse durante las próximas décadas cifras superiores a los 500 ppm.
Y para hacernos una idea de lo que significan estos números, basta con mencionar que jamás en la historia de la humanidad hemos vivido en un planeta con niveles de CO2 semejantes, constituyendo para algunos científicos la barrera de los 350 ppm el límite de sustentabilidad de la civilización moderna. Esto último según lo planteando por el ex director del Goddard Institute de la NASA, el científico James Hansen.
Lo anterior posee una importancia clave, precisamente, por los efectos que posee el dióxido de carbono en la atmosfera terrestre, constituyendo uno de los principales gases de efecto invernadero causantes del actual calentamiento global.
Aquello queda en evidencia si tomamos en cuenta las estimaciones de la ONU que predicen, basándose en los niveles actuales de CO2, un aumento posible de la temperatura global de hasta 5 grados centígrados para el 2100. Es decir, una cifra ampliamente superior a la barrera de los 2 grados centígrados: en otras palabras, el límite a partir del cual el calentamiento global experimentaría un importante salto, transformándose en un fenómeno de dimensiones verdaderamente catastróficas.
Todo esto tal como han venido reconociendo recientemente las principales agencias climáticas y potencias imperialistas alrededor del mundo, aquello sobre todo si consideramos las consecuencias que, de acuerdo a la ONU y algunos investigadores tales como Peter Cox del Hadley Center, podría tener un aumento de 3 o 4 grados centígrados de la temperatura global, implicando aquel la desaparición de una gran parte de los ecosistemas terrestres y marinos: por ejemplo el Amazonas.
De hecho, de acuerdo a Peter Wadhams de la Universidad de Cambridge, un aumento de 4 grados centígrados se asociaría, inevitablemente, al colapso de la civilización contemporánea, esto como producto del colapso de los sistemas agrícolas y la imposibilidad de la mantención de los sistemas urbanos y los niveles actuales de población mundial.
Si tomamos ahora el peor escenario de calentamiento global considerado por la ONU: es decir un aumento de aproximadamente 5 grados centígrados para el 2100, estaríamos hablando en este caso de la posible extinción de una gran parte de las especies naturales, esto incluyendo a la propia especie humana.
Y aquí no existe exageración alguna, aquello si comprendemos que un aumento de 5 o 6 grados centígrados en pocas décadas constituye un fenómeno de tal gravedad que, de hecho, ha sido pocas veces visto en la historia de la Tierra. Es más, algunos de los cambios ambientales más drásticos que ha experimentado la humanidad, entre otros el ocurrido al fin de la época glacial (Pleistoceno) cuando la temperatura mundial experimentó un incremento de aproximadamente 5 grados centígrados, se dio en un periodo de varios miles de años y no en décadas como podría ocurrir hoy.
Cabe destacar, además, que ejemplos de un aumento drástico de 5 o 6 grados centígrados de la temperatura global sólo pueden encontrarse en algunos de los eventos climáticos más destructivos del pasado geológico. Uno de aquellos es el llamado “Máximo Térmico del Paleoceno-Eoceno” (PETM), el cual habría dado paso a un violento fenómeno de extinción masiva que marcó la aparición de los linajes de mamíferos actuales.
Según algunos especialistas, dicho fenómeno (PETM) podría habría tenido lugar en un periodo no mayor a 15 o 20 años.
Ahora bien, los peligros asociados a un calentamiento global superior a 2 grados centígrados no son los únicos a los cuales podríamos tener que enfrentarnos en el futuro cercano. Un peligro todavía más grave es el que representa, tal como plantean los científicos Natalia Shakhova e Igor Semiletov, el riesgo inminente de liberaciones supermasivas de metano desde Siberia. Aquello como producto del derretimiento acelerado del permafrost (o turbas congeladas) de las estepas y lechos marinos árticos, lo que podría alentar la desestabilización y potencial liberación de las enormes reservas naturales de metano (un gas de efecto invernadero cien veces más poderoso que el dióxido de carbono en el corto plazo) existentes en dichas áreas.
En este caso, estaríamos hablando así de reservas de carbón cuyo impacto superaría ampliamente al de la totalidad de los gases de efecto invernadero producidos por el hombre desde el comienzo de la Revolución Industrial. Más aun, solamente el 1% de los depósitos siberianos estudiados en Siberia oriental (esto sin considerar el conjunto de las reservas de metano existentes en Siberia, Alaska u otros puntos del Ártico), serviría para doblar la cantidad de metano existente actualmente en la atmosfera.
La gravedad de esto último radica en que dichas liberaciones masivas implicarían, entre otras cosas, una aceleración exponencial del calentamiento global, rebasándose con ello la ya mencionada barrera de los 2 grados en fechas tan cercanas como la década de 2020.
En el peor de los casos, de producirse estas liberaciones (las cuales, de acuerdo a algunos estudios, ya podrían estar en su fase inicial), estaríamos hablando de un aumento de la temperatura mundial que podría llegar a los 10 grados centígrados (o más) hacia el 2100. Esto último si tenemos en cuenta, además, el efecto catalizador que tendría la disminución de los aerosoles en la atmosfera, aquello tal como plantea el ya citado climatólogo Peter Cox. Y en este punto ya no existe mucha discusión o conjetura posible.
Un calentamiento global que supere los 4 o 5 grados en pocas décadas y 1uego se dispare a 8, 9 o 10 grados centígrados durante este siglo, nos pondría ante un escenario de extinción fulminante casi total de la vida terrestre. Tal vez el único parangón posible con un escenario de este tipo seria el desarrollo de la extinción Pérmica-Triásica que acabó hace 250 millones de años con más del 95% de la vida sobre la Tierra.
Este es el escenario, apocalíptico, al cual nos ha conducido la barbarie capitalista. Luego de casi dos siglos de dominio, la burguesía nos ha puesto cara a cara con nuestra propia desaparición como especie.
Nunca antes como hoy toma así tanto sentido la premonitoria frase de Rosa Luxemburgo Socialismo o barbarie. Nunca antes como hoy se ha hecho tan necesario, con tanta urgencia, borrar al capitalismo de la faz de la Tierra. No tenemos otra opción. Y es que, o bien hacemos desaparecer al capitalismo y nos preparamos para enfrentar la catástrofe, o bien deberemos asumir la posible aniquilación del género humano.
Esta es la disyuntiva a la que nos enfrentaremos. La batalla final será, por lo tanto, de cara al abismo… o quizás cayendo por el mismo.
*Arqueólogo e historiador marxista. El autor es coordinador del Grupo de Seguimiento de la Crisis Climática Mundial (www.facebook.com/seguimientocrisisclimatica)