Peligro: hay cientos de pozos petroleros descuidados

Son 3.000 los que están inactivos en Neuquén y Río Negro y muchos de ellos deberían ser sellados por la amenaza para la seguridad y el medio ambiente. Varios están en zonas pobladas y no pocos permanecen ocultos. Las excusas para no clausurarlos como exigen las normas. Te mostramos perforaciones en condiciones deplorables.

Foto// Diario Río Negro
Por ÍTALO PISANI ipisani@rionegro.com.ar

La explosión estremeció a todos. Era un sábado de abril de 2001. Dentro del salón de usos múltiples de la Escuela 731 se hacía un curso de capacitación docente. Metros más allá, en el patio, chicos de 4º y 5º se divertían con un torneo de fútbol. Las escenas fueron desgarradoras: hubo 17 quemados y golpeados. Tiempo después, se supo que debajo de la cocina de la escuela había un viejo pozo gasífero que nunca había sido sellado.

Apenas un año después, en mayo de 2002, el olor a gas se había vuelto insoportable en las aulas y galerías de la Escuela 169. Esa vez reaccionaron antes del estallido. Los 400 alumnos de tres ciclos de la EGB y los chiquitos del jardín, que también funcionaba allí, fueron llevados a otro edificio. Supieron luego que el establecimiento estaba construido encima de dos pozos que habían dejado de producir petróleo 20 años antes.

¿Está exenta nuestra región de reproducir los dramáticos hechos que conmovieron a Comodoro Rivadavia, a partir de los cuales se reveló la existencia de pozos sin sellar también debajo de una estación de servicios, del edificio de la Universidad Nacional de la Patagonia, del estadio municipal, de la alcaidía policial… de plazas y casas?

No. No está exenta.

En nuestra zona hay casi 3.000 pozos inactivos que representan un riesgo potencial para el medio ambiente. Y también para la seguridad de algunos pobladores. Son 2.270 en Neuquén (1.392 fuera del ejido urbano y 878 dentro de zonas pobladas). En Río Negro son 669. Las cifras las obtuvo “Río Negro” tras requerírselas a los gobiernos respectivos.

Se trata de perforaciones convencionales desatendidas o desmanteladas, sea porque dejaron de producir o porque no se les halló rendimiento. Algunas duermen el sueño de los justos desde hace décadas. Muchas están bajo tierra sin que se sepa exactamente dónde. Otras exhiben válvulas oxidadas y corroídas. Están las que directamente no las tienen. ¿Y los caños interiores? Quién sabe en qué estado están.

Foto// Diario Río Negro

Cada pozo inactivo es una bomba de tiempo. Si no está responsablemente sellado, se convierte en una amenaza para el aire, el suelo y el agua, y para la vida misma del ser humano:

• Puede liberar niveles altos de metano que contaminan el medio ambiente.

• En un caso extremo, y en un radio urbano, esas emanaciones de gases pueden provocar una catástrofe como la que embrionariamente se experimentó en Chubut.

• Los residuos hidrocarburíferos pueden filtrarse por las fisuras (mala integridad) de un caño agotado y así contaminar nuestros acuíferos.

• La corrosión también puede provocar surgencias de gas, de hidrocarburos livianos o aguas salobres en superficie, que deterioran el suelo y pueden entrar en contacto con el hombre común o llegar a cauces de agua cercanos.

• El desgaste y roturas de válvulas quitan garantías frente a la presión del gas.

Cuando se adquirió conciencia de todos estos peligros, el Estado Nacional y la Provincia del Neuquén decidieron imponer normas. Éstas obligan a las empresas productoras de hidrocarburos a “abandonar” pozos, es decir, sellarlos con buen cemento y tapón, bajo rigurosas condiciones técnicas. También les exige que informen los 31 de enero de cada año cuántos son los pozos que van a abandonar y cuánto tiempo piensan mantener inactivas perforaciones que imaginan con chances de ser revividas.

¿Informan? Sí, con alguna laxitud. ¿”Abandonan”? Hay bastante reticencia.

La cuestión no es sólo sellar pozos inactivos. Hay que hacerlo como es debido. Y dejarlos sellados bajo inapelables garantías de seguridad (ver aparte) tiene un costo importante que no todas las empresas están dispuestas a asumir: entre 80.000 y 500.000 dólares por unidad, dependiendo de la complejidad de la operación y de los inconvenientes que encuentren en las profundidades. Incluso puede llegar a un millón de dólares si hablamos de un pozo descontrolado por un derrame de gas, por ejemplo.

Sea como fuere, no sólo la ley sino el sentido común indica que es preferible hacer el procedimiento de abandono lo antes posible para evitar situaciones extremas que, de milagro, aún no hemos vivido.

