Hidrógeno Verde: qué pasa en Chile, Uruguay y Argentina

Por OPSur.- ¿El hidrógeno va a descarbonizar nuestras matrices energéticas o va a profundizar las asimetrías Norte-Sur? ¿Es posible pensarlo más allá de la perspectiva de transición energética corporativa? ¿Qué está pasando en Argentina, Uruguay y Chile? Son algunas de las preguntas que nos hicimos en la charla virtual Hidrógeno Verde: Promesas, riesgos y ¿posibilidades?, organizada por el OPSur y el Grupo de Reflexión y Autoformación sobre Transiciones Ecosociales (GRATE). Pablo Bertinat de Taller Ecologista, Energía y Equidad y COOPESA; Gabriela Garrido del Panel Ciudadano sobre Hidrógeno en Magallanes; y Jhony Saldivia, secretario general de AUTE, compartieron sus reflexiones sobre un tema que se instaló en la agenda regional sin pedir permiso. Rescatamos algunos pasajes de esas intervenciones, que esperamos funcionen como invitación a ver el registro completo de la actividad.

“Un fuerte aroma a burbuja”

Pablo Bertinat fue el encargado de abrir el panel, y explicó qué es el hidrógeno, sus características y su disponibilidad en el planeta; también se refirió a los diferentes ‘colores’ que se le asignan para identificarlo según su origen (gris, azul, verde). Subrayó que en la actualidad se producen en el mundo cerca de 100 millones de toneladas al año. La mayor parte de ese hidrógeno se obtiene de hidrocarburos, sin captura de carbono, es decir, hidrógeno gris, que se utiliza en procesos industriales. 

A pesar de que desde hace mucho tiempo se habla del uso energético del hidrógeno, prácticamente no es utilizado con ese fin, destacó Bertinat, y advirtió que la producción a la escala que proyectan agencias de energía como la International Renewable Energy Agency (IRENA) y la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE) demandaría un exorbitante crecimiento de la generación. También resaltó que casi no existe infraestructura de acumulación y transporte de hidrógeno. 

En relación la utilización del hidrógeno como insumo energético, sostuvo que se lo puede emplear como un combustible en centrales térmicas de generación eléctrica o en la industria, en reemplazo del gas, el carbón o el petróleo; también en celdas – especie de baterías que se cargan con hidrógeno y generan electricidad –, aplicable al transporte o para compensar la variabilidad de la generación eléctrica renovable. Y, por último, la producción de combustibles sintéticos, a partir de derivados del hidrógeno como el amoníaco y el metanol, para reemplazar a los fósiles. 

Al referirse a la producción de hidrógeno verde, Bertinat señaló que prácticamente todos los proyectos que existen son pilotos y subrayó que “no hay un solo barco en el mundo para transportar hidrógeno”, lo que pone en tensión la ilusión del comercio transoceánico. Además advirtió que en los últimos años, alrededor de su promoción, “hay un fuerte aroma a burbuja, un fuerte lobby empresario y de consultoras para desarrollarlo”. Y subrayó que el discurso corporativo ‘verde’ le abre paso a la producción de hidrógeno bajo en emisiones, como el llamado ‘hidrógeno azul’, que se produce a partir de hidrocarburos con captura de carbono. En ese punto, Bertinat, no solo puso en duda las técnicas de captura de carbono y almacenamiento seguro, también subrayó que la instalación del hidrógeno bajo en carbono como alternativa, contribuye a enverdecer a las petroleras y a prolongar su horizonte de negocios en tiempos de crisis climática.

Al analizar las estrategias regionales, destacó que todos los gobiernos persiguen como meta producir el hidrógeno más barato del mundo. “Si vamos a competir entre nosotros a ver quién produce el hidrógeno más barato, claramente ¿qué le vamos a tener que dar [a las empresas productoras]? Mucha infraestructura, bajos salarios, bajo cuidado del ambiente. No hay atado a esto un proceso de integración regional que permita pensar, en todo caso, cuál es el rol del hidrógeno en la región y cómo pensarlo”, advirtió. Y dejó planteado el interrogante, “¿quiénes son los actores que manejan el negocio?”.

Por último, Bertinat, respondió la pregunta que orientó su intervención, ¿hay un espacio para el hidrógeno verde en la transmisión energética justa y popular? “Posiblemente [el hidrógeno] pueda ser útil para compensar o eliminar los combustibles fósiles del sector industrial. Podríamos producir hidrógeno para utilizar celdas de combustible o ‘quemar’ hidrógeno para compensar la variabilidad que tienen las fuentes renovables. Estos son fines que deberíamos plantearlos y ver qué tamaño, cuánto, cómo, para qué. Lo que sí está claro, es que este tipo de proyectos, de la manera en que se están planteando, con estos esquemas de facilidades, de entrega de patrimonios regionales, no son sinérgicos con un proceso de transición energética justa y popular.” 

“Producir 70 veces más la energía necesaria ”

Gabriela Garrido, del Panel Ciudadano sobre Hidrógeno en Magallanes, contó que ese espacio se constituyó en agosto de 2023, por la preocupación que generó el impulso dado por las autoridades chilenas a la producción de hidrógeno verde y combustibles sintéticos en esa región, sin una activa participación de la sociedad civil en el diseño de los programas y estrategias de promoción. “Estamos enmarcados en la discusión de la Transición Energética Justa y el modelo de desarrollo de la industria, por lo menos en la Región de Magallanes, está netamente enfocado hacia la exportación, perpetuando todos los paradigmas insostenibles de la externalización de todos estos costos económicos, sociales y ambientales”, explicó. 

