Los dólares de Vaca Muerta
Por Marco Kofman, economista de EJES* / para Fractura Expuesta, la revista del Observatorio Petrolero Sur .- La fragilidad externa de la economía argentina se profundizó en los últimos años. No solo hacen falta dólares para importar insumos industriales y algunos bienes finales para el funcionamiento de nuestra economía, sino que la demanda de divisas por parte de empresas privadas para atender los pagos asociados a su propio endeudamiento es cada vez mayor. Al mismo tiempo, el cambio regresivo en la distribución del ingreso sumó presión al problema: las empresas aumentaron sus excedentes y tratan de dolarizarlos.
En este escenario, la opción de la “salida exportadora” a la crisis pierde sustento. No hay compatibilidad entre el actual esquema distributivo y el equilibrio de las cuentas externas. La apertura comercial de nuestro sector energético, posibilitada por el desarrollo de Vaca Muerta, puede derivar en la internacionalización y la dolarización de los precios locales sin saldar el problema externo de la Argentina.
El sector energético como problema nacional
El déficit externo de la energía acumulado desde 2011 es superior al volumen del préstamo del FMI: en poco más de una década, el sistema energético le costó 50 284 millones de dólares a la economía nacional.
Hasta 2018, el saldo de divisas negativo se explicaba en el aspecto comercial. En ese período, las importaciones de gas, GNL y otros combustibles crecían, mientras que las inversiones en Vaca Muerta alcanzaban a frenar el declino de la curva de extracción de gas, aunque no lograron revertirlo. En los últimos años, este panorama cambió parcialmente y el déficit comercial devino financiero.
Por otra parte, las empresas del sector comenzaron a exportar crudo extraído del yacimiento para compensar una porción de la brecha comercial negativa del gas. De modo que, en los últimos cuatro años, el déficit comercial se redujo a un tercio de la cifra del período anterior. Pero se profundizó, en cambio, el problema financiero: las empresas endeudadas masivamente durante la etapa anterior ahora requieren dólares para pagar el capital y los intereses de los créditos contraídos.
Por un lado, según el Informe sobre deuda externa privada al 31 de marzo de 2023 del Banco Central, más de la mitad de este endeudamiento es con empresas vinculadas. Por otro lado, una gran parte de este endeudamiento se produjo de forma simultánea a un fuerte proceso de formación de activos externos por parte de las mismas empresas. Entre 2016 y 2019 las empresas se endeudaron en dólares por 15 300 millones mientras dolarizaban sus excedentes por un monto similar, 15 100 millones de dólares. Es decir, las empresas tomaron deuda en dólares a pesar de que ya disponían del dinero en esa moneda.
En el informe de la CEPAL La inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe (2023), se destaca la particularidad de la forma que asume la inversión extranjera directa en nuestro país. Mientras que, en la región de América Latina y el Caribe, los préstamos intrafirma en 2022 representaron el 21 % de la inversión externa, en nuestro país tal participación trepó al 57 %. Por el contrario, los aportes de capital, es decir, las inversiones realizadas con capital propio, representaron el 36 % de la inversión extranjera en la región y solo el 5 % en el caso argentino.
Para la CEPAL, una de las principales razones que lleva a las empresas a financiar sus operaciones por medio de estos préstamos tiene que ver con la variable fiscal. Mediante una estrategia que en la literatura económica se conoce como “planificación fiscal nociva”, las compañías pueden minimizar los impuestos sobre beneficios incrementando las transacciones comerciales y financieras con empresas vinculadas radicadas en el exterior. En el caso argentino, habría, en verdad, otra razón preponderante, que tiene que ver con la posibilidad de acceder al mercado de cambios para el pago de intereses y la devolución de préstamos en un contexto de restricciones cambiarias. En otras palabras, este mecanismo les permite a las empresas pagar menos impuestos (porque el costo financiero reduce la ganancia declarada) y remitir utilidades bajo la forma de intereses, incluso cuando las utilidades existen o son reducidas.
Con esta raíz y esta particularidad, el problema financiero pasó a primer plano. Entre enero de 2020 y mayo de 2023, el rojo cambiario del sector energético fue de 17 600 millones de dólares, de los cuales 11 200 millones (el 64 %) se explican por este aspecto. El problema comercial se redujo y, en consecuencia, representó el 36 % del déficit cambiario sectorial en lo que va del mandato del Frente de Todos.
El gasoducto y la posible reversión del balance cambiario energético
La puesta en funcionamiento del Gasoducto “Presidente Néstor Kirchner” provocará, en el corto plazo, una disminución de las importaciones de gas y de combustibles líquidos para la generación de electricidad, lo que mejorará las cuentas externas del sector. Más adelante, es posible que permita aprovechar los saldos exportables generados en los meses de verano y obtener así un ingreso importante de divisas.