El verdadero peligro

Hay que prestar mucha atención a la cifra de los pozos inactivos, sobre todo aquellos que están dentro del ejido urbano, porque éstos representan el verdadero peligro.

Los 3.000 que mencionábamos son sólo los declarados. Hay que tener en cuenta que existen, además, pozos desactivados hace muchos años cuya calidad interior es desconocida. Es más, ni siquiera se sabe dónde están, pues la tierra o la maleza los invisibilizaron (en Estados Unidos los llaman “pozos huérfanos”). Tengamos en cuenta que la actividad petrolera en la región supera el siglo, de modo que a lo largo de tantas décadas de indulto en las responsabilidades, hubo siembra a granel de perforaciones, en especial en el Octógono Fiscal de Plaza Huincul. No hace mucho se detectaron pozos de la década del 30 que permanecían mal sellados en el paraje rionegrino de Ñirihuau Arriba.

Fuente// Diario Río Negro

De modo que pozos que datan a partir de 1925 suelen tener tapones insuficientes, si los tienen.

Puede ocurrir que algunos de esos pozos invisibles están dentro de un yacimiento que una operadora adquirió sin conocer siquiera que existían. O la empresa pudo recibir de legado excavaciones demasiado antiguas cuya documentación se extravió. Es un pasivo ambiental sobre el cual tal operadora, de todos modos, no puede hacerse la distraída.

“Río Negro” realizó junto a un experto de la industria petrolera una recorrida por lugares de la región donde se documentó la existencia de pozos a merced de la providencia. Son perforaciones inactivas sin el obligado procedimiento de abandono. Las que más preocupan son aquellas que están cercanas a barrios poblados y ríos.

El paisaje es temerario: caños “pelados” (sin tapón ni un mínimo perímetro de seguridad), cuplas corroídas, válvulas oxidadas, y pozos obstruidos por piedras, basura y tierra que han acumulado presión y cuyo gas es necesario liberar.

Ahora bien, eso es lo que se ve arriba, en la superficie. ¿Y en las profundidades?

Bajo tierra, puede haber sorpresas más comprometidas. Hablamos concretamente de una seria amenaza para los acuíferos.

La llamarada en la canilla

En “Gasland”, un documental estadounidense producido por Josh Fox, hay una imagen fuerte: una mujer de Colorado enciende un fósforo cuando salía el agua de la canilla de su casa y el gas natural disuelto genera una llamarada. El Departamento de Recursos Naturales de ese Estado llegó a la conclusión de que el gas natural en su suministro de agua derivaba de recursos naturales: el pozo de agua penetró varias capas de carbón, que liberó el metano.

La película apunta a cuestionar seriamente el proceso de fracking. Pero parece más probable que los riesgos de filtración se den con pozos convencionales antiguos o mal sellados que con las perforaciones para extracción de hidrocarburo no convencional, sometidas hoy a controles más exhaustivos.

No debería tomarse en solfa la posibilidad de que en la región ocurra una situación similar a la del documental.

No sólo hay pozos antiguos, algunos detectados otros no, algunos “abandonados” otros sin sellar, y no pocos mal cementados, que seguramente tienen problemas de “integridad”, es decir con el caño corroído en uno o más niveles de profundidad.

También están los pozos inyectores y los sumideros que podrían presentar riesgos.

¿Qué son estos pozos? Los inyectores son aquellos en los que se introduce agua –con alta salinidad mezclada con agua más dulce– para buscar recuperar presión en el reservorio y barrer el porcentaje de petróleo a extraer que queda en el yacimiento (una recuperación secundaria). Los sumideros son como basureros subterráneos, donde va todo el desecho de producción: agua más contaminada, rezagos del yacimiento o fluidos de descarte no tratados, potencialmente más peligrosos por su alta composición de metales pesados porque son más contaminantes y, por ende, corrosivos.
Es decir, hablamos de lo mismo: la corrosión (mucho más acelerada que en el proceso de producción) y la probable filtración de fluidos a las partes medias del pozo donde se sitúa el acuífero patagónico. Y ese acuífero –que está de 50 a 600 metros de profundidad– tiene niveles de salinidad muy variable que van desde el agua apta para el consumo humano hasta la llamada agua “utilizable” y que tiene hasta 3.000 partes por millón de sal, y sin contaminantes naturales o inducidos (utilizada para el consumo de animales o para el riego de cierta variedad de plantas).

Las sorpresas de las profundidades

Describamos entonces ese interior tan misterioso.

El ingreso vertical a las profundidades es entubado hasta el objetivo final con un caño guía (que se exige cada vez más largo para que supere el nivel de los acuíferos) y uno o más caños interiores.

