Si el año no fue fácil para el nuevo gobierno nacional, mucho menos para los impulsores de Vaca Muerta. Ajustes, crisis, intereses contrapuestos, son parte de la nueva realidad que golpea al sector hidrocarburífero. La esperada lluvia de inversiones del segundo semestre se transformó en temporal de despidos, paros y conflictos para el cierre de año.
Por Martín Alvarez Mullally*
A días de concluir su primer año de gestión, el macrismo energético está golpeado por los tarifazos y preocupado ante la poca claridad de cómo afrontar la severa crisis energética que avizora. Este sector será clave para abordar el próximo año electoral. Además, los cortes eléctricos de verano afectarán tanto a los usuarios domiciliarios principalmente en su bastión porteño, como al sector industrial, porque en casos de urgencia le bajarán la térmica.
En cuanto a hidrocarburos, todo indicaba que, tras el triunfo de Cambiemos y el arribo de Juan José Aranguren al Ministerio de Energía, habría más continuidades que rupturas en estas políticas. Incluso hasta los primeros meses se habló de que Gallucio seguiría a cargo de YPF como CEO, sin embargo abandonó la torre de Puerto Madero. Subsidios y transferencias a las productoras de hidrocarburos, altos valores en el costo de los combustibles, precio sostén del barril, ajuste de costos operativos y salariales, exploraciones en nuevas áreas a cargo de YPF y la continuidad de la curva de aprendizaje sostenida por la empresa de bandera eran parte del combo de la gestión pasada. Pero el macrismo condimentó al sector a su paladar. Tarifazo en materia gasífera y eléctrica, amenaza de salida formal del precio sostén -informalmente ya se estaba pagando menos en el mercado local-, importaciones de crudo para beneficiar a las refinadoras, aumento de combustibles graduales y programados, retoques fiscales y un plan de ajuste severo en materia laboral fueron aportes de la nueva gestión.
La idea de recurso estratégico -que el gobierno anterior nunca cumplió- se fue rápidamente al tacho para retornar sin escalas hacia a lo más crudo del neoliberalismo energético. Menos Estado, más mercado: una fórmula neoliberal clásica y hasta un poco aggiornada para estos tiempos modernos. La asociación de capitales mixtos es una tendencia mundial al momento de explotar bienes comunes y los Estados son la pieza clave de garantías para las inversiones. Todos tiran de la pirinola pero nunca son las grandes compañías las que más arriesgan; el “todos ponen” es tan relativo como nombrar “inversiones” a los préstamos que Chevron le hizo a YPF a través de empresas offshore.
Este retorno al libre mercado generó nuevas controversias y la batalla del crudo puso en la trinchera contraria a provincias productoras, sobre todo a Neuquén alcanzada por el desacoplado barril criollo. La provincia gobernada desde hace cincuenta años por el Movimiento Popular Neuquino siempre mantuvo un buen vínculo con el poder central, incluso hasta en dictaduras, salvo en muy pocos momentos la relación fue tensa, como en el caso del gobierno de Jorge Sobisch y los Kirchner. Con un barril internacional bajo, la idea de Aranguren era impracticable, pero con un valor en alza, tras los acuerdos de la Organización de los países exportadores de petróleo (OPEP), quizás se pueda llegar al objetivo de que lo que pagan las refinadoras por la materia prima sea lo mismo que sale en el mercado internacional. Mientras tanto el Ministerio dio concesiones a las refinerías, tras la devaluación –donde ganaron las productoras que cobran en dólares- con permisos de compras al mercado internacional y un aumento escalonado del precio de los combustibles, que incluso con la contracción económica generada fue menor el consumo si lo comparamos con el año anterior.
Bajar costos para que el mercado mande, es según Cambiemos la receta para que las inversiones lleguen. Para que eso ocurra se deben dar condiciones de alcance en donde la franja de ganancia sea mayor. Para que el negocio cierre buscan generar nuevas reglas de juego: ajuste en los salarios petroleros, baja de costos operativos, menores valores de las prestadoras de servicios, infraestructura y hasta reducciones de la pequeña renta apropiada por los estados.
Esta receta puede cerrar en excel que circula entre Puerto Madero y Casa de Gobierno, pero cruzando el río Colorado las cosas se ponen feas, un retorno de desocupados cortando rutas, miles de despidos, suspensiones y jubilaciones inducidas son parte de una nueva coyuntura con la que se tiene que lidiar. Un presupuesto armado con un valor del barril a 63 dólares por el gobierno de la provincia de Neuquén, colisiona de frente con los 55 dólares que pretende el gobierno nacional, algo impensado teniendo en cuenta los augurios grandilocuentes de los más de cien dólares que esperaba el kirchnerismo al iniciar Vaca Muerta. Según el periodista Roberto Aguirre, por cada dólar de diferencia, la provincia pierde 6.5 millones mensuales de su presupuesto. Bajo este camino, a los piquetes de desocupados, se les sumarán prontamente los estatales, una combinación explosiva ya vista a fines de los noventa en la norpatagonia. Pasamos del boom de Vaca Muerta, a un explosivo bum! de la conflictividad social generada por una actividad extractiva y una economía enclave dependiente de los vaivenes del mercado internacional. Mientras el petróleo busca encontrar estabilidad el gas ha sido una alternativa en el mundo no convencional.
*Investigador del Observatorio Petrolero Sur. Miembro de Enlace por la Justicia Energética y Socioambiental (EJES).