Por Eduardo Soler / Opinión
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“Yo no soy la Presidente de las Corporaciones”. Fotos: Presidencia de la Nación. |
Aquella tarde nunca se olvidará. Se puede escribir mucho sobre estos años, y el
completo informe de Darío Aranda me absuelve de la mayoría de este trabajo. Sin embargo, si se tuviera que sintetizar de qué se trata el modelo, podría hacerse con un video. Como en ningún otro discurso, allí la Presidente expresa sin ningún tipo de inhibiciones el “lado oculto” de su gobierno. Ese mismo que la mayoría de la llamada oposición no critica, porque está de acuerdo en lo fundamental. Su enfrentamiento político si no se asemeja a una puesta en escena, se basa muchas veces en una lucha por el poder y lo que ello implica, el aparato del Estado.
Aquella tarde, volvemos, fue para este periodista (ni “independiente”, ni “militante”) una confirmación de todo lo que se sospechaba, y no se podía demostrar como era necesario. Hasta que llegaron, todas juntas, esas palabras. Fue en lo que se creía una charla íntima con las corporaciones nucleadas en el “Consejo de las Américas”, pero que la Televisión Pública transmitió en directo para sorpresa de la mandataria. Si bien tuvo la reacción rápida para decir “no estoy diciendo nada que no pueda ser escuchado en Buenos Aires”. Hecho lo hecho, el encuentro fue difundido oficialmente, desde la cuenta de la TV Pública.
Simplemente, no se habló del tema. O casi, porque fue tratado por
una editorial de Miradas al Sur, que luego de criticar -como es debido- la cobertura de la corpo, dijo también: “Desde una óptica muy diferente –es decir, quienes son parte del proyecto nacional–, pueden sentir confusión o disgusto el hecho de que la presidenta se reúna con Monsanto o que les proponga a petroleras norteamericanas como Chevron (derivada de la vieja Standard Oil de los Rockefeller) que vea en YPF una alternativa de negocios. Pero resulta esencial debatir sobre la delgada línea que separa una mirada soberana de una colonizada”. Tarea difícil.
“El problema no es ni de derecha ni de izquierda, esto es el problema. El problema es que hay un nuevo mundo, hay nuevos problemas que no pueden ser resueltos con los cliches ni de la izquierda, que era un concepto de la posguerra, ni de la derecha que también en definitiva o del neoliberalismo o de cómo quieran llamarlo ustedes que, en definitiva, fue un concepto que surgió después de la caída del Muro de Berlín”, daba cátedra de negocios la Presidente frente a los empresarios. De esto sabe, no por nada multiplicó su patrimonio declarado en varios millones, en esta “década ganada”. Pero eso, como dice Carta Abierta, no es lo relevante.
Entre las múltiples frases y eslogan que pasaron por estos diez años, tal vez el más sintético pueda ser otro de la Presidente: “Capitalismo en serio”. A diferencia de otros colegas de la Patria Grande, que se animan a imaginar un Socialismo del Siglo XXI, más allá de sus propias contradicciones, aquí se es claro en el objetivo. Por eso, sea de izquierda o sea de derecha, ese no es el problema. La cuestión es que esté bien gerenciado, que se alcance “el desarrollo”, se dice, “con inclusión social”, se aclara por las dudas. Mas se sabe que el núcleo del desarrollo es el crecimiento económico, traducido: rentabilidad, acumulación, teoría del derrame.
Las redes sociales invitaban a desear “un mundo en el que…” y ahí agregamos, no se busque “combatir la pobreza” a través de “combatir la naturaleza” para asegurar “el crecimiento (con inclusión)”. “Empresas nunca ganaron tanto como en este gobierno”, suele repetir Cristina y tiene razón. Dice lo mismo Lula Da Silva en Brasil. Y allí estará el ojo afilado del militante oficialista: ¿Si el Modelo es tan funcional, por qué es tan atacado? La respuesta también es simple: “Capitalismo salvaje” o, en los términos de Cristina: “anarco-capitalismo”. Ahora bien, una cosa no quita la otra, y es que sea como fuere la acumulación continúa.
Como hemos dicho en varias ocasiones, es una gran mentira que para combatir la pobreza haya que seguir creciendo. Esta es la propia teoría del derrame endilgada al neoliberalismo pero que, como decía la Presidente aquella tarde, no es de izquierda ni de derecha. Es la ideología del Desarrollo, tan saludable aunque alguno pueda aceptar llamarlo “Desarrollo Sustentable”, manteniendo el sujeto y agregando un adjetivo decorativo. El problema es que ese desarrollo es extractismo, es acumulación por desposesión de territorios hoy a campesinos, indígenas, pequeños pueblos. Es limitar el futuro de las futuras generaciones de la Patria.
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