Mientras tanto, es esperable que las exportaciones de crudo, que se adhieren a la lógica corporativa, continúen siendo relevantes en tanto siga siendo positiva la renta generada en la diferencia del precio internacional de este recurso con el costo interno de extracción, lo que incluye impuestos y transporte. En los primeros cinco meses de 2023, se mantuvo un ritmo de exportaciones de crudo equivalente a 108 000 barriles diarios. Se trata de cantidades similares a las de 2022, aunque con precios más bajos, lo que indica una reducción en el monto de divisas ingresadas.
Un riesgo asociado a la apertura comercial de nuestros mercados energéticos es la dolarización e internacionalización de sus precios primarios. Aquí, aparece el aspecto distributivo que, como veremos, pasó a ocupar un lugar central en el drama de la economía argentina. Las tensiones, en este caso, pasan por quién o quiénes capturan el diferencial entre el precio internacional de la energía y su costo de producción interno, que se espera que descienda a medida que la infraestructura permita escalar la actividad (1).
El problema económico más allá de la energía
El Gobierno de Mauricio Macri modificó la economía nacional en dos aspectos principales. Durante su mandato, se registró un endeudamiento externo de una dimensión sin precedentes, tanto del sector público como del sector privado. Este endeudamiento fue simultáneo a un proceso de fuga de divisas equivalente a cuatro veces el efecto externo de la sequía que afectó las cosechas de la temporada 2022-23, lo que derivó en una nueva intromisión del Fondo Monetario Internacional en la gestión de la economía local. En simultáneo, el conjunto de sus políticas económicas (devaluación, aumento de tarifas, ajuste fiscal y contención de salarios y jubilaciones), provocó una transferencia de ingresos desde las personas trabajadoras activas y pasivas hacia el capital, lo que amplió el volumen de los excedentes económicos apropiados por diferentes actores concentrados de la economía.
Estos fenómenos, sumados al discurso antipolítico que impusieron los medios de comunicación masivos y a la consecuente fragmentación y volatilidad del voto popular, configuraron un Estado más débil.
Si desde 2011 la economía argentina se enfrentaba al clásico problema de la restricción externa —que históricamente le ha puesto un freno a su crecimiento por la escasez de divisas necesarias para sostener la actividad interna que requiere de la importación de insumos industriales y de determinados bienes finales de consumo y de capital—, con los cambios indicados el problema se profundizó y se reestructuró.
Los dólares no solo tienen que alcanzar ahora para las importaciones, sino también para atender el pago creciente de intereses por el endeudamiento externo y los vencimientos de capital de esa deuda, y, por si fuera poco, para soportar la presión para dolarizar los acrecentados excedentes presentes y acumulados por los sectores ganadores del período 2016-2019.
De este modo, el problema externo pasó a estar íntimamente ligado a la cuestión distributiva. El nivel de excedentes apropiados por el capital es inconsistente con el equilibrio de las cuentas externas.
Desde que comenzó el Gobierno del Frente de Todos, ingresaron 34 000 millones de dólares por el saldo positivo de la balanza comercial de bienes (exportaciones menos importaciones), pero la economía demandó 58 000 millones para atender las obligaciones financieras públicas y privadas, así como la exteriorización de excedentes privados.
Las herramientas de política económica para alterar la distribución del ingreso heredada del macrismo o bien no tuvieron el efecto previsto, o bien no se han intentado ni podido utilizar. La configuración de la estructura de poder, la fragilidad de la moneda nacional y la dependencia del FMI condicionaron la gestión del Frente de Todos, y expusieron las diferencias por sobre los acuerdos.
La llamada “salida exportadora” como solución a los problemas económicos de la Argentina, en este escenario, puede salir mal. En el caso energético, ocurrirá una disputa concreta por la apropiación de la renta generada en el sector. Si se produce el fenómeno de internacionalización de los precios energéticos locales, esa renta pasaría a ser parte de los excedentes privados que presionan sobre los mercados cambiarios para dolarizarse.
Pero más allá de lo que ocurre específicamente en el sector, de no mediar un cambio distributivo perdurable en la economía que reduzca el nivel de los excedentes privados, entre cuyas condiciones primarias se cuenta el fortalecimiento de las capacidades políticas y económicas del Estado, el problema de la restricción externa seguirá presente aun con exportaciones crecientes. En un escenario así, la “salida exportadora” servirá principalmente para alimentar la fuga y no generará mejoras significativas en el empleo, en el progreso tecnológico, en la industria ni, por lo tanto, en la vida de las personas que habitan nuestro país.
*Enlace para la Justicia Energética y Socioambiental
1 .- En los últimos años, el Banco Central de la República Argentina fijó un conjunto de restricciones para los pagos de intereses y capital por deuda con empresas vinculadas. Con la comunicación A 7106 de septiembre de 2020 se inició este camino de normas que modificaron el reglamento de “Exterior y Cambios” que regula el acceso al mercado de cambios de los agentes económicos. No obstante, las empresas que participan del Plan Gas, o aquellas que demuestren un incremento de las exportaciones, quedan, en gran medida, exentas de las restricciones más determinantes.