En tres años, esta técnica ha sido utilizada en cerca de 180 pozos por parte de la petrolera estatal, a pesar de estar prohibida en varios países por sus riesgos de contaminación a los suelos, agua y aire, así como posibles impactos a la salud y la inducción de terremotos. ¿Cuáles serán los impactos a futuro de esta riesgosa apuesta para la población magallánica?
Por Felipe Gutiérrez Ríos
Para Enap ha sido una revolución silenciosa. Un fuerte aumento presupuestario ha hecho que la petrolera estatal ponga todas sus fichas en el desarrollo de pozos de gas en formaciones de arenas compactas, los que requieren de la técnica del fracking para su extracción. La posibilidad de encontrar nuevas reservas para abastecer a la población magallánica, principalmente en Tierra del Fuego, han provocado que la evidencia científica internacional sea desechada en favor de desarrollar estos pozos. La palabra “fracking” tampoco ha sido mencionada en sus comunicados y discursos públicos, mejor no hablar de ciertas cosas.
Los conocidos riesgos que conlleva han motivado la reacción de numerosas comunidades locales en todo el mundo, que se oponen a su aplicación. Dentro de estos grupos se encuentra la Alianza Latinoamericana Frente al Fracking, que agrupa a organizaciones de todo el continente y que recientemente publicó el informe “Última Frontera”, donde analizan el avance de esta técnica y sus impactos en seis países del continente, dentro de ellos el caso chileno, que revisamos en esta nota.
El plan de Enap
En junio de 2013 Enap confirmó que había realizado fracking con éxito al interior del bloque Arenal, operado por la empresa estatal en la Isla Grande de Tierra del Fuego. Los altos volúmenes de extracción que pudieron obtener hicieron que a partir de entonces los gobiernos de Piñera y Bachelet impulsaran una fuerte política exploratoria sobre no convencionales, en particular en formaciones de arenas compactas.
A finales de 2014 la petrolera presentó su Plan Estratégico 2014-2025, el que busca un aumento presupuestario, de US$ 286 millones anuales (en promedio) a US$ 800 millones por año, durante el lustro 2015-2020. Se propone aumentar en un 100% la extracción para 2020 y promete abastecer la totalidad de la región de Magallanes durante 20 años. La apuesta de Enap por el fracking es casi total: de los 44 pozos perforados en 2015, 39 fueron en arenas compactas (o tight sands) y solo 5 para hidrocarburos convencionales. Esta apuesta también ha sido seguida por las petroleras privadas que operan en el país.
Para hacer fracking todas las operadoras deben ingresar el proyecto en el Servicio de Evaluación Ambiental (SEA). Este es un proceso administrativo abreviado, en el cual las empresas simplemente declaran el impacto que tendrá el empleo de la técnica. A través de estas declaraciones evitan realizar Estudios de Impacto Ambiental, debido a que, según las compañías, la fractura no supondría riesgos a la salud de la población o efectos adversos a la calidad del suelo agua y aire.
De este modo han sido aprobados por el SEA 179 fracturas en pozos de arenas compactas, ninguna de los cuales ha presentado un Estudio de Impacto Ambiental, según consta en el Sistema. Por otra parte, el fracking no tiene una regulación específica en la legislación chilena, por lo que se ha regido por otras normativas, como las de la Dirección General de Aguas y el Ministerio de Energía. Según fuentes de Enap, existe la iniciativa para reglamentarlo en un trabajo conjunto con el Ministerio de Energía.
El principal bloque de gas de arenas compactas es Arenal, ubicado en la parte norte de la Isla de Tierra del Fuego. A partir de enero de 2015, Enap comenzó a realizar plataformas que permiten alcanzar distintas partes de la formación desde una misma plataforma central, los que son conocidos como multipozos. Actualmente, la petrolera cuenta con la aprobación ambiental de 155 pozos en el bloque, y también ha fracturado pozos verticales en los bloques Intracampos (12) y Dorado Riquelme (4).
Por su parte, la empresa Petromagallanes, filial de la neozelandesa GreymouthPetroleum, está habilitada para fracturar 4 pozos en el bloque Caupolicán, también en Tierra del Fuego. En 2015 la compañía presentó un proyecto de fracturación de un pozo direccional bajo el Estrecho de Magallanes, desde el continente, sin embargo desistió de hacerlo cinco días después de su ingreso al SEA.
El fracking y sus impactos
La fracturación hidráulica es una técnica experimental de extracción de hidrocarburos, desarrollada en Estados Unidos durante las últimas décadas, a partir de la cual se combinaron o profundizaron otras ya conocidas. A través de su aplicación es posible obtener gas y petróleo de formaciones que antes eran inaccesibles, denominadas no convencionales. Es el caso de las arenas compactas, en las que trabaja Enap: debido a su poca porosidad y permeabilidad, se realiza una inyección de altas cantidades de agua, compuestos químicos y arenas, que producen grietas que permiten que los hidrocarburos fluyan.
Su utilización masiva ha provocado diversos daños graves e irreversibles en la salud de las personas, el ambiente y el clima. A finales del año pasado fue publicado un compendio de más de 900 artículos académicos y científicos que demuestran el impacto que el fracking genera a la salud de las personas, y que fue la base para que el Estado de Nueva York decretara su prohibición. La técnica también ha sido prohibida en Francia y Bulgaria y tiene moratorias en Escocia y Holanda.
Según consta en el informe “Última Frontera”, en América Latina, si bien existen proyectos de prohibición al fracking en varios países y regiones, solo han prosperado los frenos puestos a nivel municipal, en más de un centenar de ciudades de Argentina, México, Uruguay y Brasil. Los mayores impactos pueden verse en Argentina, donde más se ha desarrollado el fracking en el mundo por fuera de Norteamérica.
En ese país, la explotación de yacimientos no convencionales avanza sobre comunidades mapuches, campesinas, zonas urbanas e incluso áreas naturales protegidas. Esto ha ocasionado el desplazamiento de personas y de actividades productivas, como la ganadería y agricultura, cuya convivencia con esta técnica es imposible. En paralelo, se multiplican las denuncias y daños ocasionados por incendios, derrames, explosiones, y contaminación de agua, aire y tierra por desechos tóxicos, pérdidas de elementos radioactivos en los pozos y mal manejo de los residuos.
Los impactos que el desarrollo del fracking puede causar en Tierra del Fuego aún no son comprobables. La inexistencia de Estudios de Impacto Ambiental permite que las petroleras omitan información de alto interés para poder analizar los riesgos que tendría su aplicación. La masividad con la que se está utilizando, en particular en el Bloque Arenal, hace que se multipliquen los riesgos de contaminación de fuentes de agua, al mismo tiempo que la masiva reinyección de líquidos de formación, podría aumentar la actividad sísmica, como ocurrió en Estados Unidos.
Más allá de estas consideraciones, el informe “Última Frontera” pone el acento en cómo este tipo de técnicas tienen como objetivo extender la vida de los combustibles fósiles. De este modo, la apuesta por el fracking obstaculiza el desarrollo y la inversión en otro tipo de energías, como las renovables. Es una apuesta de alto riesgo por las últimas gotas de hidrocarburos de Magallanes.