Este sistema de conducto es llamado “casing” en la industria petrolera. Tales caños son cementados para que se adhieran a las paredes de los pozos.

Con el tiempo, los ácidos inyectados, los gases corrosivos presentes o generados, las bacterias o el agua con alto contenido de sal carcomen el caño “metálico”, proceso que se ve favorecido por las altas temperatura del fondo y la eventual presencia de oxígeno.

El caño carcomido favorece la liberación de hidrocarburo o gas. En este último caso puede ocurrir que el metano migre libremente a pozos de hogares cercanos y, así, al agua que se consume.

Foto// Diario Río Negro

Y no necesariamente la contaminación subterránea es generada dentro del radio de acción de la operadora que la padece. La filtración puede provenir de cotas más elevadas (por caso, más cercanas a la precordillera). Por eso deben hacerse testeos para descartarla, lo que se dice aguas arriba.

En definitiva, la inmensa cantidad de pozos perforados y ductos que existen en la región atraviesan todas las capas acuíferas, en un declive descendente oeste-este, de modo que es necesario poner la lupa en la “integridad” de cada caño y la calidad del cemento que lo circunda para estar completamente seguros de que no habrá contaminación subterránea.

La cuestión del cementado es tan importante como el caño mismo. Si no existe cemento recubriendo el caño (como un tornillo sin su tarugo) o el cemento se fisura por la alta presión de las operaciones, el gas encuentra forma de filtrarse y el daño está hecho.

La cantidad de pozos inactivos en Neuquén y Río Negro, por un lado, y la decreciente voluntad por parte de las empresas de “abandonarlos” como marca la ley por razones presupuestarias (ver el gráfico de la página siguiente), enciende serias señales de alarma.

Es que no olvidemos que existen decenas de pozos en la zona de Catriel y Cutral Co-Plaza Huincul, o Fernández Oro, así como en nuevos barrios de zonas de chacras de Plottier –por señalar áreas pobladas– que usan el agua de la capa acuífera desde hace años para consumo.

De modo que es imperioso proteger la zona intermedia del pozo. Una contaminación de la capa acuífera es prácticamente irreversible.

López y Esquivel, funcionarios neuquinos: “Hay reticencia a clausurar pozos”

¿Controla el gobierno neuquino el abandono de pozos inactivos? ¿Cómo lo hacen? ¿Sancionan? Responden dos funcionarios.

José Gabriel López, subsecretario de Energía, Minería e Hidrocarburos, y Ricardo Esquivel, secretario de Ambiente admiten reticencia de operadoras a “abandonar” perforaciones. Y aseguran que es un año difícil para afrontar los costos que demanda una operación de ese tipo.

–¿Cumplen las empresas petroleras la obligatoriedad de declarar pozos inactivos y a abandonar?

López.–Es como decir: ¿cuándo mando a desguace mi auto? Lo compré 0 km, viajé, lo tengo más o menos mantenido, ya no tiene la tecnología de los actuales 0 km, ¿qué hago con este auto? ¿Lo desguazo, lo doy de baja?

Algunas empresas cumplieron con la declaración y otras están demoradas… Hay bastante demora. Tenemos que investigar en particular.

Pero –y esto no es hablar en favor de las operadoras– realmente este es un año irregular desde el punto de vista de las cuestiones operativas. No porque las empresas aprovechen las circunstancias y tengan voluntad de no cumplir, sino que el dilema es qué van hacer. La planificación hoy es muy difícil para las empresas porque tienen que lidiar con sus presupuestos aprobados por sus casas matrices en el marco de una situación global de restricción financiera. Eso no lo podemos discutir.

Entonces hay una situación de incertidumbre financiera para las empresas. Cuanto más grande son y con nivel internacional, peor es, y eso se traslada a su presupuesto local. No podemos hablar de proyectos de desarrollo no convencional de petróleo en 30 dólares. Entonces la coyuntura realmente condiciona, y condiciona también el abandono de pozos, porque esto es costo. No hay rentabilidad.

–¿Controlan ustedes la veracidad de las magnitudes y compromisos sobre pozos que declaran las operadoras?

Esquivel.–Totalmente. Es precisamente lo que se hace desde Hidrocarburos. Una vez que el pozo está destinado a ser abandonado, se le informa a la secretaría de Ambiente y, a partir de ese momento, se hacen las presentaciones de los antecedentes del pozo y tareas de relevamiento de las condiciones de la cañería, de su hermeticidad; en fin, de la integridad de la instalación. Pero particularmente en la zona donde están los acuíferos, para ver cómo está el cemento y cómo está la cañería guía.

