Por Gerardo Honty.- Algún día se escribirá la historia de las negociaciones internacionales de cambio climático. El libro podría titularse “Las mil y una maneras de no tomar las decisiones urgentes haciendo de cuenta que se toman decisiones importantes”. Es que los comunicadores de la Convención (Secretarios, Presidentes, co-Presidentes, etc.) tienen una gran habilidad para salir de las reuniones con las manos vacías y mostrarnos tesoros relucientes.
La Convención ha tenido a lo largo de su historia una serie de pomposos documentos finales que en realidad solo deciden que han resuelto posponer las decisiones para más adelante. El “Mandato de Berlín” (1995), el “Plan de Acción de Buenos Aires” (1998), la “Hoja de Ruta de Bali” (2007), son algunos de estos ejemplos. El último de estos casos es la “Plataforma de Durban” aprobada el año pasado en aquella ciudad sudafricana. Allí se comunicaba que como no se había logrado cumplir con la Hoja de Ruta de Bali, los delegados se iban a tomar unos añitos más para ver como reacomodaban la agenda y continuaban la discusión hasta el 2015.
Con 24 horas de retraso, acaba de finalizar este sábado la COP 18 en Qatar; y como no podía ser de otra manera, se aprobó una nueva postergación, esta vez denominada el “Portal Climático de Doha” (Doha Climate Gateway). El llamado “paquete de Doha” incluye varios documentos, particularmente los acuerdos resultantes de los grupos del Protocolo de Kioto, de la Plataforma de Durban y de Cooperación a Largo Plazo, entre otros.
El nuevo paquete de acuerdos pone punto final a la Hoja de Ruta de Bali –firmada en 2007 y que debió concluir hace dos años en Copenhague- y mantiene abierta la nueva ruta establecida en Durban. No le puso punto final porque hubiera alcanzado los objetivos propuestos sino porque logró concretar la continuidad del Protocolo de Kioto –aunque mucho más débil de lo que ya era- y pasar todos los temas no resueltos del grupo creado en Bali sobre Cooperación de Largo Plazo para el 2015 a través de la Plataforma de Durban.
La resolución sobre el Protocolo de Kioto –que fija las metas de reducción de los países desarrollados- resultó todo lo escasa que se esperaba. Habrá un “segundo período de compromiso” hasta el 2020, pero este será insuficiente para los desafíos del cambio climático. Los países firmantes se comprometen a reducir un 18% sus emisiones para el 2020 (comparadas con las 1990), cuando la ciencia establece que debían reducirse en un 40%. Pero además, sólo la Unión Europea y unos pocos países más lo han firmado, mientras que algunos de los mayores emisores entre los países desarrollados (Estados Unidos, Japón, Rusia, Canadá y Nueva Zelandia) no han firmado este nuevo acuerdo. Los demás grandes emisores que no son países desarrollados, no tenían ni tendrán compromisos de reducción bajo este Protocolo.
La resolución en torno a la Plataforma de Durban, pomposamente lanzada hace un año, solo establece que se continuará reuniendo durante 2013 y 2014, que invitan a los países a enviar sus ideas por escrito, y que la secretaría se ocupe de conseguir los recursos para financiar las reuniones. Eso es todo. Bueno, no todo. En su primer párrafo reconoce que “el cambio climático representa una amenaza urgente y potencialmente irreversible para las sociedades humanas y el planeta y esto requiere ser urgentemente atendido por todos los países”. Pero parece que la mejor forma de atender este asunto de manera urgente es establecer un nuevo calendario de reuniones para los próximos dos años.
Como ha sucedido anteriormente, las decisiones tomadas en Doha no tienen ningún impacto en la mitigación del cambio climático ni en la capacidad de los países más pobres de poder proteger sus poblaciones y ecosistemas de sus efectos. Los límites a las emisiones acordados están muy lejos de lo necesario y la trayectoria de aumento de la temperatura bajo esos escenarios nos conduce directamente a un aumento de 4°C hacia el 2050.
Otros temas importantes, como el financiamiento comprometido en Copenhague (100 mil millones de dólares al año), el capítulo sobre “pérdidas y daños” que pretendía compensar a los países más vulnerables por los impactos del cambio climático, o los procedimientos para la Reducción de Emisiones de la Deforestación, fueron una vez más postergados.
Pero nada de esto impidió la consabida auto-aclamación de la Convención, las felicitaciones cruzadas entre los delegados, y las congratulaciones a la presidencia por el extenuante esfuerzo realizado; y los delegados aplaudieron fervorosamente la tardía aprobación de estos inútiles acuerdos.
Ahora las (des)esperanzas se postergan hasta el próximo noviembre cuando la COP 19 se reúna en Polonia y tengamos la oportunidad de ver una nueva manera de postergar decisiones urgentes presentadas como decisiones importantes.
– Gerardo Honty es investigador de CLAES (Centro Latinoamericano de Ecología Social).
ALAI