Por Gerardo Honty. La recientemente inaugurada “Revolución del Shale” –una expresión que refiere tanto al gas como al petróleo de esquisto- ha tenido serios cuestionamientos debido a sus impactos ambientales, llevando incluso a ser prohibida su explotación en varios países. Pero nuevas investigaciones vienen a traer nuevas preocupaciones con relación a estos hidrocarburos no convencionales, referidas a aspectos estrictamente económicos y productivos.
Por un lado, los datos revelan que la cantidad de reservas potencialmente explotables son bastante menores y los costos bastante mayores y por otro habría evidencia de que esta nueva y promitente actividad económica estaría convirtiéndose en una nueva burbuja financiera en los Estados Unidos.
En su informe el Estado de la Unión del año pasado, el presidente Barack Obama había dicho que Estados Unidos poseía suficiente gas natural como para abastecer al país durante los próximos 100 años. Pero un reporte preparado por David Hughes [i] –anteriormente vinculado a la industria del gas y actualmente miembro del Post Carbon Institute- afirma que el shale disponible en los Estados Unidos se agotará en menos de 25 años. La diferencia está en que, mientras los promotores del gas de esquisto se basan estrictamente en las llamadas “reservas técnicamente recuperables” Hughes analiza las tasas de producción y las tasas de declive de los pozos.
En su trabajo se analizaron los datos de 65.000 pozos de 31 cuencas de gas de esquisto en todo Estados Unidos y concluye que los pozos experimentan tasas muy empinadas de agotamiento lo que requiere un ritmo frenético de perforación para compensar los descensos.
Alrededor de 7.200 nuevos pozos de gas de esquisto deben ser perforados cada año a un costo de más de USD 42 mil millones sólo para mantener los niveles actuales de producción. En comparación el valor de la producción total de gas natural en el año 2012 fue de USD 32 mil millones, según el autor.
Los yacimientos de shale que hoy producen el 80% del gas natural estadounidense alcanzaron su meseta de producción en 2011 y están todos en franco declive.
En conjunto el gas y el petróleo no convencional requieren la perforación de 8.600 pozos cada año, a un costo de más de USD 48 mil millones, para compensar los descensos. La producción de petróleo, según Hughes alcanzará su pico en el año 2017 con 2,3 millones de barriles por día, para 2019 caerá a los niveles de 2012 y se agotará definitivamente hacia 2025.
¿Cómo se explica entonces el enorme desarrollo y las abultadas inversiones en esta nueva industria? Deborah Rogers, ex analista financiera de Wall Street y actual directora de Energy Policy Forum, publicó el pasado mes de febrero su reporte “Shale and Wall Street”[ii]. Allí se afirma que el reciente exceso de gas natural de mercado es producto de una nueva “burbuja financiera” que se llevó a cabo principalmente a través de la sobreproducción de gas natural con el fin de cumplir los objetivos de producción de los analistas financieros.
Los contratos de arrendamiento, explica Rogers, fueron agrupados y se incluyeron campos de esquisto no probados de la misma forma en la que las hipotecas habían sido vendidas en paquetes cuestionables antes de la crisis económica de 2007. Para Rogers, los analistas financieros de Wall Street son los principales promotores del gas y petróleo de esquisto en los Estados Unidos.
La llamada Revolución del Shale, según la autora, no es más que una burbuja, provocada por niveles récord de perforación y prácticas especulativas por parte de las empresas energéticas, promovidas fuertemente por los mismos bancos de inversión que fomentaron la burbuja inmobiliaria años atrás.
Si estos nuevos estudios están en lo cierto, el abastecimiento de combustibles en los próximos años estará seriamente amenazado. Con el petróleo convencional estacionado en su meseta de producción en el año 2006 –de acuerdo a la información proporcionada por la Agencia Internacional de la Energía- y un crecimiento esperado de la demanda de 15 millones de barriles diarios para 2030, el mundo esperaba que los hidrocarburos no convencionales fueran la salvación.
Si los límites ambientales no habían logrado poner fin al sueño del crecimiento continuo de la demanda energética, es posible que la propia economía finalmente se haga cargo de ello.
Gerardo Honty es analista en Energía del CLAES, Centro Latino Americano de Ecología Social
[i] “Drill, baby, drill”. El título del reporte alude al slogan de campaña del republicano Michel Steel en 2008. Disponible en http://www.postcarbon.org/drill-baby-drill