Luego se verifica toda la parte metálica y cemento del pozo y a partir de ahí se decide dónde se va a aislar. Entonces allí se ponen tapones ciegos y cemento en la zona de punzados. Un tapón que a su vez tiene diez metros de cemento…

–¿Qué conclusiones sacan de la cantidad de pozos que se declaran?
López.–Fíjese la razonabilidad de las cosas: tenemos 12.900 pozos aproximadamente y tenemos abandonados, de acuerdo a la normativa y controlados por la autoridad de aplicación de ese momento, 2.200. Es decir que tenemos poca cantidad de pozos abandonados. Pero si en 2.000 pozos abandonados no hemos tenido problemas… y Dios quiera que no los haya… porque uno puede tener una tecnología de punta, un proceso extraordinario, pero si no se hacen bien las cosas, algo va a fallar.
–¿Y qué hacen ustedes al respecto para que nada falle?
Esquivel.–Nosotros estamos abocados a tratar que las cosas se hagan de la mejor manera posible.
–¿Por qué se mantienen tantos pozos inactivos? ¿Urgen ustedes a que los sellen por el peligro que pueden representar?
–Si nosotros antes del 2010 hubiéramos salido a decirles a las empresas: cierren –o abandonen definitivamente– algún pozo que hoy, para el no convencional, lo usaron como pozo testigo para hacer la microsísmica, por ejemplo, habríamos abortado la posibilidad de ahorrarle costos a la industria porque ese pozo le servía en el futuro.
Por eso le hablaba de la decisión de “qué hago con mi autito viejo”. Porque los pozos viejos no necesariamente no sirven más, pueden llegar a servir en el futuro para inyección… En definitiva: hay posibilidades de dar vida a los pozos viejos. Entonces las empresas son reticentes a abandonarlo.
–¿Qué evaluación hacen de los pozos en los ejidos urbanos, cercanos a los cauces de agua, a las poblaciones?
Esquivel.–Que un pozo esté cercano 100 metros de un río, no habla precisamente de riesgo del pozo. Es riesgoso si no cumple con las condiciones técnicas de seguridad por derrames y demás.
–¿Están establecidas sanciones, en caso de que detecten mala integridad de pozos, inconsistencias en la declaración de empresas, etcétera?
Esquivel.–Cuando son pérdidas operativas se les solicita que en forma urgente reparen para que no ocasionen un daño. Es posible que un “packer” pueda perder hermeticidad por deterioro de la goma, o por estar mal clavado, pero puede ocurrir. Lo que se hace es pedir que intervengan el pozo y que hagan la corrección necesaria.
–¿Tienen suficiente gente para controlar?
–Tenemos gente ambas dependencias (Ambiente e Hidrocarburos), que hacen inspecciones en forma individual o conjunta.
–¿No se han definido sanciones porque no hubo problemas?
Esquivel.–No. En este tipo de caso, no. Ahora, si vamos al lugar y está el pozo inactivo con un deterioro, que ha perdido entre columnas o la boca del pozo, por supuesto que en ese caso sí porque es como una negligencia u omisión a corregir adecuadamente. Pensemos que la delegación de facultades comienza en 2006, 2007, con presencia efectiva de la provincia. Antes las empresas no eran permeables a permitir la presencia de la provincia.
–¿La demora a sellar pozos inactivos con el argumento de que pueden ser útiles, no suena a excusa para la pasividad?
López.–Pero bueno, el tiempo es el que dirá. En el momento cero y ante un evento de la magnitud y de la innovación que tiene un proceso no convencional, hay que sentarse a ver hasta dónde la razonabilidad y la técnica se conjugan. Si estoy diciendo hoy que tengo que bajar los costos, no puedo haber dicho que me cierres todos los pozos por las dudas; no. Técnicamente justificame qué es lo que vas a hacer y después el tiempo me va a decir si eso está bien o mal, y entonces te voy a decir: “pasó el tiempo, por lo menos cerralo temporariamente”.

–En cuanto a la integridad de los pozos, ¿cómo lo comprueban? ¿Confían en la palabra de la operadora?

Esquivel.–No, no. Porque hay perfiles que están dirigidos a la integridad de la parte metálica y otros para el cemento. En función de esos perfiles, se establece el abandono del pozo; si no, hay que hacer reparaciones.

Cada vez que hacen un abandono de pozo, las empresas tienen que presentar toda la documentación relacionada con esta materia y una vez que está verificado con el área técnica de Energía, entonces en ese momento se autoriza todo lo que es la ingeniería del abandono del pozo. Esos perfiles son electrónicos, en los que uno puede ver por contraste la calidad del material. En función de eso, se deciden los alturas, qué se cementa, qué no, donde van los tapones. La radiografía es lo que te dice cómo está el pulmón.

Notas tomadas del Diario Río Negro