Víctor Bronstein.- Lo que hoy llamamos “nuestra civilización” se construyó sobre tres pilares que dieron lugar a la Revolución Industrial del siglo XVIII: el sistema de producción fabril; el triunfo de las ideas de la Ilustración, que ubicaron a la razón y a la ciencia como bases del conocimiento, y las máquinas térmicas. Estos tres pilares de la modernidad se constituyeron en elementos emancipatorios: forjaron sociedades abiertas, permitieron el florecimiento de la creatividad humana y liberaron para la producción todas las potencialidades energéticas de la naturaleza almacenadas en los combustibles fósiles. Hoy, ciencia, tecnología y energía son imprescindibles para el desarrollo de nuestras sociedades y la sustentabilidad de nuestra forma de vida.
Según el informe prospectivo 2013 del Departamento de Energía de EE.UU., el consumo energético mundial crecerá un 56% entre 2010 y 2040. La mayor parte de este aumento ocurrirá en naciones que no forman parte de los llamados países OCDE, o desarrollados, como consecuencia del fuerte crecimiento económico de las economías emergentes, entre las cuales se encuentra nuestro país.
Si bien las energías renovables y la generación nuclear serán las que más crecerán en este período, los combustibles fósiles seguirán siendo la fuente de energía más importante, con una participación de casi 80% en la matriz energética primaria mundial. En particular, el petróleo pasará de los actuales 91 millones de barriles diarios a 115 y la producción de gas, de los 3,2 billones de m3 actuales a 5,3 billones de m3. El problema es que el mundo ha alcanzado su máxima producción de petróleo convencional y los descubrimientos de nuevos yacimientos vienen decayendo año tras año desde 1960, cuando se alcanzó el pico de descubrimientos. Los estudios del Departamento de Energía reconocen que no se sabe bien de dónde saldrá el petróleo y el gas que el mundo necesita para su funcionamiento. Como se desprende del informe, con la tecnología actual las energías renovables no pueden sostener la dinámica y el desarrollo de nuestras sociedades. Si el petróleo no tiene todavía una fuente energética que lo reemplace, la única opción es ampliar la frontera hidrocarburífera, ya sea extrayendo los recursos no convencionales o comenzando la explotación en el ártico. Es en este contexto que debe discutirse el desarrollo del shale en el mundo y en nuestro país.
Las tensiones entre crecimiento económico y medio ambiente trascienden la problemática energética y son una discusión válida que debe darse para estudiar las formas de garantizar un desarrollo sustentable, pero hoy ciertos grupos ambientalistas, junto a algunos sectores políticos, sin pruebas sólidas, están oponiéndose al desarrollo de los recursos del shale utilizando argumentos provenientes de denuncias en otros países y que no han sido comprobados por la evidencia científica. Replican cierta forma de argumentación que lleva a conclusiones falaces utilizando, por ejemplo, figuras mediáticas como si fueran expertos en la temática. Así ha sido en Estados Unidos, donde los “expertos” Robert Redford, Barbara Streisand y Yoko Ono opinan sobre la temática. Acá lo hacen Mario Pergolini y Ricardo Darín.
Sin embargo, la ciencia no se somete a ninguna autoridad, ni al interés de sectores empresarios ni a la opinión de personajes influyentes; construye sus conclusiones a partir de las evidencias y el estudio sistemático de los fenómenos. En todo caso, cambia las conclusiones ante nuevas evidencias.
Por ejemplo, el Laboratorio Nacional de Tecnología Energética, también dependiente del Departamento de Energía de Estados Unidos, difundió recientemente resultados de investigaciones sobre el comportamiento de los fluidos utilizados en la fractura hidráulica, y sobre si éstos pueden llegar a extenderse hacia las fuentes de agua potable. La investigación utilizó marcadores reconocibles para etiquetar los fluidos de perforación que se inyectaron a más de 3000 metros bajo la superficie, estableciéndose una zona de vigilancia 1000 metros más arriba, donde no se encontró evidencia de contaminación.
Ocho pozos de la formación Marcellus fueron monitoreados sísmicamente y se comprobó que la onda no viaja más de 200 o 300 metros desde el pozo. Ésa es otra respuesta significativa ante los cuestionamientos de algunos grupos ambientalistas que denuncian el riesgo de que las fracturas pueden llegar a la superficie. Las investigaciones muestran que las ondas se amortiguan a 2000 metros de la superficie, lo que las hace imperceptibles para la gente y no genera ningún riesgo sísmico.
En el caso de Pensilvania, que suele mencionarse como afectado por la contaminación, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) no encontró sustancias fuera de los parámetros naturales, ni siquiera en los cuatro pozos que habían sido denunciados, de los más de 100.000 de shale existentes en varios estados norteamericanos.
A su vez, el Servicio Geológico de ese país realizó estudios sistemáticos sobre la calidad de agua en dos pozos de monitoreo en el yacimiento de gas de Pavillon, en el estado de Wyoming, donde no se encontró ninguna evidencia de contaminación.
Otro argumento falaz es decir que el fracking ha sido prohibido en algunos países de Europa y en el estado de Nueva York, sin informar que está permitido en la inmensa mayoría de los estados de Estados Unidos ni que en Alemania el año próximo comenzarán las primeras perforaciones. Incluso, hace unas semanas, el estado de California aprobó una ley que permite comenzar a perforar en la formación de shale de Monterrey, que se calcula contiene más de 15.000 millones de barriles de crudo. La ley fue promulgada por el gobernador Jerry Brown, un político progresista alejado de todo vínculo con el lobby petrolero, que entendió que la necesidad de petróleo trasciende a las empresas petroleras.
En nuestro mundo globalizado, el 95% del transporte se mueve con derivados del petróleo. En nuestro mundo de 7000 millones de habitantes, el sistema alimentario mundial es cada vez más dependiente del petróleo y del gas en forma de fertilizantes, pesticidas, sistemas de riego, maquinarias y para el movimiento global de los alimentos. El mundo necesita el petróleo, no sólo los gobiernos y las petroleras.