“Estamos frente a un escenario en el que se nos plantea que esta es una urgencia, que hay que hacerlo rápido [la producción de hidrógeno verde a escala industrial] porque sino perdemos la competitividad a nivel mundial”, relató Garrido. Un discurso similar al que se escucha en los diferentes países de la región. La Estrategia Nacional del Hidrógeno en Chile, explicó, fue elaborada y lanzada durante el gobierno neoliberal de Sebastián Piñera (2018 – 2022), y continuada como política de Estado por Gabriel Boric al asumir la presidencia. La meta es que Chile se transforme en el mayor productor de hidrógeno y logre, en 2030, el precio más bajo del mercado. La Estrategia plantea una meta de generar 1800 giga watts, a partir de fuentes renovables, lo que representa 70 veces la demanda energética de Chile. “Cualquier modelo de desarrollo que esté pensando en producir 70 veces más la energía necesaria para tu país, es estrictamente un proyecto extractivista. Es un modelo que perpetúa los procesos de deterioro en países que son más vulnerables, para sustentar las metas europeas”, subrayó Garrido.

El gobierno de Boric fue el encargado de diseñar el Plan de Acción para impulsar el desarrollo de esta industria “de una manera amigable con los territorios”. Pero  Garrido destacó que del análisis del Plan surge que lo planteado dista bastante de ese objetivo, y advirtió que carece de garantías reales de participación y cumplimiento. “Si uno observa las acciones que se establecen para el fortalecimiento de la industria, eso es totalmente distinto. Todas tienen garantías, y garantías económicas. La finalidad de esto es entregarle certidumbre a la inversión”, señaló.

“Cuánto tenemos que poner los uruguayos”

“Es muy difícil, dentro de la clase trabajadora, ponernos a discutir cuando viene una inversión tan grande que genera fuentes de trabajo”, plantea Jhony Saldivia, secretario general de AUTE. “¿Cómo nosotros, que somos trabajadores de una empresa pública, nos pronunciamos en contra de un proyecto como ese? Esto fue algo que vivimos también cuando se produjo el cambio de matriz energética, por ahí decían que nosotros nos oponíamos al cambio de matriz”, recuerda, en relación a la polémica que se generó cuando se impulsó la generación con fuentes renovables en Uruguay. 

En los últimos 15 años se produjo una transformación de la matriz energética de ese país, las renovables tuvieron un fuerte desarrollo, sobre todo la eólica, de la mano del capital privado. En ese marco, la empresa estatal UTE perdió el monopolio del proceso de generación, transmisión, distribución y comercialización. La posición de AUTE es que el modelo con el que se llevó adelante ese cambio, profundizó la mercantilización de la energía. 

“¿Qué nos preocupa a nosotros?”, interrogó Saldivia. “En principio, la lógica del gobierno. Cuando hace una hoja de ruta para el 2040, los valores de potencia de energía eléctrica que aparecen son exorbitantes. Hoy, juntando eólica y fotovoltaica, estamos en torno a los 2 mil megavatios, y para 2040 plantean llevarlo a 20 mil. Nos parece algo difícil de imaginar, dado el propio sistema de potencia que tenemos en el país, cómo se va a conectar eso… Y la discusión es qué viene primero, el eólico o la planta de hidrógeno. Porque tener el eólico también es un problema, porque se va a insertar en un mercado eléctrico, que hoy está privatizado y con reglas que nos llevan al deterioro de la empresa pública, quedándose con el negocio de la energía entre grandes generadores y grandes consumidores”, explicó el secretario general de AUTE.

Saldivia explicó que además de la producción de electricidad para la propia planta, la empresa podría volcar el excedente al mercado eléctrico nacional. “Las papeleras en esto vieron también un negocio: ‘genero para mí y el excedente lo vuelco’, pero después resulta que el excedente era más de lo que consumían y entraron en el negocio del mercado eléctrico. Esa es una de las de las puntas de por qué tenemos que estar alertas y dar seguimiento a este tipo de proyectos”, advirtió. 

Cuánto pone de sí el Estado para que el capital se instale en el país, fue otro de los interrogantes planteados por Saldivia. “Cuando vinieron las energías renovables, la empresa de energía eléctrica [UTE] tuvo que hacer un montón de obras, reformas, reacondicionamiento de líneas para que estos generadores se pudieran conectar. Y eso lo pagamos todos nosotros en la factura eléctrica, porque en el sistema tarifario termina impactando en la factura residencial”, afirmó. “Tenemos que plantearnos qué vamos a generar, para quién, cuánto tiene que poner el Estado, cuánto tenemos que poner los uruguayos para que esos proyectos terminen en Uruguay. Y nosotros no vemos una respuesta a esas preguntas”, concluyó.

La promoción del hidrógeno verde o del bajo en emisiones en la perspectiva de transición energética corporativa plantea muchos interrogantes, en el webinar que realizado el 17 de julio exploramos algunas aristas, en próximos encuentros profundizaremos otras.

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